Don Camilo y Peppone
Artículo sobre el laicismo. Estoy muy ilusionado con el
proyecto: contemplar la reacción de la gente ante el Papa, con algo de
sociología de la religión. Voy a explicar la influencia que la religión tiene
en el comportamiento colectivo del hombre y a la inversa; es decir, las
interacciones recíprocas entre religión y sociedad. Qué es lo que mueve a una
sociedad a recorrer kilómetros o a esperar horas de pie para quizá ver de lejos
una pantalla con la figura del Papa. ¿Qué es sentir la fe? ¿Cómo es la
confrontación entre laicismo y catolicismo? El propio Benedicto XVI parece que me
alienta a escribir sobre el tema cuando, a punto de aterrizar en Santiago, ha
expresado su alarma ante la deriva de España hacia un “laicismo agresivo”.Pero
nadie podía imaginar que al final resultaría un artículo con sorpresa.
Durante la semana previa, la visita del Papa se
dejó notar en la ciudad: restricciones
de calles, banderas y pancartas en algunos balcones, desalojo
de okupas, y multitud de
actos de distintos colectivos. Todo estaba custodiado por veinte
mil agentes que, debido al extravío de unos papeles,
extremaron las medidas de seguridad durante el recorrido. Mi
amigo Pablo iba anotando en su cuaderno todo lo que escuchaba y leía relacionado
con la visita. Tomaba notas del ambiente, de la atmósfera. Barcelona era
aquella semana un hervidero de rumores, noticias y opiniones relacionadas con
la llegada del pontífice.
En el cuaderno:
Distintos colectivos preparan estrategias de
difusión de mensajes contrarios a la visita: el movimiento laico ha creado la
campaña con el lema “Yo no te espero”; se ha organizado un beso colectivo entre
homosexuales para cuando pase ante ellos el papa-móvil, fiestas de disfraces, fiestas contra la política del
Vaticano, una concentración de colectivos feministas que han criticado la
misoginia de la Iglesia
negándose a aceptar el sacerdocio femenino.
Pablo apuntaba
las consignas de las feministas: "Somos brujas, somos pecadoras, somos mujeres libres. Manifestémonos contra el
Papa", clamaba el manifiesto del
colectivo y es que, a su juicio, así las considera la institución clerical al
querer decidir "sobre sus cuerpos y libertades". "Fuera los rosarios de los ovarios"
es otra de las altisonantes proclamas que anotó entre risas.
Se me olvidaba aquí recordar una nueva muestra de
rechazo a la visita. Y es que tampoco acaba de agradar la actitud de la Santa Sede a muchos
católicos de base. Algunos de ellos mostraron estos días su repulsa por los
casos de pederastia cometidos por religiosos y denunciaron “el silencio
guardado” por las jerarquías.
Domingo, 7 de noviembre, en
la nave central del templo (inminente Basílica) de la Sagrada
Familia se concentran todas las autoridades civiles, militares y
eclesiásticas, desde reyes a concejales. Algo más de seis mil invitados
seguirán la misa en el interior del templo. En el exterior se ha reservado
espacio para más de cuarenta mil personas, identificadas y previa exhibición de
la invitación, que lo seguirán sentadas a través de las pantallas gigantes. El
resto de fieles y curiosos deberán seguir la ceremonia desde la distancia o por
televisión porque los accesos a la Sagrada Familia están blindados a los no
residentes.
Pablo fue uno de los privilegiados del interior, se acreditó con tiempo
y a primera hora del domingo ya estaban él y su mujer sentados dentro de la
recién estrenada nave central. Fue curioso verlo por televisión desde mi casa, me
había señalado exactamente su posición: “tercera fila, columnas siete y ocho”. Ahí
estaba, en directo a las diez y diez de la mañana, asistía a la homilía de su
santidad sin dejar de mirar a su alrededor y escribir en su cuaderno. Se le
resistía una descripción de la extraña belleza arquitectónica del lugar,
repleta de alegorías de la naturaleza y elementos religiosos.
Y al final de la ceremonia, cuando el Papa se dirigía hacia el exterior
para el rezo del Ángelus, aminoró el paso y se obró el milagro. Durante unos
instantes me perdí la retransmisión debido a unas interferencias, pero lo
cierto es que minutos antes de las doce se cruzaron ambas miradas. Pablo la
describió como escrutadora pero a la vez
dulce, luego le besó la mano en un
amago de reverencia. Carmen escuchó atónita las palabras que el Papa dirigió a
su marido, y dice que se le grabaron a fuego en su memoria:
Sorprendido y envuelto en un estado casi místico, mi amigo recoge el
guante y la conversación fluye ante el desconcierto de todo el servicio de
protocolo y seguridad.
−Oh, su santidad, quisiera expresar aquí
tantas cosas. Mi corazón necesita de mi entendimiento y de libertad para sentir
amor. Pero venimos de un tiempo de sombras, de represión moral y política, un
tiempo que nos hizo perder la fe.
−Creo que haces
mal −opinó Benedicto−. Este es un país que, hoy como ayer, se encuentra en un
gran movimiento histórico.
−Es que los poderosos cardenales acudían a
jurar ante el dictador y jamás renunciaron a los privilegios −sentenció Pablo
mientras elaboraba el broche final−. La Iglesia fue el apoyo más firme del Régimen.
−Sí,
sí. Es un país de contrastes dramáticos −afirmó Ratzinger−. Pensemos en el
contraste entre la República
de los años treinta y Franco, o en la dramática lucha actual entre la fe
decidida y la secularización radical, que desarrolla formas en las que los hombres
son apartados de la fe.
−Sembraron el miedo y la culpa
en las escuelas ─acusó Pablo y se quedó
por un momento colgado de sus recuerdos−. Entraban en las alcobas y en la moral
privada. De ahí generaciones de ciudadanos reprimidos, alienados. Y luego están
la pederastia, los escándalos, la
condena de la homosexualidad, la reprobación del preservativo,…
Era raro, pero
ningún miembro de la seguridad interrumpía este absurdo diálogo. Quizá ya habían entrado en estado de gracia
transportados de la vía purgativa a la iluminativa. (La unitiva mejor la alcanzarían en la intimidad).
−No, no hago
deporte −continuó divagando Joseph ya con los ojos cerrados−. Sigo diariamente
las noticias, y a veces también veo algún DVD con mis secretarios. Nos gusta
ver a Don Camilo y Peppone.
En la pantalla
del televisor volvía a recomponerse la imagen. Y es ahora que tengo más claro
que nunca que aquel breve encuentro fue un signo revelador, pero revelador ¿de
qué? Y en el cuaderno: Ya en el
exterior, el Rezo del Ángelus en la fachada del Nacimiento del
templo de la Sagrada
Familia cumplía puntualmente el programa establecido.
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