Natalia Ginzburg, "Sagitario"

 


 

Título original: Saggitario

Traducido por: Andrés Barba

Sello y edición: Acantilado, noviembre, 2021

ISBN: 978-84-18370-61-8


¡Qué buena noticia ha sido la edición de Sagitario entre las novedades de Acantilado!

 Leí en noviembre Léxico Familiar y quedé atrapada en esa manera de narrar que ahora me ha vuelto a conquistar. Sagitario (1957) es una novela breve de Natalia Ginzburg que cuenta la historia de una amistad muy particular. La trama, aparentemente banal y centrada en las falsas apariencias y en las relaciones familiares, no es aquí lo relevante. Y es que hay un elemento recurrente en otras novelas de la autora: el color y la mirada de la voz que narra. Es una voz femenina que se erige en un rasgo de estilo por sí sola. La narradora es aquí una de las hijas de la protagonista, quien ya en las primeras líneas presenta a todo el círculo familiar:

Junto a mi madre, también habían venido a vivir a la ciudad mi hermana Giulia y su marido, la hija de nuestra prima Teresa, de once años, un caniche blanco de pocos meses y nuestra criada Carmela.”

Es una voz dotada de lucidez, que toma distancia y que, aun en primera persona, se mantiene en un segundo plano y es capaz de infiltrarse en la mente de los demás personajes de manera natural, sin emitir juicios de valor. Otro recurso que aparece es el humor, que impregna escenas entrañables del libro como la sesión de cine a la que acude la protagonista.

“Después de un rato dando vueltas entró en un cine; ponían una película en color sobre cacerías africanas, y se quedó sentada en aquella sala casi vacía contemplando manada tras manada de búfalos contra interminables horizontes color rojo fuego. No había trama, no sucedía nada: solo se veían búfalos, bisontes y elefantes; y sin trama ella se aburría …”

El tono es totalmente coloquial, llano, y añade trazas de verdad al personaje que narra. A lo largo de toda la novela, el matiz o la traza del tono es familiar y, si nos acercamos más, se torna condescendiente algunas veces.

“Qué personaje ridículo, pensó mi madre de pronto, y qué desgastado y ridículo era aquel abrigo. Le había parecido fea desde que la conoció, y aquel día tenía un aire afligido y cansado.”

De nuevo la autora consigue un estilo conversacional que envuelve al lector para describir desde los detalles más cotidianos y aparentemente banales hasta las emociones y los conflictos más íntimos.

“Scilla tenía el poder de llenarle la cabeza de imágenes, y mi madre no se olvidaba de que antes de conocer a Scilla su vida era muy vacía y muy gris.”

Así, dejando a un lado el argumento de Sagitario (mujer de mediana edad se traslada a la ciudad tras la muerte de su marido, interviene en las vidas de sus hijas con su talante quisquilloso y autoritario, y traba amistad con Scilla, una mujer enigmática que …) lo que nos atrapa en esta novela brevísima, de apenas 99 páginas, es esa manera de narrar que va de lo particular a lo general, de la crónica familiar a las emociones universales.

“Mi madre se sentó frente a la mesa de la cocina y se puso a sollozar…los sollozos emanaban con fuerza del fondo de su corazón, despertando en ella una autocompasión en la que no había ninguna dulzura, una piedad desolada y oscura como la noche.”




 

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