De los amores contrariados. I

 

El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez


La novela narra los amores, detenidos en el tiempo, de Florentino Ariza y Fermina Daza, una relación inspirada en la propia historia de amor de los padres de García Márquez. En su libro homenaje, La flor amarilla del , el escritor y periodista colombiano Gustavo Tatis Guerra subraya:

“García Márquez era descifrador de sus realidades. Toda su obra es una metáfora de la familia, un homenaje a sus abuelos y a sus padres. Todo lo que va tocando lo convierte en oro de sus fabulaciones.”


El amor en los tiempos del cólera es un ejemplo más de transfiguración poética de la realidad, mudanza de memoria en literatura que el autor lleva a cabo a través del lenguaje y de la imaginación. Al hilo de este proceso de conversión, el escritor mexicano Juan Villoro señala:

“Gabo entendió que las cosas viven con mayor fuerza por escrito, y que lo que él recordaba no bastaba, por lo que era necesario imaginarlo otra vez y plasmarlo a través del filtro extraordinario que representan las palabras”

Publicada en 1985, es la séptima novela del autor, ya consagrado por el Premio Nobel de Literatura en 1982 y narra una historia de amor a lo largo de más de 50 años, con un período en blanco, un espacio de tiempo vacío de encuentros a solas, exactamente un lapsus de “cincuenta y un años y nueve meses y cuatro días”. Es una historia de amor épica, atemporal, con personajes complejos y en la que destaca la perseverancia en el amor. La novela aborda, además de varios tipos de amor, otros temas universales como la muerte, la soledad, el paso del tiempo, o la huella que dejan las decisiones humanas en el destino individual.

 Pero más allá de temas o estructuras, y sobre todo, más allá de la técnica del “realismo mágico” con la que solemos encorsetar toda la obra de García Márquez; lo que nos admira de El amor en los tiempos del cólera es el uso magistral del lenguaje. Si el acto de leer es un acto imaginativo, esta novela es capaz de mover la imaginación del lector a través de la musicalidad de la prosa, de las sugerencias que nos brindan los detalles sensoriales y la creación de unas imágenes poderosas. De nuevo es en la forma de contar las historias donde encontramos el oficio y la maestría de Gabriel García Márquez.

La primera frase de la novela es casi una declaración de intenciones. Con una imagen sensorial sugiere el vínculo entre el aroma de las almendras amargas y el amor no correspondido.

“Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.” 

El adjetivo “inevitable” conlleva la idea de destino ya escrito o predestinado. Pero además imprime un tono narrativo mítico o legendario, tan reconocido en Cien años de soledad”. En la prosa de García Márquez abundan las imágenes sensoriales para evocar emociones. El aroma acre que desprenden las almendras amargas sugiere una asociación con el desconsuelo por un amor contrariado. En los momentos de mayor delirio, mientras esperaba ansioso la respuesta de Fermina Daza a su primera carta, Florentino la imagina “transfigurada bajo la llovizna de azahares de los almendros, donde siempre era abril en cualquier tiempo del año.” De nuevo la imagen sensorial, ahora visual, de los almendros en flor.

            Otras imágenes más físicas o somáticas del personaje son eficaces para la recreación paródica de algunos tópicos de las novelas románticas y de folletín que lleva a cabo el autor. Así, cuando cae enfermo de amor, Florentino se come las gardenias que su madre cultivaba en el patio, “y de ese modo conoció el sabor de Fermina Daza”. La hipérbole, como figura semántica, es un recurso que enfatiza la intención paródica. Cuando encuentra un frasco del Agua de Colonia, no duda en ”probarla para buscar otros sabores de la mujer amada”.

“Siguió bebiendo del frasco hasta el amanecer, emborrachándose de Fermina Daza con tragos abrasivos (...) Tránsito Ariza lo buscó en los escondites menos pensados, y poco después del mediodía lo encontró revolcándose en un charco de vómitos fragantes en un recodo de la bahía donde iban a recalar los ahogados.”


La mezcla de ingredientes como lo sensorial, la hipérbole y el elemento mágico construye una nueva realidad donde lo inverosímil se presenta como cotidiano. Ambos elementos coexisten de manera natural.

“Fermina Daza no lo miró, no interrumpió el bordado, pero su decisión entreabrió una puerta por donde cabía el mundo entero”.

            De la técnica narrativa del realismo mágico, aunque en menor medida que en Cien años de soledad, aparecen en la novela numerosos ejemplos, como en descripciones de fenómenos meteorológicos cuya fuerza aparece como real pero se presenta en una atmósfera de irrealidad.

“El cielo se desplomó en un aguacero de desastre.”

            Cuando Fermina recibe como regalo del doctor Juvenal Urbino una muñeca negra comprada en la Martinica, al principio le provoca rechazo y pavor. Sin embargo, la encontró divertida y, además de acostarla en su almohada por el día, acabó durmiendo con ella. Hasta que un día se dio cuenta de que la muñeca estaba creciendo y la ropa y los zapatos le quedaban pequeños. De nuevo un hecho extraordinario es presentado como cotidiano.

“Fermina Daza había oído hablar de los maleficios africanos, pero ninguno tan pavoroso como ese.(...) Tenía razón: la muñeca no había sido llevada por el cochero sino por un vendedor de camarones ocasional, del cual nadie había podido dar una razón cierta.”

            La muerte es, junto al amor, uno de los temas principales de la novela y con él se abre la narración. El capítulo I empieza con la muerte de Jeremiah Saint-Amour, amigo del doctor Juvenal Urbino, encargado de certificar su defunción. Y el capítulo termina con la muerte del propio doctor Juvenal Urbino. Esta es una muerte ridícula, narrada en clave de parodia, que contrasta con el tono solemne del estado de ánimo del doctor tras la muerte de su amigo. El doctor muere tras un traspié en el intento de capturar el loro que estaba provocando un gran revuelo en la casa. Pero la muerte del doctor Urbino ha sido vaticinada anteriormente con recursos propios del realismo mágico. En una de las primeras visitas del doctor Juvenal a casa de Fermina Daza, antes del compromiso, este sufre un “tropezón con la jaula de los cuervos perfumados". Se trata de una anticipación. Pero es en los momentos previos a la muerte cuando el doctor interpreta la tristeza como una premonición del final:

    “Lo despertó la tristeza. No la que había sentido en la mañana ante el cadáver del amigo, sino la niebla invisible que le saturaba el alma después de la siesta, y que él interpretaba como una notificación divina de que estaba viviendo sus últimos atardeceres”.

            Otras muertes son vaticinadas por los personajes a través de recuerdos que ahora son interpretados como presagios de muerte. El elemento extraordinario está presente, por ejemplo, cuando el doctor acude a su memoria para rememorar una escena de diálogo entre él, con nueve o tal vez once años, y su padre.

            “-Si yo me muero ahora -le dijo- apenas sí te acordarás de mí cuando tengas mi edad.

Lo dijo sin ningún motivo visible, y el ángel de la muerte flotó un instante en la penumbra fresca de la oficina, y volvió a salir por la ventana dejando a su paso un reguero de plumas, pero el niño no las vio.”

La narrativa de Gabriel García Márquez se distingue por el uso magistral del lenguaje, con una cadencia extraordinaria de la prosa, una cadencia musical, eufónica, que atrapa al lector y lo hace imaginar escenarios que cambian, personajes que viven y tiempos que transcurren. La imaginación nos lleva por secuencias perfectamente hiladas, con transiciones que parecen suaves.

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“Este libro fue un placer. Hubiera podido ser más largo, pero tuve que medirlo. Hay tanto que decir sobre la vida de dos personas que se aman… Es algo infinito. Además, tenía la ventaja de conocer el final de antemano. Porque el final era un problema. Hubiera sido de mal gusto si uno o incluso ambos personajes hubieran muerto. Lo más maravilloso era que ambos pudiesen amarse para siempre.

“Mis años felices”. 

The New York Times Book Review, abril de 1988.







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