Leer a los clásicos para saber quién soy

 



En septiembre volvemos a clase de Literatura. Y ante las lecturas del nuevo curso, nos preguntamos qué sentido tiene hoy leer, estudiar y evaluar seis obras literarias que pertenecen al grupo de los “clásicos”. Se trata de Literatura, con mayúscula inicial porque se convierte en materia optativa para los alumnos de Bachillerato.

Dice Irene Vallejo, en su declaración de amor a los libros que es El infinito en un junco*, que:

“Los clásicos nunca caducan; en realidad, llevan más tiempo que nadie siendo actuales. Además son nuestro contrapeso frente a la facilidad con la que hoy todo vuela y pasa. En un torbellino de modas, de tendencias y de productos de bajo coste, representan lo duradero, lo estable, las raíces. Gracias a ellos entendemos un poco mejor el mundo que nos rodea. Y, sobre todo, leerlos es un placer. "

Desde tiempos remotos viene la idea del “canon”, de aquellas obras dignas de imitación, que comportan un valor permanente, perdurable en el tiempo y en la memoria. Así, en los poemas de Garcilaso está Petrarca; y en los de Fray Luis de León se esconde Horacio. El Quijote fue reconocido como fundador de la novela moderna ya en el siglo XVIII y el Romanticismo alemán del XIX descubre al caballero como héroe romántico. En Romancero Gitano, Lorca vuelve al molde de los romances de Lope o Góngora y crea un universo propio. 

    Para cerrar el círculo recordamos que un clásico es un libro que se presta a incesantes revisiones e interpretaciones; nos permite una indagación en el conocimiento del ser humano, no caduca, es moderno; es un libro, en palabras de Italo Calvino**, que nunca termina de decir lo que tiene que decir, de ahí que su potencial recorrido se antoje infinito.

«Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él».

“Los clásicos son libros que, cuanto más creemos conocerlos de oídas, más nuevos, inesperados, inéditos, resultan al leerlos de verdad. Nunca terminan de decir lo que tienen que decir.”

            Volvemos a las preguntas: ¿Qué sentido tiene estudiar Literatura en el siglo XXI? ¿Qué finalidad? ¿Qué es un clásico?

¡Qué difícil resulta no asustar con Quevedo o Cervantes a unos jóvenes atrapados en la tecnología, en sus redes, en las respuestas inmediatas, acostumbrados más a las imágenes que al texto! ¿Cómo convencerlos de que la literatura no es una actividad inútil sino que ayuda a reconocer nuestras emociones? ¿Cómo desterrar la idea de que leer es aburrido y da pereza…? 

Y es que leer requiere detener el tiempo que nos empuja, buscar momentos de quietud y soledad. Caben también instantes de huida o de refugio. Y cómo captar su atención en un mundo lleno de estímulos visuales y sensoriales. La primera traba está en la idea de imposición dentro del programa del curso, son lecturas “obligatorias” y esto presiona a los nuevos lectores. 

Sin embargo, con los clásicos es fácil reconocer ese “ruido de fondo”, ese gesto que nos suena de algo, la empatía con los personajes. Y es que reconocemos el sentimiento amoroso, los celos, la envidia, la muerte, el adulterio, los sueños...Todas las emociones que no son nuevas y sobreviven hoy.

Empiezo por preguntar: ¿Por qué habéis elegido entonces esta materia en el último año de Bachillerato? Seguramente por motivos prácticos como:

Parece más fácil. Habrá que leer y no tanto estudiar o memorizar. Está todo en internet. Las materias de letras son más fáciles que las de ciencias. Los comentarios de texto se pueden copiar. Buscas los resúmenes y ya sabes el argumento, los personajes. Me aprendo el significado de los poemas y ya está.

Prefiero atender al ruido de fondo. 

Si abordamos las lecturas desde la propia vida, desde el intento de conocernos, de leernos a nosotros mismos y a los demás, entonces empezarán las preguntas y algunas respuestas.

Leer es pensar y aunque pueda destruir nuestras certezas, pensar libremente siempre nos permitirá un nuevo comienzo.

Leer para absorber, asimilar, emocionarnos, razonar las contradicciones, defendernos, estimular el espíritu crítico, hacernos preguntas, cultivar nuestro sistema de creencias, hacernos más empáticos, dotarnos de estrategias frente al intento de manipulación, adentrarnos en la condición humana. Podemos entrar en la lectura como refugio, como abono de los sueños. Leer a los clásicos nos hace más libres a la hora de comprender las pulsiones y los modos de comportamiento humano.

     Cierro con una cita del escritor Alberto Manguel***:

La gran literatura, incluso cuando se escribió miles de años atrás, tiene lecciones para los lectores del presente. Y quizás sea la literatura, y su intrínseca capacidad de hacernos más empáticos, la que pueda salvarnos de nosotros mismos.

 

*Irene Vallejo. El infinito en un junco. Ed. Siruela.

**Italo Calvino. Por qué leer los clásicos. Ed. Siruela.

***Alberto Manguel, “Leer Literatura puede hacernos mejores”.

https://www.nytimes.com/es/2019/03/03/espanol/opinion/literatura-empatia.html






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