"Rayuela", de Julio Cortázar

 


Novela y Música, 10 de mayo de 2022.

Rayuela, de Julio Cortázar. 

Mercedes Serna.

 

Rayuela (1963) es un clásico, pero es un libro muy de una época determinada, la de “Mayo del 68”, con su lema "La imaginación al poder", o la vida comunal y el mundo hippie. Cortázar fue un autor de culto en los años setenta y ochenta, y se convirtió en un icono, un mito, una leyenda.

El jazz influye en Rayuela de una manera absoluta y determinante, está escrita como una partitura, por su estructura, su temática, por el ritmo, el swing y por una tercera parte en la que lleva a cabo los takes, los experimentos, el ir tocando de manera improvisada. Se habla mucho del jazz en la novela, pero no es eso lo más importante. Son descripciones más bien impresionistas, ligadas a los sentimientos de los personajes que aparecen en la obra.

            Julio Cortázar nació (aunque en Bruselas, por accidente) en Argentina en 1914 y fue coetáneo de los grandes músicos de jazz, Charlie Parker o de Dizzy Gillespie. Su vida transcurrió entre París (desde 1951) y Argentina, y vivió la realidad de un ser escindido en ambos lados. Dijo que vivir en Europa es la mejor manera de entender la realidad hispanoamericana.

El jazz es fusión, pero también es desarraigo, el de una comunidad afroamericana que nace en Nueva Orleans a finales del XIX. Fusión, desarraigo y cosmopolitismo, pero también rebeldía (antídoto a la música pomposa) son rasgos característicos del jazz. Es una música caprichosa y Rayuela también lo es, porque ahí están los caprichos del escritor sobre todo en la tercera parte. Cortázar elige al lector, un lector a la altura, busca siempre un lector cómplice. También es una música que expresa su dolor y es liberación. Cortázar piensa que le une al jazz la catarsis por su dolor ligado a la soledad en los años de adolescencia y juventud. Todo esto identifica a Julio Cortázar con el jazz. La palabra clave es “improvisación”. Los músicos de jazz son autores, pero también creadores, son ejecutantes y autores a la vez. Creador e intérprete se funden.

Lo importante de la tela que se teje (la narración) es el revés, es la tercera parte de Rayuela, (De otros lados) es el otro lado del dibujo. es lo que busca y es la parte en que le da la vuelta al libro y ahí está todo el taller de escritura del autor y está escrito con improvisación. Es de una gran generosidad, están las dudas, las teorías, toda la problemática del escritor. A Cortázar le representa el jazz y el surrealismo, y ambos conceptos son vanguardia. La novela es original porque en ella el escritor, el crítico literario y el teórico de la literatura se fusionan.

El perseguidor (1959) es el preámbulo, es la teoría de lo que luego va a poner en marcha en Rayuela y en La vuelta al día en ochenta mundos. Las tres obras están marcadas por el jazz, es el protagonista y el objeto de estudio e influencia en su literatura.

“Hacia el año 56 escribí El perseguidor y no me di cuenta –no me podía dar cuenta en ese momento- de que lo que estaba escribiendo ahí era ya un esbozo de lo que luego sería Rayuela (…) Cuando terminé Rayuela me di cuenta de que en El perseguidor estaban ya esbozadas una serie de ansiedades, búsquedas y tentativas que en Rayuela encontraron un camino más abierto y más caudaloso” (Clases de literatura en Berkeley)

            El perseguidor está basado en la vida de Charlie Parker. Es un libro de búsqueda, de indagación moral. Es la clave de todas sus obras, con protagonistas derrotados, fracasados, con una obsesión, que es la búsqueda y otra que es la autenticidad.

Rayuela está abierta a secuencias narrativas que nos muestran el tiempo cronológico, pero también el tiempo de la conciencia o el tiempo íntimo. En la primera parte, El lado de allá, Oliveira está en París con la Maga. Ella es la antítesis del protagonista, que es un típico escritor modernista, de los que solo pueden vivir a través de la literatura.

Rayuela es, fundamentalmente, una novela romántica, de amor y erotismo (el amor va unido al sexo), que parte de la tesis: "En el amor no hay pasado". El capítulo 21 retoma el capítulo 1 con la pregunta esencial, la que le hará a Horacio jugar a la rayuela: "¿Por qué no había de buscar a la Maga?" Por tanto, Rayuela narra una historia de amor ya concluida, vista desde el recuerdo. Horacio deambula, vaga, busca en la vertiginosa rayuela, y reconoce que, desde la separación, -en sus palabras-: "cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos..."

La primera declaración de amor de Horacio a la Maga se produce tras la ruptura, esto es, tras la pérdida amorosa. Anteriormente, cuando estaban juntos, Horacio confesaba algo totalmente distinto:

-Nunca nos quisimos-le dijo besándola en el pelo

-No hablés por mí -dijo la Maga cerrando los ojos-. Vos no podés saber si yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber.

El amor (o el reconocimiento del amor) se vive en la novela a partir de la separación. El amor se narra desde la imposibilidad del mismo y no hay razones ni lógica alguna que expliquen tal imposibilidad. Es una historia de amor surrealista. Se reúnen los amigos en el club de la serpiente para hablar de jazz.

            La tercera parte es material heterogéneo atribuido a Morelli y fue criticada por su dispersión. No quiso hacer una novela de tirón narrativo, de pura anécdota. Es una parte intelectualizada, improvisada, que más se acerca a la música de jazz. Busca una estética transgresiva, que rompa con la estética tradicional y busca una indagación moral y de compromiso. Entre los capítulos 10 y 17 está la presencia del jazz. Los amigos escuchan jazz y comentan las canciones. A través de las piezas que se van nombrando se explican relaciones amorosas triangulares que también son búsquedas.

Swing

"¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de este ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que sólo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo: sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso. Así por la escritura bajo el volcán, me acerco a las Madres, me conecto con el Centro, sea lo que sea. Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon. “(Rayuela, cap. 82)

            El jazz es metáfora de la búsqueda, de la escritura de Cortázar y lo es por la improvisación, por el ritmo y por la libertad creativa y vital. El swing le enseñó a escribir sus textos breves, sus cuentos. Rayuela es un collage: con disonancias, con bloques, con fragmentos, improvisaciones, giros temáticos, jirones.

“El jazz me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir en mis cuentos, un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad e improvisación.” (Clases de literatura, Berkeley, 1989)


            Julio Cortázar propone la búsqueda de una literatura nada previsible, que no haya finales resueltos, que sea una literatura de incomodidades y para eso necesita un lector muy concreto, que quiera jugar. Cortázar pretende que el lector contribuya a dar la dimensión completa de los seres que deambulan por la novela.

 

 


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