"La máquina del amor sagrado y profano", de Iris Murdoch

 



Iris Murdoch

Título original: The Sacred and Profane Love Machine

Editorial Impedimenta. 2022 (1974)

Traducción: Camila Batlle

 


Hace ya unos días que cerré el hermoso volumen de Impedimenta y todavía no he logrado salir del círculo extraño al que me abocan las novelas de Iris Murdoch. Es como vivir dentro de ellas o asistir como espectadora a un gran teatro del mundo. Y es que durante su lectura acciono el piloto automático para la rutina, me aparto del ruido y deambulo con una alegría secreta que me hace parecer de pronto más feliz; pero a su vez, al terminarla, caigo irremediablemente en un hueco de penumbra gris donde solo cabe la nostalgia de volver allí.       

    Se trata de novelas con efecto imán, porque quedas atrapada en las tramas que urden y tejen los protagonistas. El método de escritura de Iris Murdoch parece responder a un patrón sistemático: a partir de unos personajes que se encuentran en un lugar determinado, (sus propios hogares, nominalizados), se van tejiendo relaciones personales y poco a poco se configuran los episodios que construyen la trama. Y de ahí surgen otras nuevas a partir de las decisiones de los propios actores. Resulta sugerente la imagen que utiliza el crítico literario Ignacio Echevarría cuando habla de “tablero de ajedrez”:

"Como un tablero de ajedrez con figuras que son prototipo que tienen que ver con un ánimo exploratorio. Construye un marco narrativo con relaciones recurrentes. Es una narrativa coral y son sus relaciones las que crean el tejido moral. El marco es varios personajes puestos en juego y cuyos movimientos están presididos por las reglas de las relaciones amorosas."  

     La máquina del amor sagrado y profano indaga sobre la cuestión del enamoramiento y del amor; también sobre el matrimonio como institución y sobre el lado más erótico y sexual de las relaciones. Asistimos al derrumbe del matrimonio formado por Harriet y Blaise Gavender, que viven junto a su hijo David y varios perros en Hood House, una elegante casa con jardín, y con una vivienda adyacente llamada Locketts en la que vive Montague Small, popular escritor de novelas de detectives que ha enviudado recientemente de su bella esposa, Sophie. Tenemos el marco, las figuras y el tablero de ajedrez. Así, empezamos la partida.

A partir de esta situación inicial, se van desentrañando algunos secretos de los personajes y se multiplican las relaciones (de amor, amistad, odio, deseo) con otros personajes que aparecen siempre individualizados. La “máquina del amor” se pone en marcha con el triángulo Blaise-Harriet-Emily. Y es que desde hace diez años, Blaise ha construido una doble vida con mentiras para encubrir a su amante, Emily, y al hijo que tiene con ella, Luca. Cuando Blaise ha de tomar una decisión, debe elegir entre el amor conyugal de Harriet y la emoción de lo prohibido de su relación con Emily; entre el amor sagrado y el profano.

Contado así, el argumento puede recordarnos una comedia de enredo con el tema recurrente del triángulo amoroso, pero bajo falsas apariencias fluyen las ideas de la autora acerca de la filosofía moral y sus preocupaciones existenciales; y nos propone, como en todas sus novelas, algunos dilemas morales. Así, Blase Gavender carece del sentido del deber, únicamente tiene en cuenta su propio bienestar. Egocéntrico, no quiere renunciar a nada, le da miedo tener que decidir y perder alguna de sus dos vidas.

      La voz narrativa en tercera persona adopta a menudo el papel de demiurgo, porque conoce absolutamente todas las acciones pasadas, presentes y futuras de todos los personajes, todo su flujo de pensamiento y todos sus deseos y frustraciones. Los diálogos son ágiles, dinámicos, están llenos de vida y suenan perfectamente escenificados. El lector es capaz de visualizar a los actores en el centro de escenas, a la manera teatral, en las que parecen cobrar vida.

Es prodigiosa la construcción de personajes, que se nos muestran imperfectamente humanos: Blaise, Harriett, David, Edgar, Emily, Pim y, sobre todo, la figura de Montague «Monty» Small, una pieza central donde se cruzan todos los demás personajes y que no actúa ni decide ni piensa en ningún momento de manera previsible. La propia Iris Murdoch, en una entrevista en una entrevista en 1990 en The Paris Review afirma:

“Creo que un novelista responsable debería presentar a sus personajes como gente que no es del todo explicable.”  

     La máquina del amor sagrado y profano fue publicada en 1974 y ganó el premio Whitbread Novel Award en ese mismo año. El título es una referencia al cuadro Amor sagrado y profano, de Tiziano, que apareció en la portada de la primera edición.





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