Virginia Woolf, don Quijote y la tristeza





El Diario de Virginia Woolf. Vol. II (1920-1924)
Edición y traducción de Olivia de Miguel
Tres Hermanas ediciones.



1.
En el prólogo de la edición inglesa de El diario de Virginia Woolf. Vol. II (1920-1924), Anne Olivier Bell  apunta que: 

Durante estos años, Virginia llega a un acuerdo con su diario. Ya no se trata de algo que se sienta obligada a mantener regularmente, sino que ahora se encuentra con él como con un viejo amigo en quien siempre puede confiar y en cuya presencia ella se desahoga abierta y espontáneamente. (...)  Su diario es un registro rápido y sin editar de los encuentros y acontecimientos, lugares y sensaciones que tiene más presentes cuando se sienta a escribir.”

Virginia Woolf (1882-1941) dedica uno de esos “registros rápidos” a la lectura del Quijote. Se trata de una reflexión sobre la interpretación de la obra según la mirada del lector moderno. En especial se pregunta acerca de la intencionalidad o no de Cervantes por la “tristeza y la sátira” en algunos episodios:
“¿Es acaso la tristeza algo esencial a la visión moderna?”

Transcribo aquí parte de la entrada del “Diario” del jueves, 5 de agosto de 1920:

“Intentaré decir lo que pienso mientras leo Don Quijote después de cenar. Lo más importante es que, en aquel entonces, la escritura consistía en contar historias para entretener a la gente sentada alrededor del fuego. (...) Lo que me impresiona es que mantenernos entretenidos a toda costa fuera el objetivo de D.Q. Según puedo apreciar, la belleza y la reflexión llegan inadvertidamente. Cervantes no es apenas consciente del significado serio de la obra y tampoco ve a Don Quijote como nosotros lo vemos. En realidad, esa es mi dificultad: ¿hasta qué punto la tristeza y la sátira son nuestras y no intencionadas? o ¿acaso están dentro de esos grandes personajes y cambian según la generación que los contempla? Reconozco que gran parte del cuento es aburrido, solo un poco al final del primer volumen, que obviamente se cuenta como una historia para que el lector esté satisfecho. Se explicita tan poco y se contiene tanto que parece que el autor no deseara desarrollar ese aspecto del tema; la escena de los galeotes en procesión es un ejemplo de lo que quiero decir. ¿Sentiría Cervantes toda la belleza y tristeza de esa escena como la siento yo? He hablado dos veces de “tristeza” ¿Es acaso algo esencial a la visión moderna? Sin embargo, qué espléndido desplegar las propia velas y volar hacia adelante montados en el torbellino de la gran fabulación, como sucede a lo largo de la primera parte. (...) Con Cervantes, todo está ahí, diluido, si se quiere, pero profundo, luminoso, con personas vivas que proyectan sombras sólidas, coloreadas como en la vida.”











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