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Crónica de la librería Rayuela

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Hoy domingo, la librería Rayuela ( calle Muntaner, 42 ) y el taller de escritura «Entropía» han invitado a sus socios y amigos a la celebración del Bloomsday, la fiesta literaria que se celebra cada año el 16 de junio, para recordar la acción de la novela Ulises, de James Joyce, que tiene lugar justamente ese día. Intervienen Bebo Palacios y Adrián Báez, escritores y expertos ambos en la obra joyceana. Al finalizar la fiesta los asistentes brindarán con cerveza Guinness, pero ahora se muestran atentos al coloquio sobre la obra. Unos escuchan con interés y otros están más pendientes de hacer fotos y comentarios para inmortalizar el evento en las redes sociales. La librería no es demasiado grande y el espacio ha sido redecorado con butacas de lectura, unas mesas auxiliares con lamparitas y sillas plegables para la ocasión. La voz de Bebo suena con naturalidad. Presenta el Ulises, más allá de la historia de dos personajes, como una obra de encuentro y emoción humana. Al

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

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De los límites difusos y otras constantes en los cuentos de Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal Cristina Fernández Cubas Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal . Tusquets Editores.  Colección Andanzas. Volumen 61. Barcelona, 2ª edición: junio de 2012 Dice la narradora de “Lúnula y Violeta”, el primer cuento del libro: “Llegué hasta aquí casi por casualidad.”  Muchas veces, los libros llevan billete de ida y vuelta, y vuelven traídos por el azar o por la casualidad o quién sabe si por su mágico empeño en leernos a nosotros más de una vez. El caso es que cuando leí estos cuentos (muchos años atrás) formaban parte de una lista de lecturas pendientes sobre el género del relato en España.  Dos autores de aquella lista me sorprendieron por su originalidad: Medardo Fraile y Cristina Fernández Cubas. El libro reúne cuentos de dos volúmenes ya publicados con anterioridad en Tusquets: Mi hermana Elba, en 1980 Los altillos de Brumal,  en 1983. Alguno

Recuerdo este colmado

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   Ahmed salió de su portal y a escasos cuarenta metros, alzó la persiana de la tienda y comenzó a colocar las cajas de frutas y verduras que le descargaron al alba y lo hizo en una suerte de liturgia. La parte inferior con paneles verticales, ahí cuatro cajas: una con limas y limones, de amarillo, otra con las naranjas, una más con albaricoques, de tono salmonado, también las ciruelas purpurinas y las uvas que comienzan a enverar. En el centro, el rojo de los tomates y los blancos de las hortalizas. Aunque el sol no apuntaba todavía, Ahmed cubrió todo este mosaico cromático con un toldo a rayas verticales azules y amarillas. Recuerdo este colmado, está al final del pasaje, junto a la estación de metro.    Ahmed es un hombre de mediana edad, algo mayor que Bebo, o así se lo parece. Viste un pantalón vaquero muy desgastado, una camisa estampada en tonos vino y verde botella, con arabescos y una bata gris sin botones aunque sí con ojales. Todavía desprende cierta elegancia