"Tennessee", de Luis Gusmán
Librería Lata Peinada
Lunes, 17 de febrero
Presentación
de la novela Tennessee,
del
escritor argentino Luis Gusmán.
Ediciones Contrabando
El
autor ha estado acompañado por José Luis Muñoz (escritor) y Manuel
Turégano (editor). El
local tiene cierto aire melancólico, una librería en una calle
escondida en el barrio del Raval de Barcelona, el carrer de la Verge.
Al entrar, percibes en un murmullo oraciones que danzan por el techo
abovedado del local antiguo, casi turbio. Las frases se visten con
ese acento musical con el que hablan los latinoamericanos.
El
editor, Manuel Turégano, abre el acto con un agradecimiento al
autor, Luis Gusmán, por haber confiado la la reedición de su novela
Tennessee
y a José Luis Muñoz, crítico literario y novelista, premio Azorín
con Barcelona Negra.
Manuel
es un editor atípico. Dice que siempre suele improvisar en este tipo
de actos pero lleva en la mano dos folios escritos y se sorprende por
ello. Dice que su editorial no sigue el ritmo del mercado, que
mantiene el carácter artesanal y que le gusta buscar joyas y
editarlas, libros que merecen una segunda oportunidad, libros que no
casan bien con el complicado mundo del consumo y del mercado, libros
de autores jóvenes, o de autores desconocidos. Habla solo de
Literatura, cita a los clásicos y a los modernos. Y confiesa su
debilidad por la literatura latinoamericana, de la que destaca su
afán renovador, ese siempre ir por delante. Cita a Borges, a
Cortázar y luego empieza a hablar sobre la novela de Luis Gusmán.
Dice que es un autor muy poco conocido para el público lector
español. Tennessee
fue publicada en 1997 en Alfaguara, pero entonces tenía cincuenta
páginas más. Ahora, señala el editor de Contrabando, ha dejado el
libro en un estado de tensión.
José
Luis Muñoz confiesa que ha devorado la novela en apenas dos días.
Dice que es una novela de personajes, breve pero muy intensa. Hay
mucha ternura en los personajes, dos ex-levantadores de pesas
(pesistas), Walenski y Smith. Es la radiografía de una amistad
transmitida con una excelente parquedad narrativa. ¡Es un logro
brillante!, apunta Muñoz. Y destaca alguna frase de la novela que se
le ha quedado para siempre:
“La muerte es un dulce estupor”.
Salgo
de la librería Lata Peinada con la novela firmada en el bolso (es
muy breve y ligera), algo me mueve a empezar a leer. Parece una de
esas “joyitas” que se han vuelto atemporales, que son piezas de
colección. Los primeros párrafos me llevan al territorio de la
melancolía y ahí siempre me gusta hacer parada. Además de la
amistad, otros motivos recorren por estas páginas, como el desamparo
y la soledad. Walenski describe así lo que siente:
“Cuando lo invadía aquella sensación de desamparo, le sobrevenía un espasmo que le hacía faltar el aire y la fatiga le cortaba la respiración.”
También la muerte está como motivo recurrente desde el principio
hasta el final. La primer personaje del que conocemos la noticia de
su muerte es Salerno:
“De un infarto, en el cine (...) ¿En el cine? ¿Estaba solo?, replicó Walenski, sintiendo que el desamparo lo invadía. Porque ir solo al cine le parecía el colmo de la soledad.”
De
nuevo el desamparo pero también la ternura. Me dejo llevar por el
murmullo de las voces del Regatas, de Buenos Aires, aunque estamos en
Barcelona, en una calle escondida del Raval, el carrer de la Verge,
en una librería melancólica, en un día húmedo y gris de febrero.
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