"La violinista" o la importancia de las comas
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Un día de junio, cuando el verano se precipita, me refugio en el cine para huir del calor implacable sobre el asfalto de Barcelona. Me decanto por La violinista , un melodrama romántico y musical (leo) de nacionalidad finlandesa. La película comienza con un proverbio de Confucio: “Todos tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una”. Y es que en las primeras escenas, Karin Nodstöm sufre un accidente y ve truncada su carrera como violinista de prestigio. Sus manos quedan sin sensibilidad y ya no puede tocar. Sin mucho entusiasmo, da un giro a su carrera como profesora de música de jóvenes violinistas con talento. Uno de ellos, Antii, veinte años menor, se ve atrapado en una red de admiración hacia Karin, de amor y otras emociones difíciles de gestionar. La dirección de la película, a cargo de Paavo Westerberg, apuesta por destacar la contención en las relaciones personales bajo una aparente frialdad, que, paradójicamente, consigue emocionar