Un paseo por "París no se acaba nunca", de Enrique Vila-Matas.






    A punto de cumplir la mayoría de edad, París no se acaba nunca (2003) merece un acercamiento desde el presente. La novela representó un cambio de rumbo en la trayectoria de Vila-Matas, si bien mantiene los rasgos de estilo descritos en su Historia abreviada de la literatura portátil: espíritu innovador, condición nómada, alto grado de locura, convivencia con la figura del doble, insolencia, conciencia de soledad o melancolía, entre otros. Son estos algunos de los trazos que han perfilado la estética del universo vilamatiano. A ellos cabe sumar la inagotable fuente de la imaginación, en ocasiones absurda y excéntrica, pero que surge de lo más cercano y familiar. 
“Un día, me crucé con Marguerite Duras en la escalera -yo subía hacia mi chambre y ella bajaba hacia la calle- y se mostró súbitamente interesada en saber en qué cosas andaba entretenido. Y yo, queriendo darme importancia, le expliqué que me proponía escribir un libro que produjera la muerte de todos los que lo leyeran. Marguerite se quedó de piedra, sublimemente estupefacta.”

    París no se acaba nunca es una novela de iniciación en la vida y en el arte, una reflexión distanciada e irónica de los años de aprendiz de escritor en París, años setenta, en la buhardilla de Marguerite Duras. El narrador (gran admirador de Hemingway y en clara referencia a la crónica de juventud que es París era una fiesta) pasa un mes de agosto en París con una primera intención: 

    “dedicado a tomar notas con destino a una revisión irónica de los dos años de mi juventud que pasé en esa ciudad y en los que, a diferencia de Hemingway, que fue allí “muy pobre y muy feliz”, yo fui muy pobre y muy infeliz.”
 
    "París no se acaba nunca" es también el título de una conferencia sobre la ironía que el propio narrador había preparado y que, según confiesa: “a lo largo de estos tres días voy a tener el honor de dictarles a todos ustedes.” Se produce así una identificación total con la Literatura:

 “¿Soy conferencia o novela? ¿Soy alguien? ¿Soy qué? 
 
    El narrador dice admirar a un escritor, Hemingway, a quien tiene que parecerse más y más y al que está obligado a imitar. El elemento autobiográfico está en la gestación de la novela y la pulsión de convertirse en personaje literario está latente en su aprendizaje como escritor. Así, el escritor se erige en personaje, un narrador que habla sin nostalgia de su juventud, de su estancia en París entre 1974 y 1976. También alude a un primer viaje (un año antes, donde escribió un cuento sobre Badalona) y a que ahora, de nuevo en París, con su mujer, está decidido a pasar el mes de agosto para reflexionar sobre los años de formación. 

    El círculo se cierra con al intención de que el lector asista en directo a la escritura de una novela. 

“¿Había perdido dos años de mi vida escribiendo “La asesina ilustrada”? Yo creía que era muy original y única en el mundo mi idea de matar al lector (...) Yo tenía la impresión de que si algo interesante tenía el libro era la originalidad de la trampa que se tendía al lector.”

    Novela y conferencia, vida y literatura, ficción y realidad... construyen la originalidad de esta obra clave en el universo vilamatiano. En ella conviven otras recurrencias como la metaliteratura, las citas, las alusiones continuas al lector y una alabanza de la ironía, confesada y desenmascarada muchas veces, pero capaz de modular el tono inconfundible de la voz del narrador.

“Muchos años después (del suicidio de Hemingway), también Marguerite Duras se replegó en sí misma. esto ocurrió veinte años después de que yo dejara mi buhardilla. Mi biografía de aquellos años no debería terminar en el momento en que dejé la ciudad sino veinte años después, cuando Marguerite se apartó del mundo y dejó de escribir para siempre.”

Otras claves se hallan en conceptos como la desesperación, el vacío, el abismo o el vértigo y cierto rechazo a la rutina y a un existencia gris. 

“Salí de su vida como se sale de una frase.
Después, fui a tomarme un croque-monsieur al Flore y me bebí un licor de moras y analicé la situación. Seis días estuve analizándola y al séptimo regresé a Barcelona. Cuando mi padre quiso saber por qué había vuelto, le dije que era porque me había enamorado de Julita Grau y porque, además, en París siempre llovía y hacía frío y había poca luz y mucha niebla. Y es tan gris, añadió mi madre, supongo que refiriéndose a mí.”

    En definitiva, ahora que hemos leído la última de sus novelas publicadas, seguimos asistiendo a la creación de una voz propia, que Vila- Matas califica de voz ensayística, de un yo inventado que ha pasado muchas veces por un yo autoficcional. En Esta bruma insensata (Seix Barral, 2019) vuelve a tensar las redes que envuelven y enredan la vida con la literatura. ¿O acaso era al revés?




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