"Viaje al fin de la noche", de Louis-Ferdinand Céline.





Novela y guerra. 20 de abril 2020.
Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline

Ignacio Echevarría.


Conferencia telemática. El curso de “Novela y guerra” se ha convertido en “Novela y emergencia”, así que las lecciones que fueron canceladas los primeros días de confinamiento, nos llegan ahora desde la misma casa del conferenciante.
Andreu Jaume presenta a Ignacio Echevarría como un excelente crítico literario, estupendo ensayista y un grandísimo editor (Kafka, Benet, Sánchez Ferlosio). Hoy nos va a hablar de una de sus especialidades, Céline, y en particular, de una de las grandes novelas del siglo XX, Viaje al fin de la noche. 

Gracias, Andreu.
Buenos días, o buenas tardes, o lo que sea. Céline sigue siendo el autor maldito del siglo XX, pero a pesar de eso, Viaje al fin de la noche pervive como una de las grandes novelas que se han escrito nunca. Lo que no está tan claro es que sea una gran novela bélica, ya que el episodio de la guerra se extiende en una quinta parte de la novela. Es verdad que empieza con el estallido de la Gran Guerra pero su protagonista va mucho más allá de la guerra y la parte más extensa de la historia es su práctica como médico en los suburbios de París; y antes ha estado en EEUU, en las colonias francesas en África. 
Quiero justificar por qué esta novela se ha introducido en el ciclo que nos ocupa, siendo la menos bélica del conjunto. Quiero intentar reflexionar sobre aquello que hace a esta novela distinta de las demás novelas sobre la guerra que se tratan en este curso, y al hacerlo, aunque parezca contradictorio, intentar demostrar que esta novela es la narrativa del siglo XX que, de un modo más profundo, ha asumido las lecciones o las consecuencias de la Gran Guerra. 

Repasamos aquí algunas claves de la tumultuosa biografía de Céline (antisemita declarado), a partir de su alistamiento voluntario en la I Guerra Mundial, en la que fue herido por un tiro enemigo y, tras ser considerado un héroe, fue condecorado. Después vivió la experiencia más traumática, la convalecencia en los hospitales de la retaguardia. Allí conoce el horror con los servicios de recuperación como herido sospechoso: una maquinaria policíaca, el comienzo de la repugnancia y de la revelación. 
Viaje al fin de la noche (1932) fue su primera novela. La guerra concluye en 1915, así que tuvo diecisiete años para elaborar su propia visión de la guerra en la novela. Pero la configuración de la mirada sobre la guerra que ofrece Céline en esta novela no es en absoluto trágica, no hay del espíritu trágico. La mirada del narrador no está construida a lo largo de la novela sino que aparece completa desde el principio. El narrador, Ferdinand Bardamu, ya tiene el cinismo, el desengaño, la amargura que ha conducido la experiencia de su trayectoria vital. La mirada o la concepción de la guerra cuando escribe la novela es tardía, desengañada y cínica que su experiencia en la guerra. Esta mirada se acerca mucho a la visión impresionista. Lo importante es lo muy pronto que, en la página 6, el joven narrador llega a la conclusión sobre la guerra, con palabras que constatan el horror que al personaje se le impone inmediatamente:
“Somos vírgenes del horror igual que lo somos del placer, quién me iba a descubrir todo lo que contenía la cochina alma heroica y holgazana de los hombres (…) De la guerra no sales vivo, todo lo demás son palabras.” 

Viaje al fin de la noche es una obra de gran complejidad moral, ética y literaria. Carga contra la carnicería que fue la guerra del 14, contra la colonización de África, contra el progreso,… En la cuarta parte de la novela narra el descenso a los infiernos de los suburbios de París y el viaje se hace interior. El personaje se propone contarlo todo, todo el horror, va a las entrañas del cuerpo social, que son el centro de ese viaje. Es un viaje a la muerte y la muerte es la nada. 
La filosofía moral de la novela es la del nihilismo y pesimismo. La idea última de la vida es la muerte. Así, estas revelaciones son obvias y conocidas.
La novela entera viene a ser una suerte de disección, porque impresionan las palabras sobre la reducción del ser humano a su desnudez, sobre el concepto del “nihilismo médico”, sobre el descubrimiento del horror del cuerpo o el shock que produce lo que hay bajo la piel a quien lo tiene por oficio (cirujanos, forenses). De esta verdad parte todo su proyecto narrativo, se queda fijado ahí. Esa superficie de la piel podría ser trasladada al lenguaje. El propio Céline ejerció como médico higienista. Hijo del positivismo y del psicoanálisis, queda atrapado por la fascinación del acto de la disección, por la nada que es el cuerpo humano, por lo que se ve bajo la piel. Le queda luego la suspicacia, su literatura insiste una y otra vez en desmentir la mentira que supone la forma. Céline tiene la cautela de no hacer una novela de guerra, ya tiene los modelos para hacer una crónica. El proyecto estilístico se impone al proyecto narrativo.
Lo que hace grande a Céline no es la filosofía moral, no es  sino la capacidad de, a partir de ello, haber intentado edificar una lengua literaria que constituye un reto.

Aquí hablamos de Céline como el anti modelo de Proust: “el anti Proust”. Y es que estamos frente a un alarde de estilo, que busca dar a la escritura la naturalidad de la lengua hablada. Está ese efecto de vivacidad, de hablar completamente de la vida alrededor, de un mundo que ya es el nuevo siglo XX. La novela obtuvo una gran difusión y dinamitó la posibilidad de prolongación de la gran tradición francesa.



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