"Otro mundo", de Alfons Cervera
Otro mundo es una de las tres novelas de Alfons Cervera (Valencia,
1947) que forman parte de la trilogía Libro
de familia, publicada recientemente por la editorial Piel de Zapa. Se trata
de las obras que el autor de Gestalgar ha dedicado a la memoria familiar
(madre, padre y hermano) y personal: Esas
vidas (2009), Otro mundo (2016) y
Claudio, mira (2020), novelas que
cierran el círculo de su historia familiar y que el propio Cervera describe con
palabras dirigidas a su hermano Claudio:
“Hace tiempo escribí una novela sobre la muerte de madre. Y unos años después, otra en que contaba los silencios de padre, unos silencios que nunca rompió para contarnos lo que escondían dentro. La historia oficial de la derrota se la inventa la victoria. Ahora escribo esta en la que somos tú y yo los personajes principales. Sin haberlo pretendido -o eso creo- es como si cerrara con este libro un tampoco sé si real o imaginado libro de familia". (Cervera, A, Claudio, mira: 2020)
Alfons
Cervera es una voz singular, alejado de las imposiciones del mercado y
reconocido como autor de la memoria, tanto de la colectiva como de la memoria
individual y familiar. En Otro mundo, novela
de apenas 150 páginas (fiel a su apuesta por la brevedad) ha logrado provocar
en los lectores una suerte de reconocimiento ante un ejercicio de sinceridad y
valentía para enfrentarse a silencios incómodos del núcleo familiar. Es mucho
más que una novela sobre los recuerdos o el diálogo con el padre, como esas
novelas sobre las relaciones entre padre e hijo, que casi conforman un
subgénero, y a las que alude aquí el mismo “hijo Alfons” y narrador. De Franz
Kafka a Philip Roth, pasando por Sören Kierkegaard, Annie Ernaux o La muerte del padre, del noruego K. O.
Knausgard, podemos rastrear interesantes propuestas sobre las relaciones
paterno filiales, con mayor o menor intensidad en el “ajuste de cuentas” con el
padre.
En
Otro mundo aparece el espacio
personal Cervera: los Yesares. Se trata de un espacio no real. “Es una media
invención”, apunta; un paraje del pueblo de Gestalgar, antigua ubicación de
fábricas de yeso de las que todavía se conservan las ruinas. La comarca de la
Serranía, a 50 kilómetros de Valencia, es una zona despoblada y enorme que
podría ser cualquier pueblo de la España vaciada. Los Yesares, junto con
palabras como “memoria”, “miedo”, “silencio” o “recuerdos” forman parte del
léxico esencial de Alfons Cervera.
Hoy el autor ha venido a hablar con los lectores de la Biblioteca Gabriel García Márquez sobre Otro mundo, pero las reflexiones han ido más allá para abordar un tema recurrente: el sentido de la escritura. Esto es, la escritura y su sentido como la reconstrucción de “otro mundo”: “la construcción de lo que no existe más que en la imaginación de quien lo escribe.” (Cervera, 2016: 86). Es una alusión al tema “Another world”, canción de The Roches.
Cervera apunta que en sus novelas
intenta romper el silencio: “ese silencio que viene de lejos, no sé de dónde,
tal vez del miedo, de la humillación a que te someten las derrotas, a la
culpa. La renuncia es desasosiego, es intemperie”.
Otro mundo es la historia de un silencio, el silencio del padre, fallecido en 1992. Alfons Cervera descubre cuál fue la chispa que motivó la escritura de este libro: el hallazgo, veinte años después de la muerte del padre, de un documento oficial, su expediente militar: Claudio Cervera, militante anarquista, condenado a doce años de cárcel por un atraco cometido con arma de fuego. En 1952 la condena a prisión fue atenuada pero se le denegó el permiso para salir de la comarca. Tras este descubrimiento, está justificado el silencio. El hijo puede explicarse ahora las continuas mudanzas de toda la familia a otros hornos, otras escuelas y otros domicilios. Los cambios fueron para él una manera de respirar, de sentirse libre.
El hallazgo de los documentos vino a justificar toda una forma de vida familiar: padre panadero y aficionado al teatro, a quien la sentencia le impidió los desplazamientos para actuar. Señala el hijo que el padre era muy buen actor pero la historia le frustró la vocación. Lo dice en la novela y comenta la imagen de la portada del libro: una foto hallada por el hijo-narrador en un cajón cuando buscaba un termómetro, en la que el padre interpreta “El idiota”, no la obra de Dostoievski sino de Emilio Gómez de Miguel, un autor casi desconocido.
Alfons Cervera define la memoria como un conjunto de recuerdos y destaca una frase, con vocativo, breve y desoladora:
“Los recuerdos, padre, esa mierda”.
“Esta novela es recordar constantemente no haber podido compartir el dolor de mi padre con él.”, señala el autor. Es la conversación con una ausencia, es desilusión, desgarro, desencanto. Es la interpelación al padre panadero por todos los silencios y la difícil comunicación. El reconocimiento del lector se da porque Alfons Cervera ha trazado la figura de la generación marcada por la guerra, la de los perdedores. La conclusión es que un hombre murió de miedo y no habló en toda su vida.
“Heredaste
del abuelo Claudio, además del nombre, la sólida compostura de la piedra. Ahí
estabas, en la boca del horno, con la pala en las manos y el insignificante,
rutinario, vaso de cazalla para aliviar el calor insoportable de las brasas.
Otra frase que se queda dando vueltas en la cabeza y que también subraya el sentido de la escritura, el efecto de la literatura:
La
infancia no existe. Se va borrando con los años igual que las huellas de los
caballos en los desiertos de Arizona. (62)
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