Recordando a Carmen M. Gaite
"La edad de la obviedad" o de la añoranza de interlocutor
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Carmen Martín Gaite, Juan Benet, Correspondencia. Edición de José Teruel. Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores. 2011 |
La primera idea que me atrapa al leer estas páginas, viene de Juan Benet, cuando habla de la relación entre el sujeto y los objetos o las
personas importantes para él, y nos habla de las tres edades de la voluntad (62-75);
entre ellas, la primera, “la edad de la
obviedad”.
Este sintagma nominal de suave aliteración desprende musicalidad
y me lleva a pensar en la primera juventud, aquella en la que hasta los amigos
y los amores aparecen sin justificación, sin previa intelectualización.
En el libro de Carmen M. Gaite, El cuento de nunca acabar vuelve a aparecer este motivo de las edades,
relacionadas ahora con la añoranza de un interlocutor verdadero para cada una
de ellas. Distingue entre los falsos
interlocutores (profesor, confesor, psiquiatra, periodista) que nos obligan a
la narración forzada, y el narrador verdadero, añorado en la primera edad. Para Benet es ahí cuando el interés que despierta un
objeto o un sujeto es equivalente a la voluntad que engendra, están ausentes
las justificaciones y la intelectualización. Domina la obviedad:
En la primera
edad se lee por curiosidad insatisfecha. Se añora un interlocutor verdadero,
con pasión e interés. En la edad adulta, en cambio, se lee por evasión a la
reflexión.
También me ha dado la certeza de algo obvio: todo lo mueve la
búsqueda de un interlocutor, como una necesidad de espejo. El sentido de la escritura como un
acercamiento al otro, como la necesidad de la interlocución del otro que
escucha, lector o receptor que a veces, ni existe.
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