"En otro país", de David Constantine. Narrar la incertidumbre
En otro país, David Constantine.
Libros del Asteroide
En otro país, libro de relatos que ha editado Libros del Asteroide,
recoge una muestra de los mejores cuentos de David Constantine (Inglaterra,
1944). Traductor, poeta y narrador, ha sido además profesor de Lengua y
Literatura alemanas en Oxford. Es autor de novelas, poesía, ensayo, y cuatro
libros de relatos por los que ha sido galardonado con importantes premios.
Los catorce relatos que forman parte de En otro país albergan a personajes que se baten entre la soledad y la incertidumbre. Y es que planea sobre los cuentos una tensión contenida que merodea como premonición de algo que irremediablemente va a llegar. El nexo temático entre todos ellos, además de ciertos rasgos de estilo, es mostrar cómo un instante de desequilibrio dentro del orden cotidiano puede llevar al derrumbamiento de las certezas.
De los temas.
Una antología de
relatos acoge siempre variedad de temas y motivos; en esta se habla de
aislamiento e incomunicación, se dibujan personajes vulnerables, silenciosos,
que sueñan y se enfrentan a la pérdida o a la ausencia aunque se mueven en una
aparente cotidianidad. Otros motivos son
la urdimbre de relaciones personales y sus emociones, desde el amor hasta la
incomunicación o el fracaso como excusa para avanzar.
En el primero de los cuentos, que da título al libro, “En otro país”, la señora Mercer continúa recogiendo las cosas del desayuno mientras su marido le cuenta que han localizado el cadáver de una novia de su juventud, que murió bajo un glaciar, más de cincuenta años atrás. El pequeño universo del matrimonio se tambalea en un distanciamiento apenas perceptible.
“Cuánto silencio en aquella casa por las noches, cuánto silencio en todas las demás casitas que la rodeaban y que albergaban en su interior a los ancianos y a los viejos solos o todavía en pareja que se iban a dormir temprano, se despertaban y, desvelados, pensaban en el pasado”.
En “La fuerza necesaria”, un caballo
blanco que acecha la casa de la protagonista se convierte en símbolo del empuje
para salir de la insatisfacción y la impotencia que le supone a Judith vivir
con una lesión de cadera. Pero la descripción de sentimientos y emociones es
muy sutil, el tono de la narración es contenido, se forja con precisión en el
detalle y la creación de imágenes y atmósferas que ayudan al avance de la
trama.
El relato más largo del libro es “Al pie de la represa” y aquí el símbolo es la casa o las casas de una pareja, cuya relación se ve influida por una tercera persona. Aquí están varios de los detalles que caracterizan el estilo narrativo de Constantine, como son la anticipación (como si aquella oportunidad fuese una puerta desde la cual atisbar el paraíso y fuera a cerrarse de un momento a otro.), las impresiones sensoriales (la luz de sol danzarina) o el contraste entre el ideal soñado y la realidad.
Del estilo.
David Constantine es
un maestro de la elipsis narrativa; así, juega con el tiempo, el espacio y la
información, y lo importante es aquello que no se narra explícitamente. El
lector va componiendo toda la red de significados del relato a través de
conversaciones, a menudo vagas, y de detalles que se hilvanan durante la
lectura. Además, no aparecen los guiones de diálogo, sino que este se inserta
en la narración sin signo tipográfico, por lo que se acentúa la sensación de
fluidez del texto. Los espacios narrativos adquieren valor simbólico (“La
cueva”) y la naturaleza se refleja en detalles sensoriales donde la luz, el
color o la luna, aparecen personificados. Es relevante entonces el uso de la
sugerencia y el poder evocador del lenguaje, así como de los silencios, (no
olvidemos de que David Constantine es además un reconocido poeta.)
En “La majada” aparece un juego metaliterario donde se apuesta por la ambigüedad. Una mujer entabla una relación imaginaria con el narrador del relato, cuya voz se confunde con el amante de ella. Una majada es el lugar donde se recogen de noche el ganado y los pastores, pero aquí es un refugio imaginado, inventado para huir de la realidad, y así se lo cuenta ella al narrador:
"Era un lugar al que íbamos en nuestros pensamientos y sueños."
Otro cuento cargado de elementos
fantásticos es “La pérdida”. En una sociedad deshumanizada, asistimos a
la eliminación del alma del señor Silverman, un ejecutivo que toma conciencia
de la pérdida en medio de un discurso por la vía de su propia impresión. Al
final, la toma de conciencia de la incapacidad de llorar desemboca en un
desenlace impactante. Es un cuento magistral que mantiene la tensión de
principio a fin.
Faulkner comparaba el cuento, the short story, con la poesía en cuanto a géneros que destacan por
su complejidad, porque ambos deben concentrar en un instante fugaz la
revelación de una trascendencia excepcional. El lector de esta antología de
cuentos podrá dar fe de tal trascendencia a partir de la vulnerabilidad de sus
personajes, que al fin y al cabo, somos todos.
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