"Las cuatro esquinas del corazón", de Françoise Sagan

 


Agradable y destartalada.


Las cuatro esquinas del corazón, Françoise Sagan.

Editorial Lumen. Narrativa.

Traducción de José Antonio Soriano Marco.

 



Desde la mesa de novedades de la librería, me llamó la atención la imagen de portada del libro de Françoise Sagan (1935-2004).

 Es una foto en blanco y negro sobre un fondo todo blanco de la escritora en plena juventud, con su corte de pelo a lo garçon, que deja al descubierto las facciones suaves de su rostro, enmarcado en un flequillo corto y despuntado. La actitud que muestra es reflexiva, con camisa negra, brazos cruzados y el pulgar apoyado suavemente sobre el labio inferior. Los complementos son un rimero de libros y revistas, un cenicero y varios cojines. Es la imagen icónica de la autora de Buenos días, tristeza, novela corta que escribió en unas vacaciones y que resultó ser un éxito total, vendió más de cuatro millones de copias en cinco años.

Pero vuelvo a la mesa de novedades y caigo en la trampa: a pesar de que la foto de la cubierta es de 1954, y por lo tanto la autora tenía tan solo 19 años, esta es su última novela, inédita e inacabada. Les quatre coins du coeur: Roman se publicó póstumamente en 2019 gracias al empeño de su único hijo, Denis Westhoff, quien explica en el prólogo cómo apareció la novela en unas carpetas del legado de su madre. 

“La novela, delgada, estaba encuadernada con unas sencillas tapas de plástico (...) 
El texto mecanografiado había sido fotocopiado tantas veces que muchas letras ya no se distinguían con claridad.” 

El manuscrito, inacabado, con añadidos y tachaduras, constaba de dos partes. La primera llevaba por título Las cuatro esquinas del corazón. Así, el libro se vende como la última novela de la escritora, pero en el adjetivo “inédita” está la clave. El manuscrito nunca fue revisado por la autora, ni tal vez tuvo intención alguna de terminarlo o menos aún, de publicarlo. No es de extrañar entonces que el interés de los editores tuviera un carácter más comercial que de calidad literaria. La crítica francesa fue unánimemente muy dura con la novela, a pesar de los esfuerzos de los correctores editoriales, seguramente excesivos.

            Rodeada, advertida y condicionada por estas circunstancias, he leído la novela y, para mi sorpresa, la he disfrutado con sus aciertos y desaciertos, con desajustes siempre elegantes e irónicos. Narra la convivencia en la mansión familiar de un grupo bastante singular. Desde abajo aparece el mayordomo, Martin (“con su cara impasible, o de idiota, según la opinión”), y desde arriba, el protagonista, Ludovic Cresson, que ha sobrevivido a un accidente de tráfico, cuando el resto de la familia no lo esperaba. Tras pasar por algunas clínicas ahora se recupera en la casa familiar de La Cressonnade y le preparan una fiesta de bienvenida. Su mujer, Marie-Laure, le desprecia y hubiera preferido enviudar antes que convivir con un idiota con secuelas. Henri Cresson (El buitre volador), padre de Ludovic, es un genio en los negocios y un incompetente en el terreno de los sentimientos. Es uno de mis personajes favoritos, se lleva la peor parte de la crítica mordaz y sarcástica de la autora; las visitas al palacete de la señora Hamel, quien “cuidaba de los cuerpos de los hombres y del espíritu de las mujeres.”, con sus call girls, están narradas desde una mordaz ironía y sentido del humor para retratar a Henri “Al menos con ellas, se mostraba educado, atento y efectivo.”

Otro personaje principal es Fanny Crawley, madre de Marie-Laure, viuda reciente. Su llegada para la fiesta del gran día lo cambia todo en la mansión. Hermosa y elegante, llora por su yerno, y siente verdadero aprecio por él. Y despierta en Ludovic la pasión y el deseo que le niega su mujer. Con su jovialidad y ternura, aviva emociones en él y también en Henri, su consuegro, emociones más gratas. Fanny sigue recordando a su marido fallecido, Quentin, pero disfruta y se siente muy cómoda en la relación con su yerno.

    En cuanto al estilo de la prosa, nos hallamos ante algunos rasgos característicos de Françoise Sagan como son: la crítica a la burguesía decadente y ociosa a la cual perteneció. Utiliza una sutil ironía, a veces tibia y a veces, sarcástica; el dibujo de personajes sorprende con algún destello, aunque si bien resultan algo planos, de pronto pueden desplegar varias aristas como la sensualidad, la ternura, la indulgencia, o el ridículo más grotesco.

         Por el lado de los desajustes, la trama apenas se sostiene y el desenlace no hace más que confirmar que el manuscrito estaba en una fase muy inicial. La voz que narra interviene con algunas observaciones un tanto sorprendentes, con adjetivos que parecen algo provisionales. La balanza, sin embargo, cae del lado de la elegancia en las descripciones y la naturalidad en los diálogos. 

    Así, Las cuatro esquinas del corazón es una novela agradable y destartalada, tal como la autora describe toda su obra. Y es que la propia Françoise Sagan escribió su obituario en El diccionario. Literatura francesa contemporánea, de Jerome Garcin:

“Sagan, Françoise. Hizo su aparición en 1954, con una pequeña novela, “Buenos días, tristeza”, que fue un escándalo mundial. Su desaparición, después de una vida y una obra agradables y destartaladas, fue un escándalo solo para ella misma”.




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