De literatura mexicana contemporánea

 





 

Vuelvo de México, un país electrizante, y en el vuelo de regreso a Madrid, apuro las últimas páginas del libro de Juan Villoro, El vértigo horizontal, Una ciudad llamada México, donde el escritor aborda un retrato poliédrico de la Ciudad de México y los chilangos (sus habitantes). La vida bulle en la capital y se desprende una energía que seguro perdurará en mi memoria por mucho tiempo. Villoro habla también en este libro-río de literatura mexicana, de la visión sobre la ciudad que han dado muchos autores, desde el siglo XVI y las Crónicas de Bernal Díaz del Castillo sobre Tenochtitlan hasta los títulos más recientes de Valeria Luiselli o Guadalupe Nettel.


 

“Para Carlos Fuentes, “la Ciudad de México es un fenómeno donde caben todas las imaginaciones. Estoy seguro de que la ciudad de Moctezuma vive latente, en conflicto y confusión perpetuos con las ciudades del virrey Mendoza, la emperatriz Carlota, de Porfirio Díaz, de Uruchurtu y del terremoto del 85. ¿A quién puede pedírsele una sola versión, ortodoxa, de este espectro urbano?” (Villoro, 33)

 

Si bien es verdad que la literatura ayuda a conocer a fondo un lugar, sea ciudad, paisaje o nación; no es menos cierto que México es el centro de un universo narrativo complejo, siempre ligado a la historia y a la idiosincrasia de sus pueblos. Cuando el escritor español Álvaro Pompo, recién galardonado con el Premio Cervantes, llegó a la capital mexicana en 2004, confesó a Juan Villoro: “México es demasiado complejo para entenderlo a simple vista, necesita ser leído”.

Entre los rasgos generales de la literatura mexicana podemos señalar su importante función de precursora de motivos, temas y técnicas, por ejemplo la creación de espacios míticos como el de Comala, en Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo, antecesora junto con otras de Alejo Carpentier, del llamado Realismo Mágico.

Cabe apuntar, además, el papel destacado de la producción mexicana en el mapa de la literatura universal, sobre todo, a partir del fenómeno del boom, en el que México contribuyó con distintas voces como la de Carlos Fuentes, Octavio Paz o Elena Garro.

En su Historia personal del boom (1972), José Donoso (1924-1996) quiere subrayar en qué consistió la renovación literaria. Apunta que el boom se habría iniciado en torno a la figura de Carlos Fuentes, en México, quien mostró su compromiso con la Revolución Cubana. Donoso destaca la fecha de 1962 por un hito: el Congreso de intelectuales que se celebró en la Universidad de Concepción (Chile), organizado por Gonzalo Rojas. Allí asistieron Alejo Carpentier, Pablo Neruda, José Miguel Oviedo, Carlos Fuentes, Pepe Bianco o José María Arguedas, entre otros. Una conclusión del encuentro fue que todos habían leído a europeos y norteamericanos, pero que, limitados por la falta de visión del mundo editorial, no se habían leído entre ellos, entre latinoamericanos. Hasta 1964 pocos autores estaban traducidos o contaban con un agente literario, figura que apenas se conocía. Donoso se refiere al mexicano Juan Rulfo como único escritor cuya fama, dice, “crece con cada libro que no escribe”.

En Historia personal del boom José Donoso comenta cuánto le impactó la lectura de La región más transparente (1958), de Carlos Fuentes. La obra tiene una intención totalizadora y la ambición de desentrañar del fondo de la ciudad lo que significa en esencia ser mexicano y latinoamericano. Hace mención a la “barroca impureza americana”, marcada por muchos cruces y síntesis. Es considerada  precursora del llamado boom de la nueva novela hispanoamericana.

“Y esta admirable novela de Carlos Fuentes nada tenía de cerrada ni de sencilla, ni de documental, sino que era, al contrario, una síntesis, una inclusión de todas las bastardías de raza y de gusto y de lenguaje y de forma: primaba lo artificial sobre lo natural, y la imaginación sojuzgaba al realismo sin obedecer a unidades prenovelísticas de ningún orden sino que a una potente óptica personal.” (Donoso, 63)

 

            Para Donoso, Carlos Fuentes fue la pieza clave para ampliar la importancia de la literatura latinoamericana y su universalización vía Europa (Barcelona fue el centro editorial de los autores del boom). El epicentro del fenómeno literario se dio en la capital mexicana y en torno a la figura de Fuentes, que tenía muchas redes de contactos y era un intelectual respetado. En La región más transparente:

“(…) La ciudad de México es y es una ciudad enorme, burguesa, proletaria, moderna pero con sótanos prehispánicos. Me interesaba el lenguaje, la ciudad como el lugar donde las cosas pueden decirse de más de una manera, donde la poesía es un híbrido estratificado por los lenguajes de clases e individuos”.

 

Además de Juan Rulfo, otro de los nombres que influyó en el fenómeno literario del boom, también es mexicano: Elena Garro (1916-1998) y su primera novela, Los recuerdos del porvenir (1963). Casada con Octavio Paz, quedó eclipsada por la sombra de él hasta que ha llegado, ya en el siglo XXI, el propósito de recuperación de su obra y la de otras “olvidadas”.

Elena Garro crea en su novela un espacio mítico literario: Ixtepec, cuya voz se convierte en el principal protagonista, que observa desde lo alto a los personajes cuyo destino anticipa sin poder remediarlo. Ixtepec evoca un período excepcional: la toma militar a cargo del general Francisco Rosas. El espacio es el narrador en primera persona.

“Mis calles, mis habitantes, mis plazas”. La voz que narra, Ixtepec, sostiene la distinción entre el yo y el nosotros indeterminado que son los habitantes del pueblo, la comunidad. Aparece un registro lírico, poético, con tramas argumentales que se entrecruzan constantemente. Cuenta la tragedia de un pueblo que se desfigura por la nueva realidad impuesta por la Revolución mexicana, en plena guerra cristera (1926-1927). Elena Garro utiliza recursos que van a marcar la narrativa posterior, como son el uso de la hipérbole, el motivo del amor tratado como una maldición o un embrujo, o las connotaciones de la naturaleza. Los recuerdos del porvenir retrata un microcosmos (geográfico y simbólico) dentro de un contexto histórico determinado, como en la novela Pedro Páramo o, años más tarde, en Cien años de soledad.

“La  Revolución  estalló  una  mañana y las  puertas  del  tiempo se abrieron para nosotros” (Garro 1992, 34).

 

Muchos son los autores mexicanos que escriben sobre la complejidad de México. Entre ellos cabe destacar la nómina que nos sugiere Juan Villoro en la entrevista que ofrece a New York Times,

 https://www.nytimes.com/es/2022/09/02/espanol/mexico-libros-guia-cdmx.html:

En su lista de lectura, Juan Villoro incluye autores no mexicanos que han escrito sobre el complejo universo del país o de la Ciudad de México:

       Historia verdadera de la Conquista de Nueva España, Bernal Díaz del Castillo

       Obras completas, sor Juana Inés de la Cruz

       El laberinto de la soledad, Octavio Paz

       La región más transparente, Carlos Fuentes

       Bajo el volcán, Malcolm Lowry

       La serpiente emplumada, D. H. Lawrence

       Los detectives salvajes, Roberto Bolaño

       En la llanura de las serpientes, Paul Theroux

       Temporada de huracanes, Fernanda Melchor

       Historia de mis dientes, Valeria Luiselli

       Apocalipstick, Carlos Monsiváis

       El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México, Juan Villoro

       Nada, nadie y La noche de Tlatelolco, Elena Poniatowska

       Palinuro de México, Fernando del Paso

       El cuerpo en que nací, Guadalupe Nettel

       Las mutaciones, Jorge Comensal



 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los niños tontos (2). Sobre los cuentos

"En memoria de Paulina". Un cuento de Bioy Casares

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

SOLENOIDE, la novela traslúcida

Los niños tontos (1). Sobre el libro.