24 lecturas de 2024: un año de descubrimientos

 


Libros 2024
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1. Nefando, de Mónica Ojeda

2. Querido Miguel, de Natalia Ginzburg

3. Cosas que ya no existen, de Cristina Fernández Cubas.

4. Historia personal del boom, de José Donoso.

            En su Historia personal del boom (1972), José Donoso (1924-1996) quiere subrayar en qué consistió la renovación literaria. Para Donoso, Carlos Fuentes fue la pieza clave para ampliar la importancia de la literatura latinoamericana y su universalización vía Europa (Barcelona fue el centro editorial de los autores del boom).

5. La respiración cavernosa, de Samanta Schweblin.

            La historia de una mujer enferma de Alzheimer esconde una reflexión sobre la pérdida, la identidad y el declive. La lista que Lola lleva siempre consigo con sus premisas fundamentales:

“Clasificarlo todo. Donar lo prescindible. Embalar lo importante. Concentrarse en la muerte. Si él se entromete, ignorarlo”

6. El año de Gracia, de Cristina Fernández Cubas.

7. La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.

            Con el tema de la revolución, Fuentes explora la identidad del mexicano y la historia mexicana constituida a través del mito precolombino. La visión mítica que Fuentes tiene sobre México se fundamenta en el concepto de temporalidad cíclica: el eterno presente. Reflexiona sobre la falta de progreso, uno de los males del país. Este ciclo se inicia en la época indígena y se proyecta sobre el resto de la historia de México.

8. Vida de poeta, de Robert Walser.

            La observación de la naturaleza, el amor, la escritura, y el hallazgo de un nuevo prodigio ante el que no queda otra opción que la celebración y el júbilo:

 ¡Qué alegría tan sana y buena procura el vagabundear! Solo las alegrías inocentes son verdaderas.

Júbilo ante la extrañeza de la vida, a pesar de que en esos años, Walser, el poeta de lo pequeño, sufrió pérdidas personales importantes: su padre muere en 1914 y en 1916, su hermano Ernst, esquizofrénico, fallece en la clínica en la que estaba ingresado. Tres años más tarde, su hermano Hermann se suicida, aquejado también de problemas psicológicos. Lo original de la prosa de Walser en estas piezas tan breves es la inocencia con que recibe lo natural, los paisajes, el amor, los seres vivos o las personas que le salen al encuentro. Todo es siempre nuevo, como hallado por primera vez. Es una sensación que se contagia en el mismo acto de leer, con esta prosa que desprende una música suave.

9. La inocencia castigada, de María de Zayas.

            La mujer del siglo XVII se encuentra fuera del sistema social. No puede ejercer ningún tipo de control sobre su destino, el cual es regido por hombres. El control de las mujeres se revela como estrategia para manejar la crisis social. Las novelas de Zayas otorgan al matrimonio un sentido de vida desgraciada, con casos de maltrato físico y psicológico. Las mujeres viven encerradas en el ámbito doméstico, obsesionadas por su honra y en el ámbito privado también son víctimas de la violencia ejercida por los hombres. María de Zayas opta -para varios de los desenlaces de sus historias- por la huida al recinto sagrado o monasterio, que es como un microespacio habitado por mujeres.

10. Victoria Ocampo, Virginia Woolf. Correspondencia.

11. Algo del otro mundo, de Iris Murdoch.

12. Estrella distante, de Roberto Bolaño.

            Bolaño desplaza los límites entre conceptos de verdad y de falsedad; dialoga con la tradición del género policial, aborda la desautomatización de motivos de la tradición del boom y el post-boom y sus personajes encarnan la imagen de los poetas de vanguardia que, como Nicanor Parra, creador de un fenómeno llamado antipoesía, rechazan los cánones de la poesía tradicional. Vuelve la dificultad de literaturizar el horror, pensar con qué estrategias narrativas reproducir la angustia, el miedo, la desazón de sufrir la violencia de Estado. Y de nuevo cobra sentido la cita de Theodor Adorno: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”.

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https://letralia.com/sala-de-ensayo/2024/07/22/estrella-distante-de-roberto-bolano/


13. Todos los cuentos, de Cristina Fernández Cubas.

            Algunas de las constantes que podemos reconocer en su narrativa breve parten de la utilización de procedimientos del género fantástico, pero actualizados y presentados de manera original. Se trata de recursos que intervienen desde la cotidianidad para la quiebra de la realidad y la intrusión de lo inquietante. Aparecen narradores con mentes trastornadas; motivos y temas como el doble, la infancia, la búsqueda de la identidad, la memoria, el mundo onírico o mundos paralelos que se rigen por otras normas, entre otros. Además, la autora explora las posibilidades de objetos como relojes o espejos para reflejar lo ilusorio de las apariencias. En cuanto a las técnicas narrativas, destaca el uso de la ambigüedad para jugar con la intriga y poner trampas que el lector debe desentrañar. Así, la voz del narrador, muchas veces no fidedigna, dosifica la información, manipula al lector y oculta los datos relevantes. Para que la realidad, aparentemente normal, se quiebre o las grietas hagan su aparición, se precisa muchas veces de una alteración de las dimensiones del tiempo y del espacio.

14. Entre los muertos, de Stanislaw Lem.

15. Un puñado de flechas, de María Gainza.

            Narradas en primera persona, el libro recoge historias relacionadas con el mundo endogámico del arte contemporáneo y sus propios mecanismos de supervivencia. La autora coloca en el centro el objeto de arte y lo convierte en foco de la narración. Se desplaza entre la crónica, el ensayo y la autoficción en un movimiento que sugiere algo más que el vínculo entre arte y literatura.

16. Hambre de realidad. Un manifiesto, de David Shields.

17. Cartas a la princesa, de Mario Levrero.

            Mario Levrero y Alicia Hoppe se conocieron en 1967, cuando ella entabló una relación con quien sería su marido, Juan José Fernández, amigo de la infancia del escritor. Asistimos al devenir de una relación que se transforma desde el eje paciente-doctora y pasando antes por la amistad, en una historia de amor repleta de recovecos.

18. La última función, de Luis Landero.

19. Sin destino, de Imre Kertész.

20. El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith.

21. El último sueño, de Pedro Almodóvar.

22. Lengua dormida, de Franco Félix.

            El autor mexicano Franco Félix (Sonora, 1980) realiza un ejercicio de introspección, lo hace buceando en su intimidad entre recuerdos de su infancia para armar con ellos las claves de su novela. Con una serie de materiales narrativos heterogéneos (cuadernos, relatos oníricos, episodios biográficos, apuntes filosóficos o recuerdos con trazas de autoficción) Félix aborda la vida y la muerte de su madre, Ana María, una vida que oculta, como enigma, otra vida anterior.

23. Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro.

            “Mis calles, mis habitantes, mis plazas”. La voz que narra, Ixtepec, sostiene la distinción entre el yo y el nosotros indeterminado que son los habitantes del pueblo, la comunidad. Aparece un registro lírico, poético, con tramas argumentales que se entrecruzan constantemente. Cuenta la tragedia de un pueblo que se desfigura por la nueva realidad impuesta por la Revolución mexicana, en plena guerra cristera (1926-1927). Elena Garro utiliza recursos que van a marcar la narrativa posterior, como son el uso de la hipérbole, el motivo del amor tratado como una maldición o un embrujo, o las connotaciones de la naturaleza.

24. El vértigo horizontal, de Juan Villoro.

             Villoro aborda un retrato poliédrico de la Ciudad de México y los chilangos (sus habitantes). Habla también en este libro-río de literatura mexicana, de la visión sobre la ciudad que han dado muchos autores, desde el siglo XVI y las Crónicas de Bernal Díaz del Castillo sobre Tenochtitlan, hasta los títulos más recientes de Valeria Luiselli o Guadalupe Nettel.






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