"Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria", de Marta D. Riezu

 

Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria

Marta D. Riezu

Anagrama. 2022. 

Colección Compactos

Apuntes sobre una lectura. Este libro me estaba esperando.

Aquella mañana me encontraba en Palma, en la librería “La Biblioteca de Babel”, junto a CaixaForum, en el edificio modernista de Domènech i Montaner que albergó el Gran Hotel. Ahora caigo en que el círculo se cierra y todo cuadra porque es un edificio muy elegante: de ladrillo, estuco y piedra, con cerámica vidriada y cierto aire oriental.

 No acoplé libros en la maleta para este viaje a Mallorca porque quería comprarlos allí, en el destino. Siempre lo hago, es como un juego, esperar que el destino me plante ante algún libro que está esperando por mí. De repente lo vi, azul y con esbozos de peces en la portada. Me atrapó en un relámpago el subtítulo: Apuntes sobre elegancia involuntaria. Y, al instante, como siempre ocurre con Anagrama, leí la contraportada y me cautivó. Me lo llevo, pensé, y fingí recorrer los estantes de la librería porque acababa de entrar, pero estaba segura de que ya llevaba un tesoro en las manos. No es un libro de ficción, no sé si un ensayo, un cuaderno o un diario, ¿acaso de aforismos? Es como una invitación a comer, a sentarnos a la mesa en una sala donde compartir experiencias de los sentidos y cargar la mochila de nuevos referentes.

Del título se desprende la idea de sencillez, la belleza de lo simple. Lo dijo Cecil Beaton, fotógrafo, pintor y diseñador, cuando le preguntaron sobre la elegancia. Respondió: agua y jabón. Algo así como aquello de “Menos es más”. Es un libro de apuntes, como aquellos cuadernos de notas en los que además de citas, nombres y datos para no olvidar, se esconden algunas reflexiones personales, ideas puestas en papel para que no se olviden. El propio libro sugiere la estética de lo fragmentario y la no linealidad. Pero aquí el centro es la elegancia, la belleza, el arte, la armonía, el equilibrio, ese don que encontramos en algunos lugares, en muchos objetos, bellos simplemente porque sí, y en unas cuantas personas tocadas por la magia y la discreción.

En la contraportada nos avisan de que el libro aspira apenas a ofrecer un rato de compañía. “Abrir por cualquier página, un rato de compañía, descubrir algo, ir a dar un paseo. Eso sería perfecto.”  

            Marta D. Riezu ha estructurado el libro en tres partes: “Temperamentos”, “Objetos” y “Lugares”. Son apuntes de observaciones personales que van construyendo un canon a partir del concepto de “elegancia involuntaria”, esto es, espontánea, intuitiva. Y al final del libro, a modo de glosario versátil aparece un listado titulado: “Suplemento de afinidades”, donde aparecen personas, personajes, barrios, marcas, ciudades..., términos definidos con asociaciones que se retroalimentan. Aparecen muchas referencias artísticas y literarias que buscan la complicidad del lector o avivan su curiosidad, a la caza de afinidades o discrepancias con la opinión de la autora. La “selección” de la realidad que es objeto de comentario es de lo más variado: Europa, la costa mediterránea, Barcelona, Snoopy, Tintín, la prensa en papel, la moda, el hule, los hoteles, los perfumes. Es un elogio de lo de siempre, de las costumbres de otro tiempo, de la tradición y también de la modernidad bien entendida, la que difiere del consumismo feroz al que nos vemos empujados. Pero no se queda en los objetos, los lugares o la moda; sino que parece describir un “estilo” también de la personalidad,  un modo elegante de estar en el mundo.

            La lectura de Agua y jabón se ha dilatado conscientemente hasta ocupar los quince días. No quería que terminara ni el verano ni el libro, ha sido una rara convivencia: a la hora del desayuno, del café del mediodía, en las largas y ardientes tardes de agosto. Ha sido el compañero perfecto, en la butaca del salón, en la terraza e incluso sobre la toalla limpiamente estirada en la orilla, al pie de las olas.

Al terminar de leer, no queda otra que hacer balance de todo aquello que aparece y con lo que nos sentimos identificados. En mi caso ganan las afinidades con esta forma de mirar y de estar en el mundo, esa “existencia sencilla y centrada en lo esencial”

Quise conocer más de la autora y del libro, que tiene su mágica historia, porque fue publicado por la editorial Terranova, en una primera y única edición de 1500 ejemplares. Luego, tras agotarse y convertirse en objeto de culto, Anagrama lo reeditó en 2022.

Mis páginas preferidas son aquellas en las que aparecen largas enumeraciones caóticas de acciones u objetos tocados por la luz de la elegancia, aunque carezcan de toda utilidad.:

Elegancias inútiles: planchar las sábanas limpias (que nadie verá y que a la noche arrugamos), calmar a un perro que espera desconcertado en la puerta, tirar la lata de cerveza vacía que algún desalmado ha dejado en el banco, volver a leer un capítulo cuya maravilla nos acaba de trastornar. Más: vigilar la planta que lleva días rara, pasar dos horas con un regalo que podría despacharse en un momento, cocinar con esmero para nosotros solos, investigar una etimología dudosa.

O cuando nos da la receta para salir a flote si llegamos al temido estado de crisis o desolación que la autora llama “la intemperie”:

La música, el arte, las lecturas, la filosofía; con lo vivido, lo escuchado y lo reflexionado se crea un búnker mental.

Y del “Suplemento de afinidades”:

Literatura. Strindberg definió la escritura como “desnudarse en medio de una plaza”. Para Juan Eduardo Zúñiga, la literatura no es un espectáculo ni un trampolín de egolatría. El buen lector llega a uno sin presiones comerciales; lo hace por casualidad, destino o boca a boca.

Pues eso.





 


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