Cara de pan, Sara Mesa. Construir la insinuación









Sara Mesa, Cara de pan. 
Editorial Anagrama, 2018.
ISBN: 9788433998613

Se le atribuye a Sara Mesa (Madrid, 1976) una escritura exenta de artificialidad, con una prosa en apariencia transparente, una selección de palabras que suena natural y sin embargo, consigue levantar siempre alguna sospecha, un cierto desasosiego ante la espera de que algo va a ocurrir. Y todo está fuera del texto, este se limita a construir la insinuación. Todo está del lado del lector. 
Se trata de una novela corta que tiene su base en el relato “A contrapelo”, así lo indica la propia autora en la “Nota” al final de la obra. Se ha llevado a cabo por lo tanto un proceso de traslación, de vuelco en el texto resultante. La novela corta es un género que contiene elementos robados al género del cuento: condensación e intensidad. Brevedad quiere decir esconder, ocultar, condensar, (no suprimir), hacer alusión a algo que está escondido. Pero la narración también crece por acumulación; así, es preciso acumular detalles para obtener algún logro narrativo.
Cara de pan (2018) es la historia de una relación de amistad que se nos presenta, de entrada, cuanto menos incómoda, rara, políticamente incorrecta, sospechosa o atípica. Un hombre maduro y una niña entablan una amistad a partir de un encuentro casual en un parque, a unas horas que, en principio, son las horas de las responsabilidades de ambos: el instituto para ella y el marco laboral para él.

La primera vez la coge tan desprevenida que se sobresalta al verlo. La niña está apoyada en el tronco del árbol, leyendo una revista, cuando oye sus pasos acercándose, el chasquido de las hojas secas al quebrarse, y después lo ve, de pie delante de ella, quizá un poco turbado pero no sorprendido por encontrarla allí, oculta tras los setos.”

Este primer párrafo está cargado de detalles: es un parque, las hojas secas revelan la estación del otoño. La niña se sobresalta porque está escondida tras los setos. El sintagma “La primera vez” nos adelanta que habrá más. El hombre es quien se acerca para entablar con ella una conversación. En todo momento toma precauciones, parece medir sus gestos y sus palabras. 

Son personajes que buscan salir de la normalidad de lo cotidiano. Les une la fragilidad. Ella huye de la obligación de ir a la escuela y el Viejo, que arrastra un pasado lleno de dificultades, busca una isla de realidad donde pueda escuchar a los pájaros y las canciones de Nina Simone. Dos personajes que poco a poco van descubriendo sus polos de atracción. Se trata de seres que transitan al margen de lo establecido, con ciertos paralelismos que se nos van revelando y que tal vez nunca se hubieran encontrado. Son cómplices en la construcción de un escenario distinto donde representar escenas nuevas, fuera de los convencionalismos sociales. Y lo hacen con nombres recién estrenados. En la página 21 sabemos de la edad y el nombre que se le otorgan a los personajes: Casi, la niña de “casi catorce” y el Viejo, de “cin-cuen-ta-y-cua-tro”. Los nombres elegidos vienen a suplir a las personas que son en el mundo exterior. “Casi”, la niña, odia su verdadero nombre y el Viejo acepta este nombre porque para ella no cabe otra manera de nombrarlo, tuviera la edad que tuviera.

En Cara de pan lo relevante está en los detalles, en las sugerencias, diseminadas y transportadas, que van construyendo el relato y a los personajes. Los diálogos aparecen incrustados en la narración y la caracterización de Casi y el Viejo es lenta. La voz del narrador en tercera persona está focalizada casi siempre en ella. A través de lo que los personajes dicen y piensan se van exponiendo los hechos; así, es como si nos fueran llegando distintas versiones de la trama. Todo lo sabemos a contraluz, como reflejo de un espejo distorsionado o mejor, de una lupa, que toma cada uno de los personajes o el narrador para mirar los que se nos cuenta. Y nada coincide, el resultado es diverso: sucede algo, se cuenta algo distinto, y además podemos interpretar la historia, si queremos, desde posiciones distintas, con algunas variaciones, según desde donde miremos. Y si no queremos, nos quedamos en la sugerencia y la  imagen de "Casi" y "el Viejo" se nos queda en la retina por mucho tiempo.

Y al final, volvemos a los detalles, a la maestría de Sara Mesa. Volvemos a la Literatura. Desde la mirada cargada de prejuicios de la camarera de la cafetería donde se han encontrado por última vez; los dos han vuelto a la dimensión (distorsionada) de lo real. Es la mirada de la normalidad, de la sociedad establecida (atentos a los adjetivos “estrecha y sucia”):

(Los ve) saliendo a la calle absortos en ellos mismos, pareja inadmisible, sin sentido, deteniéndose un poco más allá fuera, sobre la acera estrecha y sucia, mirándose sin hablar, sin tocarse, y luego el giro, cada uno hacia una dirección, el viejo hacia la derecha, cabizbajo, asimétrico, su caminar de loco, hacia el pasado; la niña hacia la izquierda, cabizbaja, asimétrica, su caminar de loca, hacia el futuro.”


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