"El corazón de la fiesta", de Gonzalo Torné
El
corazón de la fiesta.
Gonzalo
Torné
Editorial
Anagrama
Fantasmagoría
Resulta
difícil ponerse a escribir sobre esta novela sin dejar de sentir
cierta incomodidad. Los escenarios y las instituciones son reales, y
lo son las circunstancias en las que se mueven los personajes. El
corazón de la fiesta habla
de la corrupción como mal endémico en el ascenso y la caída del
pujolismo, habla del poder del dinero como sustancia adictiva para
coser sacos sin fondo. Están presentes además algunas de las claves
que sustentaron aquel régimen, ya sean externas, como la tensión
identitaria o las diferencias de clase, que subyacen en los
laberintos internos del poder.
Con estos ingredientes de partida,
Gonzalo Torné ha creado un artefacto literario muy ambicioso. No se
limita a hacer crítica social o incluso sátira de “un tiempo, un
país”, tampoco se queda en la descripción, a veces esperpéntica,
de modos de sentir la identidad. O en la descripción de la
impunidad, o de los valores de la clase media, o del afán desmedido
de riqueza. Sed de poder y de dinero que lleva a algunos personajes al terreno de la sordidez.
“Un día casaré a mi hija en el Palau de la Música, me pagarán el bodorrio con sus impuestos y nos seguirán votando. ¿A quién iban a votar? Somos los suyos y sin los suyos no son nadie, ¿qué van a ser?”.
Dejemos aparte la
desazón e incomodidad que nos conmueve como lectores y hablemos de
literatura. Destacan principalmente, entre otros, tres elementos en
la construcción de la novela.
El
primero es la experimentación en el tratamiento de las voces
narrativas. Gonzalo Torné explica que ha querido ir más allá del
mero diálogo o conversación entre personajes. Se ha refiere a esta
innovación como “intercambio” de voces y puntos de vista que a
veces se enfrentan. La narradora Violeta Mancebo “intercambia”
con Clara, en la segunda parte de la novela, el grueso de la
historia.
La solución tipográfica es entrecomillar la voz de Violeta en
primera persona. Su interlocutora es Clara, “la vecina que me oyó
gritar”, personaje recurrente, que transmite en tercera persona las
mismas secuencias a un tercer: Joan-Marc, su “exnovio y una
calamidad manifiesta”. Es curioso y original (y algo artificioso,
¿por qué no decirlo?) este “intercambio” en las voces
narrativas, con una doble perspectiva de las escenas.
El segundo elemento
es la voz de los personajes femeninos, que es una voz con mucha
fuerza y credibilidad. En
la presentación de la novela en Barcelona, ante el halago por este
hallazgo en las voces femeninas, Torné respondió a Ignacio
Echevarría con una frase magistral: “Solo
es cuestión de escuchar a las mujeres”.
Destaca
el largo monólogo de Violeta Mancebo cuando compara la actividad
sexual de sus dos amantes: su marido, el Bastardo y su cuñado,
Yúnior. Ironía sobre la tensión que le supone la doble vida.
Violeta explica con detalles cargados de sarcasmo, escenas sórdidas
de las relaciones erótico-sexuales con ambos. Si bien es cierto que
Torné acierta en la construcción de personajes femeninos, también
lo es que la de Violeta es una figura con algunos tópicos en sus
costuras: la desmesura, el descaro, el orgullo, la ambición, su
desclasamiento, la cerrazón del padre y su actitud frente a la
muerte de su esposa. Pero lo que más chirría es el
uso indiscriminado del adjetivo “charnega”, término que las
altas instancias del llamado “oasis catalán” quisieron eliminar
de un plumazo, cuando era catalán todo aquel que viviera o trabajara
en Catalunya. A Violeta le duele especialmente este calificativo
cuando Yúnior, el cuñado-amante con el que intenta quedarse
embarazada, le grita:
“Tú eres...El pare té raó, el teu problema no és d'on vens, la teva desgràcia és que no saps on és el teu lloc. Baixa del cotxe. Xarnega, filla de puta.”
Por último, cabe
señalar la relevancia del espacio narrativo: la ciudad de Barcelona,
que aparece retratada desde varios ángulos. La ciudad se nos
presenta como un escenario interclasista, como centro del poder
político y de influencias. A Violeta, Barcelona “siempre
la había seducido porque era áspera e indecente y sucia, y no
reconocía a nadie como hijo suyo, mientras se dejaba atravesar por
miles de fantasías como un sueño de descanso, odio, reposo y
ambición.”
Como guiño, o juego
narrativo, es curioso que aparezca hacia el final de la novela, una
pirueta descriptiva de Barcelona que recoge párrafos sobre la ciudad
expresados por personajes diferentes, y que hemos leído en páginas
anteriores. Me ha recordado el procedimiento de
diseminación-recolección de los poetas del Barroco:
“Ahora vendría el descubrimiento del mar podrido que retiene el puerto, a primera fascinación por el reticulado comercial del Eixample, el ardiente litoral cosmopolita, la retorcida monumentalidad del Gòtic, (….): la ciudad sucia, desafiante, golosa, que se ofrece a todos los que la atraviesan como un sueño de huida y ambición, y que no reconoce a nadie como hijo suyo….”
Para cerrar, acudo a la contraportada de Anagrama (siempre certera) para confirmar que la prosa en esta novela es "vibrante y desvergonzada", que la mirada de Torné es "tan acerada como lúcida" y que con El corazón de la fiesta, "ha escrito su novela más audaz".
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