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HISTORIAS DEL EVELYNE I

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Mi padre, Carlos Santos Martí, el Litus, por aquel entonces   mandaba el barco Mercedes , el primero que tuvo en propiedad el señor marqués. Al ver que mi salud era cada día más precaria, papá pudo hablar con el administrador y rogarle que llamara a un médico para que me visitara y fue este doctor quien me recomendó la vida de marino. De esta manera pude entrar en la barca que mi padre mandaba y con la que malvivía de las propinas y vendiendo por las calles del barrio lo que se pescaba de hurtadillo. Así, a los 13 años estaba yo con pantalones cortos metido en una enorme barca de pesca, mareado y oliendo a tripas de pescado. Recuerdo cuando al enfilar la bocana del antiguo puerto de la Barceloneta ya soñaba con gobernar un barco grande y hacerme a la mar en un mercante o algo así. La vida entonces era muy dura para nosotros. Mi padre apenas podía encargarse de mí. Cuando el mal tiempo no permitía que saliéramos a pescar, me llevaba con él a recorrer los antros del barrio, con e

Ana María Matute

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ANA MARÍA MATUTE (1925-2014) Aparece en una enorme silla de ruedas, se diría que le queda grande para tan delicados ochenta y muchos años. La vida se le ha adelgazado pero el flamante premio Cervantes otorga un halo de elegancia a su frágil estructura ósea. Avanza entre la gente con su mirada infantil de asombro. Todo está preparado en la sala de columnas donde tendrá lugar el acto: los focos, las sillas, el agua y el público, ávido de historias y de sosiego. Ella cruza sus manos sobre el regazo mientras le ponen el micrófono y cierra los ojos en un gesto decoroso y colaborador. Su cuerpo menudo es ahora el centro de todas las miradas. En la cara de Ana María los surcos dibujan, a modo de cartografía de la experiencia, los órganos de los sentidos. Los ojos son de agua, grandes, casi se desbordan de los pliegues que los abrigan. La mirada tiene chispa, como un resplandor (ese que además es su palabra favorita). Dice que hay personas que lo tienen y otras no. No ha

Susana saliendo del baño

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Susana saliendo del baño Los dos grifos de níquel -raras aves, agarradas a la piel tersa de la bañera- miraban, pensativos, ya sin agua caliente y fría, el abandono dramático de su cabeza. Cabeza de algas verdirrojas que flotaban huyendo en la concavidad de porcelana. El agua, ni caliente ni fría, cantaba en sus orejas, rosadas y tiernas caracolas, una canción de azogue. Temblaba en el baño para desviar sus formas; le multiplicaba cada perfil en líquidas ondulaciones, y cerraba su garganta con un hilo verde: la cabeza, muerta -¡muertos los ojos en un sueño marítimo!- sobre bandeja de cristal. Un minuto, elástico e inminente. Surgió un brazo, como una señal. Surcado de venas y chorreando (los cinco dedos, cinco raíces clavadas en la esponja). Se abrió la mano, y la esponja -estrella rubia- naufragó en una tibia aurora de carne y porcelana. La mano adaptó su caricia húmeda a la curva del contorno. Nació en aquel mapa claro la isla de un hombro. Y el cuello, metálico. Sobre el

El capitán Litus

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Hoy hemos enterrado a Carlos Isern, el Litus. Una día me hizo un regalo cuyo valor para mí jamás hubiera podido imaginar.  Me regaló su propia historia, la de un hombre entrañable amante del arte de conversar, un marino contador de historias. Mi nombre es Carlos Santos Isern y soy capitán de yate. Llevo al servicio de los señores marqueses desde que, con veinte años,   embarqué a bordo del   Evelyne como ayudante de mi padre. Nunca olvidaré ese primer día, el último del mes de mayo, lo tengo como el día en el que pude cumplir mi sueño de ser marino y llegar a gobernar durante más de veinticinco años en un barco tan importante como el Evelyne , un precioso velero histórico, de treinta metros de eslora, que se encuentra amarrado en el Real Club Náutico de Barcelona.
NAPOLI Fue el regalo de mi cumpleaños: el viaje a Nápoles. Ciudad de sonoro y grisiento atardecer. Son las 18h, estamos instalados en la habitación 210 del Hotel Terminus , en la Piazza Garibaldi y junto a la estación del mismo nombre. Me he traído un libro de DFV, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer . Es una sátira de los cruceros de lujo y de paso de la sociedad americana y su cultura. Durante el vuelo apunto algunas ideas para la reflexión y una posible relectura, las diferencias entre el ensayo y el anuncio que apunta el autor y unas observaciones sobre lo que él llama “sonrisas profesionales” y que las azafatas de abordo me reafirman. Domingo, 28 de abril   Hemos visitado el sur de Nápoles en tren, el Circumvesubiano recorre el trayecto que bordea el golfo en un trazado casi semicircular hasta la villa de Sorrento. De pronto he recordado a Rafael Argullol, porque en un libro sobre arte ( Una educación sensorial. Historia personal del d

Desgracia. J.M. Coetzee

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J.M. Coetzee           Desgracia Capítulo 11 “Es miércoles. Se ha levantado temprano, pero Lucy madruga más que él” . Así comienza el capítulo 11 de una novela de Coetzee. Hoy también ha sido miércoles, un día laborable en medio de esta semana discontinua. David es un profesor que, envuelto en un escándalo, renuncia a su puesto y se refugia en la granja de su hija Lucy.   Esa tarde de miércoles son asaltados por tres individuos que violan a la hija ante la impotencia del padre. Magistralmente narrada su desesperación. Coetzee desnuda las escenas sin que la trama se diluya. La tensión late en los ladridos de los perros que intuyen la tragedia. Durante la lectura, puedo oír los ladridos del perro del vecino. También la postura incómoda me distrae del relato, una tos, un pensamiento. Entrar y salir de la ficción. Dos tramas, la mía y la de Lucy, dos espacios, dos tiempos, acaso dos narradores. Vuelvo a la granja y los perros ya no ladran, han sido asesinados. Padre e hija observa