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En mitad de la carretera

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  Aquel pobre perro. En mitad de la carretera con la mirada perdida en un punto lejano.  No se movía. Tan solo de vez en cuando me olisqueaba los dedos, que conservaban el olor del arenque del almuerzo. Después me lamía las manos y volvía a su postura vigilante. La húmeda lengua suspendida temblaba al compás de su respiración.  Claro que ninguno de los dos quería estar allí, bajo el sol tórrido de agosto. Los dos teníamos sed y preguntas. Sin duda el perro, de estar solo, hubiera salido corriendo tras la camioneta de John hasta desfallecer. Volvería en una media hora, dijo. El almacén de los Forbes estaba a pocos Kilómetros, recogería la mercancía y haría el porte hasta la ciudad. Volveré en media hora, dijo John. En esta piedra junto al poste estarás bien, no te desvíes de la carretera, así te distinguiré.  Ninguno de los dos quería estar allí, sobre la luz oleosa del asfalto al atardecer.

De la utopía o el estilo literario

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La curiosidad por todo aquello que le inquieta ha llevado a Aarón Forner Martín, alumno de bachillerato, a elaborar un trabajo cuya idea principal es la utopía a lo largo de la historia. Platón y Thomas More con sendas teorías que ahora se le aparecen como una revelación: La República y Utopía . En esta última, la isla de More, una isla de felicidad, un lugar ideal y perfecto o el estado donde todos viven en armonía y todo es para el bien de todo el mundo . Creo que en este asunto la literatura tiene mucho que ver, creo que es la gran hacedora de utopías; ya sean interiores, en la mente del que lee, como colectivas, en grupos de minorías culturales. Así, si la realidad está constreñida por las leyes y normas que la rigen; la literatura carece de otros límites que no sean la propia imaginación o la re-creación de otros mundos u otras realidades. La literatura se presenta siempre como la otra cara de la realidad. Recuerdo ahora las palabras de Claudio Magris en Utopía y d

El dulce Benny

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El dulce Benny Aquella mañana Pablo abandonó muy temprano la casa. Su mujer pasó hasta el mediodía enfrascada en sus tareas domésticas y preparando la comida. Pero empezó a ponerse nerviosa cuando miró el reloj. Eran las tres de la tarde y Pablo no había regresado aún. No le había oído marchar por la mañana. Le resultó muy extraño sobre todo que no se hubiera llevado a Benny, el dulce suicida c avalier king Charles , bicolor fuego oscuro y blanco, con el que convivían desde hacía años. El perro dormía plácidamente a los pies de la cama, del lado de Pablo. Asustada, Carmen me llamó a mí y a varios amigos y familiares, pero nadie sabía nada de su marido.    Por fin, decidió llamar a la policía, hospitales y a otros lugares a los que solía acudir. Ni rastro. Tanto trajín despertó a Benny, e inexplicablemente, comenzó a gemir, a dar vueltas sobre Carmen para llamar su atención, ladraba con un extraño timbre que más parecía un llanto desesperado. "Hasta los ojillos se le nublar

El camarero y el bloc de anillas

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El camarero y el bloc de anillas Para cuando los bomberos irrumpieron en la planta principal del Hotel W, se vislumbraban ya las primeras luces en la silueta del paseo. Algunos clientes se movían   extrañados por la terraza en pequeños grupos. El camarero Eduardo Llanos fue testigo de los hechos cuando la víctima se desplomó junto a él y le cayó tan cerca, que ya nunca olvidará la mueca de su rostro. El hotel se sitúa de forma perpendicular al muelle. Su fachada es de vidrio reflectante, lo que le permite cambiar de color en función de la hora del día y de la intensidad de la luz que lo envuelva. Así, nos puede resultar agrisado en mañanas despejadas, ahumado entre la niebla del amanecer y otras veces, bebe del azul metálico, en plena calima.   Para el exterior del rascacielos de veintiséis pisos se ha delimitado su perfil con una línea blanca de ledes en la alzada que dibujan la forma de vela y le confieren un perfil de buque misterioso siempre a punto de zarpar.

Hoy he visto a Juan Villoro

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Hoy ya es ayer; o mejor, hoy será un día de este ya casi olvidado verano.   Había pasado toda la mañana en la Biblioteca de Catalunya intentando poner al día el correo, atrapar la inspiración y terminar la propuesta de trabajo del taller: escribir un artículo sobre el futuro del libro y el escritor. Cuando volvía a casa en moto, en el cruce entre la calle Consell de Cent y Roger de Llúria , vi a Juan Villoro, el escritor . En un primer momento casi lo atropello porque perdí el control de la moto por unos segundos. Además, casi provoco un accidente porque ante mi asombro, giré peligrosamente la cabeza hacia él para asegurarme de que aquella era la barba de Juan.   Estuve a punto de llamarle, de gritar Juan, Juan; pero de nuevo doña timidez   me enmudeció y me condujo a tirones calle arriba. El escritor, ajeno a todo, alcanzó impasible el otro extremo de la cebra. Vestía felizmente una camisa de flores sobre camiseta y portaba una bolsa de la librería La Central en la mano.

Anatomía de la gente silenciosa

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    El taxi llega al cruce de la calle de Aribau con la de Laforja y el escritor de voz familiar se despide como si de su propio doble se tratara y con las ganas de haberle dedicado su libro con una amable sonrisa. Mario se siente ahora liberado. La verdad es que prefiere al pasaje más callado, a las personas silenciosas, que se sientan, les viene grande apenas saludar y bajan la mirada para indicar la dirección. Sea el trayecto corto o largo, ya no vuelven a hablar hasta que llegan al destino; aunque también suben los charlatanes, que a la mínima te explican todas las enfermedades de la familia o las desgracias más sabrosas de contar. Y es que, están los suspiradores, los que ronronean como él durante todo el trayecto, los transparentes, los que te ponen la mano delante para recoger un cambio de céntimos, los invisibles, los que teclean en su teléfono móvil sin parar, los eternamente enojados, los que te ignoran… Cuando el cliente es de los que no hablan, practica enton
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YO ERA PROFESOR    “Yo era profesor, mi trabajo consistía en demostrar hasta qué punto la relación con lo real afecta a nuestra relación con los demás, nuestra relación con nosotros mismos, con nuestros pensamientos, con nuestra dignidad o con la falta de ella”.   Jean Starobinski (Ginebra, 1920), filósofo y crítico cultural.     Los alumnos tienen siempre las manos blandas, la cara aniñada, los ojos llenos de inquietud, en guardia y sus miradas siempre escudriñan, serpentean, buscan a los otros y al profesor. Proceso inverso.   Mientras yo cumplo inexorablemente un año más, los alumnos se parecen siempre al eterno adolescente, siempre de nuevo trece, catorce, acaso dieciocho años. Sus padres, de repente, rejuvenecen hasta convertirme yo en su hermana mayor y mis compañeros resultan con el tiempo más familiares, más cercanos, más cómplices. La imagen me trae a la mente la obra de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray. En este caso el cuadro no soy