El libro que le gustó a Luis Landero
El
7 de noviembre de 2013, el escritor Luis Landero acudió al Café Comercial de Madrid.
Y lo hizo esa tarde para participar en la presentación de un libro de relatos
editado por Gramática Parda. Le movió únicamente la pasión por la lectura y el
deseo de acompañar al autor, quien intenta hacerse con un espacio en el
territorio de la literatura.
El título, Las
tres caras de la moneda.
El autor, Jorge Gamero.
El
libro está estructurado en tres bloques (o caras de moneda), compuesto cada uno
de ellos por ocho relatos. Entre las claves de lectura de esta colección de
cuentos literarios podemos apuntar:
× La propia ejecución de los mecanismos de
la ficción, para asirse uno a la escritura como tabla de salvación, como
refugio ante la intemperie. Son temas que laten en la primera parte, la más
autorreferencial, titulada “Gajes del Oficio”,
× El proceso creativo como pasión, como
obsesión por escribir y por sentir en esa “literatura de los sentidos” que se
pasea por las páginas, equiparada a la erótica. La pulsión de amor y placer aparece
en el segundo bloque del libro, “El amor y sus (D)efectos.”
× La relación entre vida y literatura.
Dualidad, confusión de ambos planos. Una relación que consiste en la conversión
de la vida en texto, el paso de la historia cotidiana a trama.
A Luis Landero le gustó
el libro. Aquella tarde en el Comercial lo definió como “libro casa, libro hospitalario, lleno de habitaciones donde puedes
entrar, salir, subir, bajar”. Y es que se trata de un libro heterogéneo
donde conviven relatos breves, algunos muy breves, (unos son pura elipsis,
otros son juegos literarios o experimentos narrativos). Aparece también el
cuaderno, el diario y la autoficción. En los microrrelatos, por ejemplo, la
elipsis se hace protagonista, es como si se ocultara el resto del cuento, que
debemos prefigurar en nuestra imaginación.
El cuento que lleva por
título, “Reciclaje”, es un divertido e interesante juego de espejos. Se
logra crear una historia con los títulos de obras literarias, que van
engarzados de manera se urde una trama, un relato compatible semánticamente.
“Trató
a caballeros de fortuna incalculable, aprendió a recitar la biblia en arameo,
se deshizo de la celestina tras conocer el amor en los tiempos del cólera,
cuando en las últimas tardes con Teresa, una amante esporádica en el camino,
ardiera de pasión y enajenación sexual.”
En apenas cuatro líneas,
aparecen escondidos seis títulos literarios encadenados. El protagonista, Eduardo Torres, enfermo del mal de Montano
(patología inventada por Enrique Vila-Matas) sufre una metamorfosis de lector a
libro. Al fin quedará lo que somos los lectores: las cenizas de los libros que
hemos leído. 116 títulos han sido reciclados.
El autor se permite
otros juegos con la voz que narra, por ejemplo en el relato titulado
“Comunicación”. Se trata de un cuento experimental, un juego literario que
sugiere el concepto de G. Perec. Recopilación de anuncios de contactos que van
hilvanándose a modo de rompecabezas o puzle
de las relaciones humanas. El azar y tu intuición dotan de sentido al
relato. El último anuncio cierra el texto con el efecto sorpresa. Es el anuncio
de un escritor. Se plantea una relación de oferta de contacto escritor/editor.
En la otra cara de la moneda,
el segundo bloque de relatos, “Del amor y sus (D)efectos”, la pasión por la
escritura deja paso a la pasión erótica. Predomina aquí el placer de los
sentidos, el sexo, el amor y, de nuevo la autorreferencia. En “La Giganta”, vuelve la mujer como motor imaginativo.
El ritmo va in crescendo, el registro
atrapa y dota de verosimilitud a los personajes. El protagonista aparece cada
vez más encogido ante ella. No logra satisfacerla, se va empequeñeciendo a su
lado. La giganta se hace cíclope, ninfa pantagruélica. Asoma un guiño al
dinosaurio de Monterroso. “Cuando desperté,
la giganta aún seguía allí”. García, el narrador, alude al “mal de
Montano”, como pasión desmedida por la literatura, la obsesión que lleva a
vivirlo todo literariamente.
El último bloque, "Y otros asuntos pendientes", se abre con una dedicatoria a “los locos, perdedores y amateurs del mundo” Se trata de la cara de
la moneda de la injusticia social, de la indiferencia, de la crisis económica
que todo lo ha cambiado. “El detective Farol” es el relato más largo de toda la
antología. Se trata de una pieza con tintes de género negro, pero también de breve
novela picaresca. El narrador en tercera no es objetivo, y se muestra bien caracterizado por su manera de
hablar. Duda algunas veces, y esto lo convierte en una voz muy verosímil.
A pesar de la heterogeneidad
del libro, predomina una gran capacidad de sugerencias y, por encima de todo,
está el runrún que recorre las páginas, pieza a pieza de este mosaico (o como
dijo Landero esos “cachivaches narrativos, artefactos, cositas narrativas”).
Ese runrún es el tono, un tono limpio y luminoso, un ruido que se hace
conocido, una entonación que logra dar sentido unitario. Es una música que
evoca dudas, pero a la vez, complacencia, veneración por la escritura,
melancolía, pero con trazos de serenidad y alegría. Muchas veces, eso es lo
difícil de conseguir y es lo que se parece más a la voz propia, al estilo
literario.
Señora Meoro, me saco el sombrero, sin ni tan siquiera usarlo...
ResponderEliminarHerminia me encanta tu estilo, en lo personal, y en lo profesional...chapo!! ;)