"Pisando la dudosa luz del día"

 



Modernidad y surrealismo en



Pisando la dudosa luz del día (1945),

de Camilo José Cela


Ediciones Linteo, 2008


En el elegante marcapáginas que contiene el libro aparece una cita de Gonzalo Sobejano en la que, tras detallar fechas y proceso de edición del mismo, apunta una de las claves para la interpretación de los poemas que un joven Cela escribió entre 1934 y 1936: 


“cubre situaciones nocturnas o luctuosas, pero señala la tentativa autoral de la conciencia joven que busca un camino entre las sombras.” 

Pisando la dudosa luz del día es un libro que hay que entender en todo su contexto, desde su escritura en el año 1936 hasta su publicación en 1945. Alrededor de ambas fechas fluctúan una serie de circunstancias que serán determinantes. Así, en 1936 confluyen, por una parte, que los primeros aprendizajes literarios de Cela se habían proyectado exclusivamente en el dominio de la poesía en 1935, con dos poemas y una “Autopresentación” en El Argentino; y por otro lado, su relación epistolar con Lolita Franco entre 1934-1936, en la que se anuncia una búsqueda de voz propia. Además, Camilo José Cela asistió como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde el poeta Pedro Salinas daba clases de Literatura Contemporánea, lo que determinó sin duda su vocación. La publicación de los poemas nueve años después, en 1945, se debió al reconocimiento de su primera novela La familia de Pascual Duarte. 

Cela dice en el subtítulo que son “Poemas de una adolescencia cruel”. Y ciertamente hallamos la búsqueda de una voz propia como poeta pero marcado por duras circunstancias personales, como la terrible muerte de su novia, Toisha Vargas. La muerte está presente, además de en “TV”, en poemas como “Inventario de la oscuridad” o “Himno a la muerte”, poema este que cierra el libro y es el más extenso y cuyo último verso: “Hay suicidas que no quieren morirse” nos lleva de nuevo a la mención de Sobejano de “búsqueda de un camino entre las sombras”. Así, búsqueda de una luz, una esperanza.

El yo lírico de “Himno a la muerte” entabla un diálogo con la Muerte, la invoca como si le hablase a una mujer a la que reclama su presencia, le otorga vida a través de imágenes surrealistas que, en su asociación de elementos inconexos, se convierten en el instrumento ideal para la expresión de lo onírico y del subconsciente: “¡Ven Muerte, ven! Ven, Muerte, rodeada de esquinas / Ven, Muerte como un sueño, por algas misteriosas / Por cuerpos de carneros, por pétalos de olvido / Ven Muerte como un dardo a cabalgar mi sangre”. 

Además de esta asociación explícita entre muerte y sexo, otros temas que se interrelacionan en el poemario son el sueño y la pesadilla (también vinculado a la muerte), el miedo, la soledad, la huida,... 

El libro está centrado en la órbita estética del surrealismo y así lo corroboran algunos procedimientos o recursos como el uso de la imagen, las metáforas, las comparaciones, sinestesias, el epíteto surrealista (que Gonzalo Sobejano describe: “portador de una imagen cualitativa incoherente respecto a la significación real del sustantivo”) y otros motivos temáticos además de un tono de tristeza, escepticismo y a veces amargura para expresar una imagen desgarrada de la realidad. 

Leopoldo Panero, en el prólogo de Pisando la dudosa luz del día, destaca una voluntad radical de expresión en Cela movida por un instinto lírico de autenticidad: “Refleja los signos de su época: violencia de los ímpetus oscuros, visión despiadada del mundo, intuición de la vida como fealdad, como tristeza irremediable” 

En cuanto a las influencias cabe señalar varias ramas: 

1. La tradición clásica de Góngora y Lope. Nótese un rasgo gongorino centrado en la palabra como motor de creación de nuevas realidades en la imaginación del lector. 

2. Rubén Darío, la poesía más intimista de Juan Ramón Jiménez. 

3. Los poetas del 27, sobre todo Aleixandre, Alberti y Lorca; y en menor medida, el Dámaso Alonso de Hijos de la Ira (1944).

4. Incidencia del movimiento surrealista de André Breton en Francia. 

5. La obra de Pablo Neruda Residencia en la tierra, de 1935. 

En conclusión, si bien la primera vocación de Camilo José Cela como escritor fue la de poeta, su obra fundamental ha sido la narrativa; pero no cabe duda de que estos primeros versos cumplen una función germinal y de que en sus novelas aflora una cierta tendencia lírica en descripciones e imágenes poéticas.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Los niños tontos (2). Sobre los cuentos

"En memoria de Paulina". Un cuento de Bioy Casares

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

SOLENOIDE, la novela traslúcida

Los niños tontos (1). Sobre el libro.