Karl Ove Knausgård en Barcelona
Confieso
aquí que el martes, 27 de junio, tuve que decidirme por uno de los eventos literarios que tenían lugar en Barcelona y lo hice por
Knausgård. Y eso a pesar de que Fernández Cubas, Aramburu y el mismo Vila-Matas, entre otros, se citaban en Casa del Llibre para celebrar la Fiesta de
Seix Barral esa misma tarde de verano. Sí, me decidí por el más
guapo, no lo niego. Caí en los hilos de Karl Ove y me planté en el
CCCB con mi entrada en mano y un ejemplar de Tiene
que llover,
la quinta entrega de Mi
lucha.
Comprobé que muchísima gente había pensado lo mismo que yo.
Lo
presentó el periodista cultural Antonio Lozano. Destacó la
valentía del autor por el alto grado de exposición vital que supone
su obra. Pero también habló de la controversia que ha levantado en algunos
sectores de la crítica: sobrevalorado para unos, hipnotizador para
muchos. Y es que en la sala de conferencias no quedaba hueco para
nadie más. “Esta sala llena es una locura para mí”, fueron sus
primeras palabras. Todo empezó como un proyecto, hacer una
descripción íntima de la propia vida. “Me utilicé a mí mismo”
y eligió el lugar más universal, la literatura. Habló de capturar
sensaciones, de mostrar su relación con personas muy concretas de su
familia. Pero los temas que más me cautivaron fueron el de la
timidez, el pudor y el proceso y el sentido de su escritura. Dijo que
el pudor o la vergüenza ejercen como mecanismos de represión para
uno mismo. “Soy tímido pero cuando escribo, mi obra lo que intenta
es huir del pudor”.
“El tema era yo pero cuando escribía de mí mismo, yo desaparecía, perdía la noción de la identidad.”
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