Baudelaire y la fundación de la modernidad poética

 



Baudelaire, el escritor de la modernidad. 10 de mayo de 2021.

Baudelaire y la fundación de la modernidad poética.

Edgardo Dobry.

Buenas tardes.

Edgardo Dobry es poeta, ensayista y traductor. Profesor de Literatura hispanoamericana y Teoría de la literatura en la Facultad de Filología de la UB, en Barcelona. Y es uno de los mejores críticos de poesía de todo el ámbito hispano. También es traductor y un gran lector de poesía catalana, como la obra de Gabriel Ferrater, de quien en 2022 celebraremos el centenario de su nacimiento.

            Charles Baudelaire es el aire que respiramos en toda la poesía moderna. Pero empecemos por la actitud hacia el lector, a quien no intenta seducir sino que lo agrede. Y esta agresión se mantiene en varios poemas en verso y en prosa y tiene que ver con algo que la generación siguiente transformará (el Simbolismo) en una actitud determinante del siglo XX: que la poesía no es un género para cualquier lector, sino que el poema es algo que el lector conquista. El propio Baudelaire hablaba del “aristocrático placer de desagradar”. Es el primero que tiene la noción de que el poeta ha de distanciarse de un lector ya bastante masificado.

En el ensayo titulado El pintor de la vida moderna, de 1863, Baudelaire dice:

La modernidad es lo transitorio, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable.”. 

Con esto quiere decir que la Belleza es un concepto histórico, si se acelera el tiempo, la parte fugaz cada vez va a cambiar más rápido. Es el poeta quien tiene que descubrir la parte fugaz.

Y en “La reina de las facultades”, de 1859, apunta: 

“La imaginación ha creado, al principio del mundo, la alegoría y la metáfora. Ella descompone toda la creación y, con los materiales acumulados y dispuestos según unas reglas cuyo origen no puede encontrarse sino en lo más profundo del alma, crea un mundo nuevo, produce la sensación de lo nuevo."

           

Charles Baudelaire escribe el último libro de poesía clásico, en verso, el más importante de la poesía del siglo XIX; y en sus últimos años escribe el primero de los libros modernos, en prosa poética. Así, termina con un género y funda otro: el género del poema en prosa; aunque en la Carta prólogo a El spleen de París confiesa que ha descubierto el libro de Aloysius Bertrand, Gaspard de la nuit y “me vino la idea de intentar algo análogo y de aplicar a la descripción de la vida moderna el procedimiento que él había aplicado a la pintura de la vida antigua tan extrañamente pintoresca.” Descubre su obra con sentido fragmentario y de descomposición. Se refiere a este nuevo género con estas palabras: “Prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima, tan flexible y contrastada que pudiera adaptarse a los momentos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia.”


UNA CARROÑA

Este poema forma parte de “Spleen et ideal”, la primera y más extensa sección dentro de Las flores del mal”. Combina alejandrinos y octosílabos. Muestra el placer del desagrado como uno de los rasgos característicos de la aristocracia, por su rechazo ante la democratización y a la masificación. “Une charogne” no hace explícito de qué animal es el cadáver cuya descomposición se registra; podría tratarse de un caballo de tiro. El espectáculo no debía ser infrecuente si, como señala un fragmento de El libro de los pasajes, “en 1853, treinta y una líneas de ómnibus circulaban por París” (Benjamin) Dice aquí que poeta es aquel que no aparta la mirada. Lo fascinante es también lo que se pudre, lo fétido. Si la aparta, corre el riesgo de confundir la verdadera belleza con la belleza aparente y llegar a la cursilería, lo “bonito”, lo “Kitsch”, según Herman Broch. Y es que Baudelaire percibe el peligro de la cursilería. La nueva belleza no puede excluir lo feo, forma parte de lo fugitivo, lo transitorio de la modernidad.

    El poema se cierra con un memento mori, “Telle vous serez, ô reine des grâces, / Après les derniers sacrements…”, cercano al “polvo enamorado” quevediano. Manifestación de escatología católica que pareció excesiva a Rilke –otra vía indirecta de la lectura de “Une charogne”, a partir de la traducción de Cuadernos de Malte Laurids Brigge que hizo Francisco Ayala para Losada, en 1958–, como aparece evocado al poco de emprender su callejeo parisino:

¿Recuerdas el poema increíble de Baudelaire: “Une Charogne”? Quizá lo comprenda ahora. Exceptuada la última estrofa, estaba en lo cierto. ¿Qué debía hacer después de tal experiencia?... Le incumbía ver entre esas cosas terribles, entre esas cosas que parecen ser únicamente repugnantes lo que es, lo que sólo cuenta entre todo lo que es. Ni elección ni repulsa están permitidas" 
(Cuadernos 65).

Rilke identifica al poeta flâneur en aquello repugnante de lo que no se debe apartar la mirada: es lo dado que no se puede rechazar, precisamente porque se trata de ese objetivo, transpersonal, que viene dado y que el poema debe captar.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Los niños tontos (2). Sobre los cuentos

"En memoria de Paulina". Un cuento de Bioy Casares

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

SOLENOIDE, la novela traslúcida

Los niños tontos (1). Sobre el libro.