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José María Guelbenzu, en su taller de novela

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  JOSÉ MARÍA GUELBENZU (Madrid, 1944-2025),  escritor, editor, crítico y profesor En su memoria.   En los primeros meses del año 2019 asistí al taller de novela que impartía en Madrid el escritor José María Guelbenzu. Yo estaba en pleno proceso de redacción y revisión de un manuscrito de novela y me sentía feliz porque él iba a ser mi primer lector, todo un lujo. Lo admiraba desde que leí algunas de sus novelas, como El río de la luna (Premio de la Crítica, 1981) y, sobre todo, Un peso en el mundo (1999), porque la protagonista, en plena crisis existencial, conversa con su profesor de Filosofía sobre la vida y peso que supone llevar una vida vacía. La mujer se hallaba en la mitad de su vida, cuarenta y pocos años.. Y yo leí la novela cuando estaba en la mitad de mi vida.   Aquí dejo algunas notas de mi diario en las que quise atrapar para el recuerdo algunas de   recomendaciones y consejos de un grande de la literatura.   Martes, 29 de enero 2019 ...

Una forma peculiar de audacia

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Releyendo la novela de José María Guelbenzu, por razones que no vienen ahora al caso,  El río de la luna , en la edición de Ana Rodríguez Fischer, editorial Cátedra,  he tropezado con una cita sobre la timidez que me parece extraordinaria: "… Fidel nunca fue un tímido. O probablemente lo fuera, pero pertenecía a esa clase de personas cuya voluntad de vivir convierten la timidez en una forma peculiar de audacia…”

Enmudecer

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Releyendo la novela de José María Guelbenzu, por razones que no vienen ahora a cuento, El río de la luna , en la edición de Ana Rodríguez Fischer en Cátedra, he tropezado con una cita sobre la timidez que me parece extraordinaria: …”Fidel nunca fue un tímido. O probablemente lo fuera, pero pertenecía a esa clase de personas cuya voluntad de vivir convierten la timidez en una forma peculiar de audacia…”                     ENMUDECER Aquella tarde de agosto, como cada jueves, esperábamos la visita de tía Ángela. Llegaba con el rostro húmedo de sudor, la respiración jadeante y sincopada como la de un perro. Me saludaba con dos besos y dejaba el rastro de rojo carmín en mis mejillas.  Y a continuación pronunciaba el sortilegio: —Esta nena nunca habla. Es muy vergonzosa. Parece muda. Luego sacaba del bolso un abanico y aireaba efluvios de perfume de azahar a su alrededor. El piso de la calle Miraflores era en los veranos ...