Decálogo para cuentistas. Julio Ramón Ribeyro. 1



Algunos preceptos sobre el cuento

(Barranco, 1994)

 


Una sorpresa muy agradable ha sido encontrarme con esta antología de cuentos titulada La palabra del mudo. Se trata de relatos simplemente magistrales, de la mano de uno de los maestros de la literatura latinoamericana, Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994) En una breve introducción confiesa la fascinación que desde siempre le causó el género del cuento. Menciona que de niño sintió “una especie de sofocación o de vértigo” ante el final sorpresivo del cuento “Garduño”, de Anatole France. Apunta algunas pinceladas sobre aquellos autores que le influyeron: “la lógica del absurdo, la habilidad técnica, el arte de lo no dicho, la eficacia del diálogo, y la sapiencia y fantasía puestas al servicio de paradojas y parábolas intelectuales.”

    Y al final, concluye con algunos preceptos que bien pueden considerarse como un decálogo para cuentistas. Repito: sencillamente magistral:

 

1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.

2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real.

3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.

4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no sirve como cuento.

5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.

6. El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.

7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.

8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.

9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.

10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

 

 

Julio Ramón Ribeyro estudió Letras y Derecho en la Universidad Católica de Lima, pero en 1960 emigró a París, donde trabajó como periodista y como diplomático ante la UNESCO. Sus obras han obtenido, entre otros, el Premio Juan Rulfo, en 1994. Entre sus obras destacan La palabra del mudo, Prosas apátridas y La tentación del fracaso.


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