Cristina Fernández Cubas, maestra del cuento

 

                                                      El país. 11/2016





Entre intensidad y extensión apuesto por lo primero. Para mí ser concisa es un reto. No soporto las historias machacadas y repetitivas, me gusta la sugerencia y creo en el lector inteligente y creativo. Hay que darle una historia, desde luego, una historia con todos sus elementos, no un "esbozo de..." Pero me gusta pensar que el lector, en muchas ocasiones, se quedará meditando más allá de la palabra "Fin".

(Fragmento  en Palabras de mujeres, de María del Mar López-Cabrales, Ediciones Narcea, 2000.)

 

Estas palabras de Cristina Fernández Cubas confirman su predilección por la narrativa de lo breve: la novela corta y, sobre todo, por el cuento; género por el que ha sido reconocida, además de por la crítica y el público, con una serie de premios importantes: el Setenil al mejor libro de cuentos en 2006, el Ciudad de Barcelona, el Salambó, el Premio Nacional de Crítica en 2015 por La habitación de Nona, o el Premio Nacional de Narrativa en 2016. 

En el mes de noviembre de 2023, le fue concedido el Premio Nacional de las Letras Españolas. El jurado destacó a la autora: «por la magia de su narrativa, que la ha llevado a ser considerada como una de las mejores cuentistas españolas. Por el dominio fascinante del empleo de la concisión para narrar historias, que se nutren de la literatura fantástica, y que hace llegar al lector de manera intensa hasta cambiar la forma de entender las cosas».

            Como en una carrera de fondo, Cristina Fernández Cubas se ha ido afianzando como referente incuestionable para las posteriores generaciones de cuentistas. La idea de referente del género aparece en toda la extensa bibliografía de estudios sobre su obra. Junto con José María Merino, otro gran cultivador del género breve, ha construido un puente entre la tradición de la generación anterior (Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute o Medardo Fraile) y la generación de autores nacidos alrededor de los años 60 y 70, con nombres ya consagrados como, Hipólito G. Navarro, Cristina Cerrada, Juan Bonilla o Ángel Zapata, entre otros.

En entrevista a Nuria Azancot en la revista El español (2/1/2024), a raíz de la concesión del Premio Nacional de las Letras Españolas 2023, Cristina Fernández Cubas responde a la pregunta sobre las diferencias entre novela y cuento con una imagen muy convincente:

El cuento, con su concisión e intensidad, es un amante impaciente e infiel. No admite ausencias ni interrupciones y, a la menor desatención, se larga con viento fresco. La novela, en cambio, sabe esperar.

            La autora, que ha cultivado ambos géneros, es una clara defensora del género breve y lo pone en valor frente a la aparente superioridad de la novela. En esta misma entrevista declara:

Son dos géneros completamente distintos. La novela permite excursos, divagaciones e incluso, si me apura, algún que otro fallo. O por lo menos los tolera. Un capítulo desacertado, por ejemplo, es solo eso, un capítulo que no está a la altura del resto, pero no tiene por qué dinamitar el resultado. El cuento, en cambio, es cruel. Un párrafo fallido puede desmoronar en segundos todo el edificio.

            Además de dar prioridad a la narrativa breve, Cristina Fernández Cubas suele aludir al nivel de exigencia del lector de cuentos y a considerarlo un cómplice que va a leer con atención para desentrañar los enigmas y las elipsis del texto, que va a volver atrás en la lectura y que va a continuar pensando en él después de leerlo.

            En relación a las ideas de la autora sobre la poética del género, es interesante su artículo sobre el tema que abre el volumen El arquero inmóvil. Nuevas poéticas sobre el cuento. 2006. (Ed. Eduardo Becerra. Madrid. Páginas de Espuma) titulado «En China, donde viven los chinos», donde define el cuento como «un microcosmos autosuficiente que impone sus designios desde las primeras líneas y contra el que no cabe cualquier intento de resistencia.» (2006: 22) y distingue entre las reglas generales del género y las específicas de cada historia para reconocer el carácter escurridizo del cuento, que se pone en fuga del propio lenguaje, de la historia o del punto de vista porque «la voz, que empezó siendo nuestra pero que ya no nos pertenece, se encargará de expulsar lo que no le convenga.» 

[Solemos] hablar de esfericidad, de mecanismo de relojería, de punto de arranque, de intensidad, de concisión.[…] un género en el que vale tanto lo que se dice como lo que se oculta; un género en el que, muy a menudo, se cuenta sobre todo lo que se oculta.

            La palabra esfericidad remite a las teorías de Julio Cortázar sobre el género. Así, en un ensayo de 2005, «Del cuento breve y sus alrededores», Cortázar habla, a partir de los postulados de Allan Poe sobre la unidad de efecto, de una poética cerrada para los cuentos (uniforme y centrípeta) y del principio de autarquía del relato:

Cuando escribo un cuento busco instintivamente que sea de alguna manera ajeno a mí en tanto demiurgo, que eche a vivir con una vida independiente, y que el lector tenga y pueda tener la sensación de que en cierto modo está leyendo algo que ha nacido por sí mismo, en sí mismo y hasta de sí mismo.  

Los relatos de Cristina Fernández Cubas dirigen la tensión hacia un juego hábil con la ambigüedad y con la incertidumbre cuando no revelan toda la información necesaria para la interpretación de los textos. La gestión que el narrador hace de la información, desvelando de manera lenta y progresiva las pistas necesarias, es determinante para producir en el lector ese efecto desasosegante que le obliga a mantener la atención.

 

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  Cristina Fernández Cubas. Sobre el cuento.

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