Juan Marsé y el realismo social
Juan Marsé y el realismo social
Narrador,
fabulista y testimonio

ha
publicado las antologías ensayísticas de Juan Benet y Rafael
Sánchez Ferlosio.
Actualmente
escribe en Revista de Libros
y El Cultural.
Parece
que de nuevo la literatura española ha regresado al cauce que le es
más propio desde la picaresca. Cierto, en estos días se presenta la
nueva novela de Ignacio Martínez de Pisón, Derecho
natural, autor que se define como un narrador
realista. Cabe mencionar aquí a otros autores como Fernando
Aramburu, Rafael Chirbes, Almudena Grandes, Javier Cercas, y otros
muchos.
Pero “los realismos” practicados en España en los
años 50 / 60 tuvieron que pasar por la crítica y la condena de este
tipo de literatura. Y es que en contraste con la narrativa
hispanoamericana de entonces, el panorama en España era gris,
sometida al régimen dictatorial y empobrecida en lo material y en lo
cultural. El propio Juan Benet, muy influyente en generaciones
posteriores, fue el principal artífice del discurso condenatorio del
Realismo español. Hizo una lectura muy severa de la tradición
literaria española y recibió con admiración las propuestas de
renovación de autores como Carpentier, Rulfo, Vargas Llosa o García
Márquez.
A partir de 1975, tras la muerte de Franco, la situación
de la narrativa en España hasta los años 90 es de condena general
al realismo como práctica ya superada. Es a partir de 1992, cuando
empieza a resurgir del olvido y el silencio ese tipo de literatura.
Manolo Vázquez Montalbán habla de la necesidad de recuperar a los
escritores de los años 50, habla de “recuperar la memoria personal
y colectiva”.
Para la mayor parte de los escritores de aquellos años,
el realismo era considerado como vanguardia, por cuanto constituyó
una opción ética y estética, como refutación del franquismo y del
capitalismo. Venía a cuestionar la pantalla retórica del régimen
que ocultaba las zonas de miseria, tristeza y depresión. Cela,
Laforet y Delibes se asocian a un lento resurgir. En paralelo cabe
señalar la influencia del neorrealismo italiano, en cine y
literatura; y del realismo norteamericano.
Es
más pertinente hablar de “realismos” en los años 50, ya que
hablamos de dos núcleos: Madrid y Barcelona. Y en cada ciudad se
dan, a su vez, dos estilos: uno más propio de intelectuales, jóvenes
universitarios y cultos (En Madrid: Benet, Aldecoa, Martín Gaite,
Sánchez Ferlosio,..y en Barcelona: Goytisolo, Laforet, Castellet,
Gil de Biedma,..) y los que provenían de entornos humildes, llamados
“los de la berza”, de militancia política (En Madrid: Ferres,
Zúñiga, López Salinas, Pacheco,..y en Barcelona, Francisco
Candel).
Juan
García Hortelano fue el creador del eufemismo “realismo social”,
que pronto se identificó con el realismo socialista, de objetivos
políticos. Luego se abrió paso un “realismo crítico”, de
denuncia, que retrataba al mundo indolente y sin valores de la
burguesía. Y en paralelo prosperó un objetivismo de carácter más
formal, con El Jarama (1956)
de Rafael Sánchez Ferlosio, que fue un puro experimento lingüístico
para la representación rigurosa del habla de la pequeña burguesía
de la época.
Por
aquellos años, Carlos Barral viajaba a Madrid a la búsqueda de
escritores realistas en la modalidad de literatura comprometida, de
origen obrero y humilde. Este episodio lo cuenta él mismo en sus
memorias. Fue un momento de encuentro entre las dos ciudades, gracias
a la amistad entre García Hortelano y Barral.
JUAN
MARSÉ
(Barcelona, 1933)
Fue
el escritor de origen humilde y autodidacta que respondía a la
demanda de los editores. Su primera novela, Encadenados
con un solo juguete, describe la vida de una
pareja adolescente que pasea por los barrios de su infancia en
Barcelona. Se aproximaba ya al realismo crítico, aunque para el
rigor de los manuales, Marsé es un caso atípico. Es considerado el
mejor narrador, en el sentido de contador de historias, del panorama
literario español. Domina un mundo imaginario propio al que sabe
volver y recrear.

La
clave de Marsé es que la realidad que recrea no está retratada con
voluntad de denuncia ni de militancia estética, pero la imagen de la
ciudad que aparece está pasada por el tamiz del desencanto y de la
desilusión. Llega al realismo desde la huída de la realidad que
supone el cine y la literatura popular. En los “aventis” hay una
fuga a través de la imaginación. Si te dicen
que caí (1973) es el centro de gravedad de
todo su mundo narrativo. El propio Marsé dijo haberla escrito
pensando “en los furiosos muchachos de la posguerra que
compartieron conmigo las calles leprosas y los juegos atroces, el
miedo, el hambre y el frío”. Pensando, añadía, en “cierto
compromiso contraído conmigo mismo, con mi propia niñez y
adolescencia, y en nada más”.
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