"La autopista del sur", un cuento de Julio Cortázar





El libro de relatos Todos los fuegos el fuego (1966) consigue situar al lector en el umbral entre la realidad y lo fantástico. Baste entender “lo fantástico” como un misterio que sigue las normas de la lógica, que se produce de manera natural, sin necesidad de efectos especiales, sin entrar en lo sobrenatural ni trastocar demasiado la realidad. 
“La autopista del sur” es un relato de circunstancia aparentemente cotidiana en la que, de pronto, irrumpe un misterio, una nota discordante en el devenir habitual. Nos adentramos en una situación extrema, que tensa las relaciones con lo real. El tema de la carretera es recurrente en Cortázar, en relatos de itinerancia, de desplazamiento. El cuento narra la historia de un atasco de tráfico que se inicia un domingo por la tarde y que se alarga más tiempo de lo normal (meses), en una autopista de París. En las horas de espera, los personajes van entablando relaciones. Todos imaginan motivos inquietantes para el gran atasco. Se dan supuestas versiones de lo sucedido, desde un choque entre dos turismos hasta un accidente aéreo con avioneta estrellada en la carretera. 
“Había tan poco que hacer que las horas comenzaron a mezclarse, convirtiéndose en uno en la memoria.”
Con el paso del tiempo, la comida y el agua empieza a escasear. Algunos enferman y se organizan en grupos para ayudar a los más frágiles.  Desde el principio aparecen los dos protagonistas: Dauphine y Peugeot, rodeados de otros personajes en grupo que surge de la situación. 
Se crea una especie de comunidad para intentar enfrentarse a la situación. Algunos abandonan el auto, una anciana muere y otro personajes se suicida. La situación se torna crítica y caótica. Se pone a prueba el comportamiento humano en una situación límite. Y cuando el atasco se acaba y se vuelve a circular, todos retoman su vida normal y ya no se van a encontrar de nuevo. Se olvidan de los otros. Ha sido un cruce de caminos y el atasco dura lo suficiente para que el encuentro les revele a los personajes datos sobre sí mismos. Aparecen descripciones de solidaridad compartida, los niños hacen menos dura la catástrofe. Pero cuando empieza a fluir el tráfico, el ingeniero solo piensa en ducharse. Este cuento recuerda a otro relato de confinamiento: La peste, de Camus, donde una red de signos solidarios se da solo en circunstancias extremas. 
En cuanto al estilo, Cortázar consigue mezclar la oralidad con el discurso; esto es, la narración de lo que está pasando con lo que piensa el personaje. Este logro, “aparente descuido” según Borges,  dota al relato de mayor fluidez.



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