El bandido. Robert Walser
Traducción
de Juan de Sola Llovet
Ediciones
Siruela
2ª
edición 2010
El bandido es una de esas novelas extraordinarias
que un día se asoman a tus ojos de lector y de pronto parecen
devorarte, luego te invitan a desovillar la madeja, para quedar
finalmente atrapado en sus redes.
El borrador de la historia del bandido fue hallado
entre los microgramas de Robert Walser (1878-1956). Se trata de
series de escritos abigarrados, trazados a lápiz y en letra casi
microscópica. El manuscrito aparece en un conjunto homogéneo, sin
título, de 35 párrafos contenidos en 24 hojas que más tarde fueron
transcritas, revisadas y datadas hacia 1925.
A este procedimiento de
escritura, el propio Walser lo denominaba el sistema del lápiz, a la
manera paciente y lenta de los copistas de oficina. Tal vez concibe
estos escritos como un ejercicio literario, como un experimento, que
le permita esconderse, desaparecer, hacerse muy muy pequeño, casi
invisible, (hacerse más pequeño que un dedal). Y desaparecer
en un discurso infinito, en cientos de líneas abigarradas donde
difuminarse. Tal vez llegar a ser nadie como el joven Jakob von
Gunten aprende en el Instituto Benjamenta.
La trama de El bandido narra las relaciones
amorosas entre un joven idealista, sin nombre y quizá sin identidad,
enamorado de una camarera, Edith, y todo lo que lleva a cabo para
intentar atraerla; aunque también se debate entre otras mujeres.
Pero lo verdaderamente excepcional y original es el modo de narrar.
La novela se cuenta a sí misma. Aparece un juego de planos entre el
narrador en primera persona y el personaje del bandido, que van
acercándose cada vez más, hasta que al fin se confunden y se
encuentran en una única voz.
El narrador dialoga constantemente con su criatura, lo
aconseja, lo reprende, lo vapulea, también lo defiende...y ante todo
no quiere que se le confunda con él..Todo esto lo hace apelando a un
nosotros que somos el lector. A
las pocas páginas de la novela ya el narrador se incluye en el
“nosotros” y deja fuera al bandido. Se dirige a Edith desde el
nosotros: “Solo
lo defendemos cuando creemos que lo merece”.
Otras veces el narrador se presenta como “el
guardián”
del bandido.
Es un narrador con incontinencia verbal. Las escenas se
suceden casi sin solución de continuidad, aparecen digresiones,
referencias al contexto social, detalles nimios y acaso impresiones y
avances de tramas con promesas de que “volveremos a ello más
tarde”. El lector se siente a veces impotente para hilvanar la
coherencia de las situaciones que se describen y aquello que se
denomina “el sentido de la consecuencia”. A veces se pierde y se
deja llevar a gran velocidad por el fluir de conciencia de este
narrador impertinente que no cumple su palabra de volver sobre ello.
Toda secuencia se diluye.
Nadie
descubrirá o sacará nada en claro; si no, se acabaría el placer de
la reflexión.
Y al fin, cuando más aturdidos nos hallamos los
lectores ante tal avalancha de discurso verbal, entonces caemos en la
cuenta de que tal vez el propósito último sea diluirnos,
difuminarnos también como lectores, que nos perdamos en los
extrarradios, en los rodeos, en los meandros, en...y en ellos todas las imposturas de la sociedad de su tiempo y lo establecido para las novelas al uso.
“¿Acaso escribir no consiste sobre todo en rondar o vagar en torno a lo esencial, como si merodear alrededor de una especie de papilla caliente fuera algo magnífico?
Al escribir uno siempre posterga algo importante, algo que quiere destacar a toda costa, mientras habla o escribe sin cesar de algo distinto que es completamente secundario.”
(La papilla caliente, 1926-1927).
La
portada de la edición de Siruela reproduce la acuarela pintada por
su hermano Karl, que muestra a Robert Walser, con 14 años, disfrazado
de bandido. Y es que sentía desde pequeño gran atracción por la
obra Los bandidos, de Schiller, en la que el protagonista,
tentado por algunos compañeros, acepta dirigir un grupo de bandidos
cuyo propósito es combatir y vengar injusticias, infamias y
tiranías.
Pero, ¿cómo es el bandido? ¿Qué clase de persona es? No tiene ni siquiera nombre, no tiene apenas tampoco identidad, y es que hay una renuncia en los personajes de Walser a ser de alguna manera, a tener personalidad.
Pero, ¿cómo es el bandido? ¿Qué clase de persona es? No tiene ni siquiera nombre, no tiene apenas tampoco identidad, y es que hay una renuncia en los personajes de Walser a ser de alguna manera, a tener personalidad.
Leamos algunas referencias:
Es de esa clase de personas que son verdaderos titanes en el arte de aplazar, que hallan placer en privarse de un placer. (…) Su conciencia es ligera, pequeña, apenas si la nota. Es ramificada, flexible y plegable, no le ocasiona molestia alguna. (...) El bandido era la bondad en persona. (…) Le llamaban sinvergüenza porque aún no había escrito su tan esperada novela.
En
la consulta del doctor se confiesa de lo que le pasa, que a veces se
siente muchacha. Las ensoñaciones del bandido le permiten viajar a
otras identidades. Lo degradan al rango de doncella. No sabe si es o
no una muchacha. Se describe a sí mismo como un hombre muy honrado,
trabajador, capaz: Creo que vive en mí una suerte de niño o de
chiquillo. Puede que tenga el corazón demasiado alegre. Soy la
resignación en persona. Soy dueño de un enorme capital de fuerza
amatoria.
Quien vive en paz interior, quien está completo, quien se ha reconciliado consigo mismo y con su existencia, quien da una impresión de equilibrio: he ahí quien merece el amor.
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