Natalia Ginzburg, "Léxico familiar"

 

Título original: Lessico famigliare

Traducido por: Mercedes Corral

Prólogo de: Elena Medel

Sello y edición: Lumen, febrero 2016

“Cuando yo era pequeña...”

Léxico familiar es un libro escrito con la memoria y los ecos de las voces de la familia y allegados de Natalia Levi, una familia judía y antifascista que vivió en Turín. Ella es la menor de los hermanos y la más reservada de todos. Natalia es la voz que narra y para ello se erige en observadora y oyente de conversaciones íntimas, a veces secretas y clandestinas, durante un largo periodo de tiempo, desde 1930 hasta 1950. El libro carece de toda referencia cronológica, pero sin duda es un testimonio del ascenso del fascismo en la Italia de los años 30 del siglo pasado.

 La idea de escribir sobre los suyos ya la tenía Natalia desde la infancia o la adolescencia, y así, en la “Nota de la autora” confiesa que el resultado es este libro, aunque pone en duda su veracidad ya que los recuerdos son a menudo reinventados y la memoria es débil, como sedimento cambiante, moldeable y siempre acomodado a las impresiones.

Natalia, el personaje que narra, desaparece, se queda en un segundo plano para dar paso a las voces, al parloteo, a la cháchara, a las frases que solamente cobran sentido en el seno de la familia. Así, las palabras tejen los recuerdos y estos hilvanan una historia que, sin duda, debemos leer como una novela, pero una novela que late con apariencia de oralidad.

 De la familia provienen los primeros silencios, y también las primeras voces de un registro que nos acompañará siempre y que sirve como eco de los recuerdos de las relaciones familiares. Forman parte del “léxico familiar” las palabras y expresiones singulares, cargadas de expresividad y fluidez. Aparecen términos con doble sentido, diminutivos, repeticiones, muletillas, frases cortas y sencillas, a veces sin terminar. Estos recuerdos de la infancia y juventud de Natalia surgen de retales de conversaciones y frases que se han quedado para siempre en la memoria. El libro termina con un catálogo de expresiones relevantes del registro de la familia Levi y se cierra con “¡La de veces que he oído contar esa historia!”, que siempre decía el padre.

Cada miembro de la familia tiene su propio repertorio de frases y podemos escucharlo porque cada personaje se presenta ante el lector hablando.

El padre, Beppino, que ama la ciencia, la naturaleza y el socialismo, tiene un amplio muestrario de frases: “Gente equívoca”, “Palurdez”, “Nuevo astro que surge”. Todo el mundo le parecía estúpido, “un tonto”. Designa con motes a familiares y amigos: “El Bigotudo”, “Las Beatas”, “El Demente”, “Las comadres”

La madre, Lidia, ama el socialismo, la poesía de Paul Verlaine y la música. Le gustaba el “placer de narrar”. Cuando cuenta recuerdos de su infancia lo hace en un dialecto milanés y si contaba historias ya narradas, alguien le decía “Esa historia ya me la sé”, “La de veces que he oído esta historia”.

Los cuatro hermanos de Natalia, tres chicos (que de adultos fueron detenidos y procesados durante el régimen fascista) y una chica, Paola. El mayor, Gino, era el predilecto del padre. Alpinista, le interesaba la historia natural, coleccionaba insectos, siempre estaba leyendo, serio, tranquilo. Según el padre, Gino “daba poco cordel”. El segundo, Mario había querido estudiar Derecho, pero el padre le obligó a matricularse en Económicas. Decía “el baco del calo del malo”. Se convierte en un famoso exiliado político hasta que vuelve a Italia en el 45. El tercero es Alberto. Logra el diploma del Liceo, pero seguía siendo, según la madre, “un delincuente” y “un crápula”. Le gustaban todas las chicas. Llegó a ser un buen médico, pero su padre desconfiaba. “¿Qué queréis que sepa Alberto? Y, por último, la hermana, Paola, siempre descontenta con la vida, se casa con Adriano Olivetti.

La propia Natalia, la menor, es de carácter reservado, observadora; se convierte en testigo de todo cuanto acontece en la familia. “No da cuerda”, “no habla”, decía su madre de ella. La llama “su jefa”. Tiene tres amigas en su adolescencia, a las que su madre llama “las niñas góticas”.


 Mi madre a mí no me contaba nada, porque me consideraba pequeña, y además decía que yo «le daba poco cordel»”

 

Su primer marido, Leone Ginzburg, un judío ruso, intelectual, profesor de literatura y antifascista practicante, a quien conoció a través de sus hermanos. A su padre no le acabó de gustar. “¿Qué hará Mario con ese Ginzburg? Era un hombre callado y reflexivo:


Sabía escuchar a los demás con gran atención, incluso cuando estaba profundamente ensimismado pensando en sí mismo”.


Ginzburg, políticamente activo, fue procesado y condenado por el Tribunal Especial a cuatro años. Vemos un retrato de él colgado en la pared de la editorial:

“con la cabeza gacha, sus gafas caídas sobre la nariz, su espeso cabello negro, su profundo hoyuelo en la mejilla, su mano femenina”. “Leone había muerto un gélido febrero, durante la ocupación alemana.”

 

La última parte de Léxico familiar se centra en la editorial y en la figura de Cesare Pavese, quien, tras la guerra, se incorporó al grupo editor su amiga escritora, Natalia Ginzburg, mujer de su compañero de curso, Leone. Son brillantes las páginas sobre la editorial y la figura de Pavese, (poeta, novelista, traductor y crítico) como “Director editorial”.  Ahí se daban cita otros intelectuales contrarios al régimen de Mussolini, como Italo Calvino o Elio Vittorini. Aquí las anécdotas se mezclan con reflexiones sobre la vida y los acontecimientos que les tocó vivir. 

La pena de Natalia por la muerte de su marido se proyecta en el sufrimiento de Cesare Pavese.

“Había sido su mejor amigo. Seguramente enumeraría aquella pérdida entre las cosas que lo desgarraban”.


   Son palabras de gran sensibilidad:

“Había hablado durante años de suicidarse. Jamás le creyó nadie. Cuando los alemanes invadieron Francia y venía, comiendo cerezas, a vernos a Leone y a mí ya hablaba de ello.”

“El miedo en él era el vórtice de lo imprevisible y de lo oculto, que parecía horrendo a la lucidez de su pensamiento: aguas tenebrosas, vertiginosas y venenosas en las desnudas orillas de su vida.”


Cesare Pavese guardaba las cerezas en el bolsillo de la chaqueta.





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