"Luciérnagas", de Ana María Matute

 


Luciérnagas, novela de

Ana María Matute (1925- 2014)


De niña, a mí me queda la inocencia.

 



Luciérnagas, la novela.


      En 1949, Ana María Matute presenta la novela al Premio Nadal pero la censura impide su publicación. Salió a la luz en 1955, bajo el título Esta es mi tierra, en una versión muy recortada. El censor dejó escrito que resultaba “destructora de los valores humanos y religiosos esenciales”. Sin embargo, también se destacaba en el informe “el profundo análisis de los personajes” y “la enorme fuerza descriptiva” de la narración.

       La versión original de Luciérnagas fue publicada en 1993, revisada por la autora.

Entrevista a la autora: "Matute recupera Luciérnagas"


       Luciérnagas es una novela ambientada en Barcelona entre 1935 y 1939, que trata de del tránsito de la adolescencia a la madurez en el marco de la guerra civil: asistimos a la evolución psicológica de Sol Roda, una adolescente de familia acomodada, que ve cómo todo su mundo se fractura y se descompone ante esa sensación de inseguridad y miedo que aparece tras el estallido de la guerra y la situación derivada del mismo.

       En su cuaderno anota: “Nombre: Soledad Roda Oliver.” Pero nadie la llamó nunca Soledad. En cambio, Sol sugiere nuevos matices y tonos: la luz, la claridad, el calor, la esperanza.

       Al igual que la protagonista, Barcelona, espacio de la novela, a lo largo de los tres años de guerra también se ha transformado, (caos, hambre, miseria, muerte). Los escenarios de la ciudad sirven para que Sol recuerde su infancia feliz; así, Barcelona representa el espacio de la vida presente y también el de la pasada.

       “La ciudad es otro personaje", explica Ana María Matute; "Esa Barcelona hundida, machacada y hambrienta, esa ciudad de color de aluminio mojado un poco fosforescente. Esa ciudad de cielos grises, de gente que hacía cola para comprar el pan, de tu hermano que te llamaba para mostrarte unos cuerpos tirados en un solar. Eran muertos, claro... Y eso viniendo de un mundo que no era el nuestro, de una educación burguesa. Aprendimos mucho durante la guerra, demasiado".

       "Algunos me han dicho que es un libro desesperado", comenta. "Sí, hay una desesperación, hay un clima de juventud desesperada y cabreada".

       Narrador omnisciente en 3ª persona y distante de la historia. Se trata de una voz narrativa, que por lo general suele ser retrospectiva, que no forma parte de la historia y que está situada en un nivel superior al de los personajes, de ahí que conozca no solo cómo estos actúan y hablan en cada momento, sino también cómo piensan. A la luz de todo lo anterior, es lógico que este tipo de narrador se exprese utilizando la tercera persona y los tiempos verbales pretéritos.

    Algunas citas que demuestran la omnisciencia de la voz narrativa de Luciérnagas son:  ́Únicamente, le invadía un hondo desfallecimiento, una dilatada pereza, (p. 19);  ́..Esta fue la primera vez que perdió confianza en su padrea (p. 26);  ́Sol empezó a sentir una irreprimible antipatía por su abuela” (p. 30).

       Narración lineal que abarca todo el periodo de la Guerra Civil. Sobre el eje cronológico principal (comienzos del verano de 1935 al 26 de enero de 1939) hay un juego de retrospecciones que sirven para construir los antecedentes del personaje y para producir la ilusión de la narración simultánea.

       Los personajes son, en su mayoría, adolescentes. niños arrojados a la vida adulta por el estallido de la guerra civil. Entre las miserias de los adultos, estos niños, que no las entienden, son breves luciérnagas que brillan quedamente en la noche, son la única esperanza que queda, porque se tienen a sí mismos.

       Luciérnagas describe la relación de Sol con su hermano Eduardo y sus amigos, Chano, un joven golfillo y hábil ratero, Daniel el Bizco y Cristian, que forman una pandilla. Juntos recorren los almacenes de alimentos, robando lo necesario para resistir el hambre.

       A Sol la Guerra le sorprende recién salida del internado de Saint Paul, un centro en el que ha pasado nueve años, los que van desde 1927 a 1936. La novela pertenece al subgénero de novela de formación.

       Narrada en tercera persona, consta de 18 capítulos y está dividida en tres partes:

       La primera comprende los seis primeros capítulos, nos presenta a Sol a través de un cuaderno propio, en el que se inscriben sus datos principales como si fuera la ficha de un expediente personal. El primero es un capítulo de presentación de la vida de Sol antes de la Guerra civil. Estos capítulos contemplan el comienzo de la Guerra Civil y el asesinato de su padre.

  La segunda parte está compuesta por nueve capítulos, nos habla de los tres años de lucha en Barcelona, una ciudad aterrorizada por la constante amenaza de las bombas.

  La tercera y última, integrada por los tres capítulos finales, representa el regreso de la protagonista a la casa familiar y es la constatación de que nada volverá a ser igual que siempre. La propia Sol se lo dejará bien claro a su madre: “Ya nada puede ser como antes para mí. Yo no soy la de antes, ¿comprendes?”.

 

RASGOS DE ESTILO 

  La voz principal que enuncia tiene una clara voluntad de estilo. Prosa poética que busca un ritmo solemne, casi de plegaria: juega con el símbolo, la aliteración, los paralelismos, las enumeraciones.

       Tono de desolación.

       Lenguaje narrativo que se aproxima mucho al lenguaje poético.

 Abunda la adjetivación sensorial, metonimias, metáforas, sinestesias, comparaciones, símbolos y rítmicas repeticiones semánticas y sintácticas.

Son todos recursos retóricos constantes en la obra de Ana M.ª Matute.

 

       EJEMPLOS

Símbolo de las luciérnagas:

Dos animales anónimos, sin méritos ni heroicidad alguna, dos criaturas, esas que ellas vieron en el campo al borde de los caminos. Unos, arrastrándose sobre la tierra, otros intentando volar, golpeándose contra las paredes, con la cabeza encendida. Luciérnagas, barcos errantes en la noche. (247)

Criaturas errantes dando tumbos, chocando contra los muros, la cabeza encendida y murmuró: “luciérnagas”. (256)

Metonimias

 “Estómagos. En aquello se convertían los hombres. Cada hombre era un estómago, y cada estómago un número en tinta morada, estampado sobre las cartillas, en las listas infinitas. Sol contemplaba las carrocerías de aquellos motores digestivos: carne pálida, ojos pensativos, narices frioleras,” (p. 52)

También podríamos mencionar la utilización de la cosificación, ya que en esta cita esos  “estómagos” se convierten asimismo en meros estampados en cartillas y listas infinitas.

En la calle, la ciudad ya estaba despierta. Gente desconocida iba a sus quehaceres… Veía sus rostros ateridos de frío, sus ojos preocupados (105).

Metáforas

Una turba de gritos sordos, de cosas ignoradas y ocultas surgían en la sombra. Y negros abortos, monstruosos, implacables, se alzaban del fondo de las cosas. Un mundo crudo, salvaje, se abría paso ante él (81).

Comparaciones

El hambre iba dejando su sombra viscosa, más ancha a medida que pasaban los días, como una gran mancha siniestra (48).

Repeticiones semánticas y sintácticas.

Las altas siluetas de las casas, con sus cien ventanas encendidas, sus amplios portales llenos de luz, daban una sensación de paz y de seguridad inconmovibles. Los edificios altos, macizos, las anchas avenidas como la Diagonal y el Paseo de Gracia, se le antojaban símbolos de una firmeza indestructible, conseguida, año tras años, por generaciones de hombres continuándose en un mismo empeño (77).

 

En muchas ocasiones, recurre a la humanización de los objetos, frente a la frecuente deshumanización de los espacios:

También son frecuentes las descripciones de los espacios interiores, pero nunca se pierde la referencia al exterior, visto desde las ventanas.

Las paredes parecían contagiadas de miedo y los objetos, hasta los más fríos e inanimados, cobraban una versatilidad humana… (169)

 

Los escenarios urbanos que aparecen en la novela son escenarios autobiográficos: Pedralbes, el Ensanche, la calle Muntaner, la plaza Universidad, el barrio gótico, la Vía Layetana, la Barceloneta, las laderas del Tibidabo son el espacio de la infancia feliz de Ana María Matute, truncada por la guerra. La personificación y la metonimia son los dos recursos fundamentales de que se sirve la narradora para calificar ese espacio urbano que se va transformando inexorablemente ante los ojos de la protagonista. La ciudad «despojada», «herida», «apagada» es imagen de la de sus habitantes, hasta desembocar como ellos en un silencio cruel y opresor:

"Pasó el tiempo. Día tras día, la ciudad fue apagándose. Un nuevo aspecto, sucio y miserable, se descubría ante los ojos de Eduardo. Una ciudad despojada, herida. Las tiendas pequeñas, vacías, los almacenes cerrados, los hombres en el frente. Ya no se veían desfilar puño en alto a las mujeres vestidas de soldado…Una sombra triste, húmeda, iba cubriendo la ciudad. Los edificios oficiales tenían ahora un aire siniestro. Las matanzas acrecían, pero sistematizadas, bajo un barniz de legalidad. No se traslucía una gota de sangre, un incendio. Un silencio cruel, opresor. Como producido por golpes sin ruido." (89).

“La llevó ciudad arriba, hacia el Tibidabo. A medida que se acercaban a la montaña, la ciudad, tras ellos, parecía huir rosadamente, dulcemente, como si no existiera la guerra.” (76)

  


 Sobre la autora

(Escritores.org)

Ana María Matute nació en Barcelona el 26 de julio de 1925. Tuvo una infancia marcada por su delicada salud. A los diecisiete años escribió su primera novela, Pequeño teatro, y quedó semifinalista del Premio Nadal en 1949.

En 1952 se casó con el escritor Eugenio de Goicoechea, cuando ella decidió separarse las leyes de la época le impidieron ver a su hijo Pablo durante años. En 1965 se trasladó a Bloomington (Indiana) y en 1968 a Norman (Oklahoma) donde ejerció de lectora.

En su obra narrativa pervive siempre esa mirada infantil que la guerra truncó en su infancia. En vida publicó las novelas: Los Abel (1948), Fiesta al Noroeste (1952), Pequeño teatro (1954), En esta tierra (1955), Los hijos muertos (1958), Primera memoria (1959), Los soldados lloran de noche (1963), Algunos muchachos (1964), La trampa (1969), La torre vigía (1971), El río (1975), Olvidado rey Gudú (1996), Aranmanoth (2000), Paraíso inhabitado (2008). Y póstumamente se editó el libro Demonios familiares (2014).

Fue nombrada académica de la Real Academia Española de la Lengua en 1996, miembro honorario de la Hispanic Society of America y Doctor Honoris Causa por la Universidad de León. En 2009 le fue otorgada la Creu de Sant Jordi.

Obtuvo casi todos los premios literarios más prestigiosos, entre ellos: el Premio Café Gijón (1952), Premio Planeta (1954), Premio Nacional de Narrativa (1959), Premio Nadal (1959), Premio Fastenrath de la Real Academia Española (1968), Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1984), Premio Nacional de las Letras Españolas (2007), y en 2010 fue galardonada con el Premio Cervantes, el más prestigioso de las letras españolas.

Murió el 25 de junio de 2014 en Barcelona.

Pertenece a la generación de la posguerra: escritores nacidos antes de 1929, que vivieron la guerra civil como niños, cuya niñez fue impregnada por la guerra y que empezaron a escribir para orientarse en los tiempos desorientados después de la guerra. Una de estas autoras es Ana María Matute, al lado de Camilo José Cela (1916), Francisco G. Pavón (1919), Miguel Delibes (1920), Ignacio Aldecoa (1925). Otras mujeres cuentistas de esta generación son Carmen Laforet (1921) y Carmen Martín Gaite (1925).

 




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