"El hospital de la transfiguración", de Stanislaw Lem
De la sordidez y otros desórdenes.
Stanislaw Lem.
El hospital de la transfiguración.
Traducción
de Joanna Bardzinska.
Introducción
de Fernando Marías
Editorial Impedimenta. Madrid, 2008.
El hospital de la transfiguración (1948) es la primera novela del
escritor polaco Stanislaw Lem, (1921-2006) y está ambientada en los inicios de
la invasión de Polonia por el ejército alemán. No se publicó hasta 1955 por
problemas con la censura. Las obras posteriores que
escribió Lem pertenecen al género de la ciencia ficción, ciclo que inició con Los astronautas en 1951.
El hospital de la transfiguración,
novela estructurada en nueve partes o capítulos titulados, narra en tercera persona
las impresiones del joven Stefan Trzyniecki, un tímido doctor, que hacia finales de febrero
de 1940 acepta un trabajo en el sanatorio mental de Bierzyniec, ubicado en el
bosque.
La novela empieza con la llegada de Stefan al entierro de
su tío Leszek. La voz del narrador nos ofrece rasgos de su carácter que parecen
signos de timidez:
“Que carecía de tales virtudes (tacto y seguridad en sí mismo)”,
“Siempre que debía actuar en público le faltaba decisión” (incapaz de dar el pésame a su tía, ni tan solo acercarse a ella, se oculta).
“Le habían empezado a arder las mejillas”.
“Anhelaba unirse a la conversación general.”
“Todo esto lo hizo por puro sentido de la amistad, a fin de que su anfitrión disfrutara de su éxito.”
Entre los personajes de la familia Trzyniecki, (tíos, primos, tía abuela..) destaca la figura del padre de Stefan, que está enfermo y no acude al funeral. No gozaba de buena consideración entre los suyos por ser el único “inventor'' entre generaciones de terratenientes y médicos. Stefan cuenta que montó un taller en el desván, donde emprendía inventos y experimentos con los que fracasaba una y otra vez. Todos los Trzyniecki eran impetuosos y testarudos.
“En el carácter de toda la familia estaba el fuego y la piedra, la pasión y la intransigencia.”.
Tras el funeral Stefan llega al
hospital junto a su amigo Stanislaw Krzeczotek, y aparece una descripción del
edificio cargada de elementos simbólicos, como el arco de piedra con un letrero
borroso con las letras Christo Transfigurato. La “masa
gris de edificios rodeada por una muralla de ladrillo” que constituye el
recinto cerrado del hospital recuerda al sanatorio de La montaña mágica, novela de Thomas Mann. En ambos relatos el
protagonista deja lo conocido para adentrarse en lo desconocido y se cambia el
orden establecido.
Krzeczotek realiza una sórdida descripción de las terapias que se llevan a cabo en el hospital con los enfermos y aconseja e informa a Stefan de que además de médicos y pacientes, también están viviendo ahí algunos “invitados”, como el poeta Sekulovski, del que se dice que está huyendo de los alemanes. Se describe a los médicos que trabajan en el sanatorio con todas sus manías y extravagancias. Stefan y el poeta filósofo entablan a menudo conversaciones de índole intelectual; y, aunque discrepan, a Stefan le atrae su compañía cada vez más. Con ellos asistimos, a lo largo de la novela, a debates morales, científicos, históricos y artísticos. Muchos de estos diálogos tienen como motivo principal la Literatura; así, debaten sobre el proceso de escritura, el talento, Flaubert, Wilde, el estilo… Poco a poco, Sekulovski se convierte en su maestro y le ayuda a evadirse del día a día del hospital psiquiátrico. Otro de los asideros de Stefan es, sin duda, su hábito de pasear por el bosque, espacio al que luego volveremos) donde se adentra hasta la subestación donde trabajan algunos partisanos polacos.
Si bien la mayor parte de la novela transcurre en el sanatorio, (entre enfermos y médicos que aplican sus propias terapias y muestran sus rarezas más escatológicas, como Kauters, el nuevo jefe de Stefan, un cirujano que expone una extraña decoración en su apartamento: “Un libro muy fino, de cubierta clara y muy flexible. Unas tapas muy bonitas, ¿verdad? Una auténtica rareza. Están hechas de piel del interior de los muslos de una mujer…”) y a pesar de asistir a algunas escenas perturbadoras, no abundan los detalles escabrosos.
El devenir del tiempo viene marcado por el transcurso de
los meses y los cambios estacionales que el narrador describe en sus paseos por
el bosque con todos los detalles del entorno y los elementos de la naturaleza.
Y lo hace con una técnica que podemos denominar impresionista, cargada de
verbos y adjetivos cromáticos que transmiten sensaciones, “neblinosa luz
verde”, “bosque de manos alzadas”. A veces, la descripción del paisaje del
final de la primavera despliega un muestrario de verdes:
“Desde la ventana, el paisaje de suaves colinas se oscurecía con el verde de los bosques y adquiría tonos esmeralda y matices castaños. Verde plateado de los abedules, verde marino del atardecer, verde cristalino en la madrugada.”
Entre otros rasgos de estilo literario destacan las asociaciones sensoriales; así, en el funeral:
“Cuando extrajeron el enorme pedazo de carne de las profundidades de aquella vetusta pieza de mobiliario, el color negro de la madera le recordó a Stefan el tono del ataúd, y se sintió desazonado.”
También, los olores y la luz le traen “yacimientos enteros de recuerdos que ya creía olvidados”.
Y algunas metáforas para referirse a la muerte o a la guerra:
“La muerte de la patria vencida no era más que una simple metáfora (al recordar la fosa común), pero aquella pequeña tumba militar, no. (...) Confundió la patria con la familia, ambas seguían viviendo en él, o él seguía viviendo en ellas. Sintió que liberarse de ambas sería morir. “
Otra metáfora sobre el silencio de los médicos ante
cuestiones políticas:
“Era como si se hallara en el fondo del mar: todos los movimientos allí abajo eran suaves y acompasados, y de las tormentas más violentas que tenían lugar en la superficie solamente les llegaba el eco.”
Así, El hospital de
la transfiguración irradia un estilo literario, con el que Lem consigue reflejar perfectamente la inquietud del protagonista. Y como última
muestra de ello, mientras Stefan reflexiona sobre los recuerdos que van a
quedarle de los primeros días en el sanatorio, conmuta el modo de captar la
realidad en esos primeros momentos:
“Todo cuanto le rodeaba se iba filtrando en su interior, y más cuando dejaba de mirar fijamente los objetos y permitía que estos le observaran.”
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