El adversario, de Enmanuel Carrère
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Enmanuel Carrère, El adversario Editorial Anagrama 2000. ISBN 978-84-3397715-1 |
Crónica de un hecho
real, un acontecimiento que conmovió a la opinión pública por lo escalofriante
de su secuencias. El falso médico Jean-Claude Romand mató una mañana de sábado
a su mujer, a sus hijos, a sus padres e intentó acabar también con su vida provocando
un incendio, pero esto último no lo consiguió. No aguantó el picor que
le producía el humo en los ojos ni el primer ahogo. Cuando abrió la ventana
para respirar, los bomberos habían llegado ya.
La crónica se hace
novela desde las primeras líneas:
“La mañana del sábado 9 de enero de 1993, mientras Jean-Claude
Romand mataba a su mujer y a sus hijos, yo asistía con los míos a una reunión
pedagógica en la escuela de Gabriel, nuestro hijo primogénito. Gabriel tenía
cinco años, la edad de Atoine Romand. Luego fuimos a comer con mis padres, y
Romand a casa de los suyos, a los que mató después de la comida”.
El paralelismo de las
secuencias dibuja el contraste entre la vida ejemplar de Luc Ladmiral, en el
papel de mejor amigo y confidente de Jean-Claude y las escalofriantes acciones
que este acometió el sábado 9 de enero de 1993.
Ese fue el primer día
en que Romand fue él mismo, tras 17 años de mentiras, de impostura y
fingimiento que Carrère va revelando según avanza la investigación. Ese sábado
comienza para él la liberación. La vida entera como una farsa, una
representación, desde las primeras mentiras a los padres, hasta el punto de
utilizar como excusa la muerte “falsa” de su madre o el diagnóstico “falso” de
un cáncer para despertar la compasión de los suyos. Inventar una vida ejemplar
pero vacía, llena de horas muertas para seguir urdiendo la trama. Y cuando el
cuello del embudo se estrecha hasta sentirse aplastado por sus propios muros,
baraja algunas opciones: Confesarle a su mujer la verdad, huir al otro lado del
mundo, simular un suicidio y no estar allí cuando todo estalle. Y es que lo
peor era “presenciar el hundimiento de la familia y afrontar sus miradas”.
Jean-Claude Roman opta por la opción que le va a evitar ese re-conocerse en los
suyos como un impostor.
El relato pormenorizado
de los hechos se convierte pronto en novela. Para novelar es preciso entrar en
contacto con el asombro de los personajes. Y eso lo consigue Carrère. Los
ingredientes de la verosimilitud ya los tiene: los marcos de temporalidad, los
acontecimientos, los testigos, el proceso de averiguación…Cuando el lector
comprende la extrañeza, el asombro, la urdimbre como reflejo de la condición
humana, el resultado es pura literatura.
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