La ciudad en "Las flores del mal"

 



Baudelaire, el escritor de la modernidad. 26 de abril de 2021.

La ciudad en Las flores del mal: los “cuadros parisinos”.

Andreu Jaume.


Buenas tardes. 
En esta tarde tan parisina, tan propicia a hablar de la ciudad en Baudelaire. 
Hoy empezamos a comentar el Baudelaire poeta.

Los orígenes de la poesía están en la canción, anterior a la escritura. Está en el origen de nuestra condición. Solo en un estadio tardío la música y la escritura se empiezan a disociar. A partir del Romanticismo, la poesía empieza a reservarse para una forma de pensamiento insustituible, extraña, residual. La poesía de Baudelaire en Las flores del mal supone un tránsito de lo auditivo a lo visual. Es quien asfalta los caminos abiertos por los románticos, es quien trasplanta la revolución romántica a la ciudad. Rechaza lo natural y decide instalarse para siempre en el mundo de la ciudad, de la metrópolis. Es el poeta que culmina el trasvase de lo rural, lo natural y lo acústico a lo urbano, lo metropolitano y lo visual.

  
    La tradición métrica francesa es muy rígida y casi no varía desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Baudelaire hereda esa métrica pero violentó la sagrada prosodia del alejandrino francés. Lee y traduce a Poe como buscando una salida a la asfixia que le impone su tradición. Pero en Las flores del mal no hay apenas innovación formal. Lo que hace Baudelaire es trasplantar la melodía del alejandrino francés a un nuevo ecosistema, que es el de la gran ciudad. Y ahí su ojo trabaja con una inteligencia y un desacato que constantemente sacuden al oído y retuercen el clásico decoro del metro y la rima. Inventa el poema en prosa, que no es un verso libre sino una expresión de los límites para trufar su verso con palabras malsonantes, prohibidas, del satanismo, la prostitución, el amor lésbico, la basura, ...ahí se ve todo lo que no pudo hacer en verso, el estado en bruto de sus observaciones. La poesía nace en el ámbito de lo acústico y Baudelaire vive y escribe en un mundo donde ya no se oye nada más que ruido, y donde todo es visual, veloz y frenético. En ese sentido, su poesía tiene un aura de algo que está a punto de extinguirse.

La verdadera innovación formal de Baudelaire está en sus poemas en prosa: Él quiso inspirarse en Bertrand pero sabía muy bien que su camino era otro: una prosa fría, despojada de música, cruda como el hambre de sus visiones. Baudelaire lleva en su verso toda la prosodia francesa, desde la Pléyade, Racine y los románticos, pero la influencia más determinante es Poe, cuyos cuentos lee y traduce hasta convertir al autor en otro escritor, en un prosista francés que nada o poco tiene que ver con el original. Baudelaire reconoció en Poe su misma experiencia de la multitud, así como de la condena y el anonimato.

            Baudelaire fue testigo además de la transformación de París durante el Segundo Imperio, llevada a cabo por Napoleón III y el barón Haussmann, que derribó el entramado medieval para levantar la ciudad con grandes avenidas y bulevares, e iluminarla con farolas, creando ese tiempo metropolitano que no distingue entre noche y día. La luz eléctrica que atrae pero que vacía el cielo de estrellas. París termina la contemplación platónica de la bóveda.

            En el poema en prosa Los ojos de los pobres aborda directamente la transformación de la ciudad. Reproduce algo que ya es normal en las grandes ciudades como es el trato despectivo hacia la pobreza. Se sienten atraídos por la luz.

  

No solamente estaba enternecido por esa familia de ojos, sino que me sentía un poco avergonzado de nuestros vasos y jarras, más grandes que nuestra sed. Volví mis ojos hacia los tuyos, querida, para leer mi pensamiento; me bañaba en tu mirada tan bella y tan extrañamente dulce, en tus ojos verdes, habitados por el Capricho e inspirados por la Luna, cuando me dijiste: ” ¡Esas personas me son insoportables con sus ojos abiertos como las puertas cocheras! ¿No podrías pedir al dueño de la cafetería que los aleje de aquí?

 

“Cuadros parisienses”

Es una sección de la segunda edición, son poemas muy meditados y es donde mejor se aprecia la destreza técnica de Baudelaire, el movimiento de su ojo que piensa y la acomodación de su oído a la nueva naturaleza. Son los más característicos de la cristalización de la modernidad en la obra de Baudelaire.

El Sol. El sol se utiliza para mostrar la trama al trasluz de la ciudad. Primera estrofa se retrata a sí mismo como un trapero, una de las figuras con las que el poeta se identifica, paseando y buscando versos, él solo. Lo vemos trabajando, paseando por la ciudad como un flaneur. El poeta ya no es el cantor de la naturaleza ni de la divinidad, ahora está en los arrabales buscando entre la inmundicia, como un trapero. Lo que vemos son ruinas.

Por el viejo arrabal, donde ocultan tugurios

las persianas, abrigo de secretas lujurias,

cuando el sol implacable azota reciamente

la ciudad y los campos, los techos y las mieses,

voy solo a practicar mi esgrima caprichosa,

husmeando en rincones el azar de la rima,

tropezando con palabras, como en los adoquines,

hallando a veces versos que hace tiempo soñé.

 

Luego vienen una serie de poemas extraordinarios, como El cisne, dedicado a Victor Hugo, donde describe un paseo por una plaza en la que habían vivido algunos amigos y maestros y que había sido radicalmente destruida. El viejo París ya no existe. Recrea la experiencia universal de sobrevivir a la ciudad de nuestra juventud, cuando no reconocemos la propia ciudad. Esto se contrapone a una construcción mítica; y al cisne, ave mítica de la poesía, asociada a la belleza, la pureza y la despedida. Aquí parece arrancado de esa imaginería clásica. Dirige sus reproches a Dios. En la segunda parte del poema, la mirada melancólica del poeta se encara con los andamios y los nuevos edificios para convertir el recuerdo de lo desaparecido en la constatación de un desahucio general. El poeta se va, sin dejar de volverse todo el rato, llorando.

 Las viejecitas

Las mujeres empezaban a abandonar el hogar para ingresar en las fábricas. El poeta vio un proceso de masculinización de la mujer que le produce un sentimiento de atracción y de repulsión a la vez. Piensa que la mujer se estaba alejando del aura de divinidad que había tenido desde los orígenes de la poesía. En la metrópolis la mujer sufre una transformación brutal (incorporación a las fábricas, la prostitución). En el lesbianismo Baudelaire ve por una parte un símbolo de esterilidad que le atrae, como rechazo de la naturaleza; y además, el amor lésbico era la forma de escapar a la mercantilización. Se fija en las ancianas de la ciudad, alienadas, abandonadas. Y acaba rendido de admiración por esos seres en la ciudad.

    Los ciegos

Si en la Edad Media, los ciegos eran depositarios de la sabiduría porque se consideraba que veían a Dios, ahora son solo una comparsa de ridículos maniquíes que levantan los ojos a un cielo vacío. Los ciegos ahora, en el mundo metropolitano donde todo es vista, ya no son más que una tropa de borrachos.

    A una que pasa

La calle aturdidora aullaba en torno mío.

Alta, esbelta, de luto, majestuoso dolor,

una dama pasó, que con mano fastuosa

levantaba, mecía festón y dobladillo.

Agilísima y noble, con sus piernas de estatua.

Yo bebía, crispado cual si fuera un excéntrico,

en su mirada, cielo donde prende el tornado,

la dulzura que hechiza y el placer que anonada;

¡Un relámpago…noche! –Belleza fugitiva

cuya mirada me hizo de pronto renacer,

¿no he de verte otra vez más que en la eternidad?

¡En otra parte, lejos, ya tarde, tal vez nunca!

Pues no sé adónde huyes, ni tú adónde voy,

¡Tú a quien pude querer, tú a quien lo sabías!

Traducción de Manuel Neila en Charles Baudelaire, Las flores del mal, Barcelona, Círculo de lectores, 1992.

    Y en uno de sus poemas más conocidos, Baudelaire dramatiza una experiencia universal como es el encuentro fugaz con alguien, cruzándose en una calle dos miradas que durante un segundo se cruzan y se despiden para siempre. El ojo del viandante registra con rapidez todo lo que puede. Advierte la belleza de la mujer, nota que está de luto, pero no puede identificar su dolor, solo captarlo, contemplar su rostro -un relámpago- y despedirse para siempre de ella. Se resume una experiencia de pérdida y de nuevo reconocimiento que se abre en Las Flores del mal.

Muchas gracias.

 

 



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