LUVINA, un cuento de Juan Rulfo

“Luvina”
presenta una estructura dialogada, pero en realidad no pasa nada. Es un relato
de situación donde todo lo que se narra es evocativo.
El
narrador es un hombre que se está quedando dormido borracho. Está contando algo
en una cantina. Luvina es la imagen de la desolación. A partir de presentar una
situación particular de un pueblo mexicano abatido por la soledad, el lector es
capaz de intuir una situación similar para cualquier pueblo del mundo. La
atmósfera da el ambiente, y es una atmósfera relacionada con Pedro Páramo.
“…Dicen los de allí que cuando llena
la luna, ven de bulto la figura del viento recorriendo las calles de Luvina,
llevando a rastras una cobija negra; pero yo siempre, lo que llegué a ver,
cuando había luna en Luvina, fue la imagen del desconsuelo…siempre.”
Es
la evocación de un lugar fantasmagórico, irreal. Utiliza el recurso del
contraste entre la quietud del paisaje y la ansiedad en la acción. Pero el contraste es visual: cuando se refiere al espacio de la narración utiliza
un tono cinematográfico. No se dan descripciones valorativas en el
espacio de la cantina. Hay
alguien que está escuchando a otro alguien que estuvo en Luvina. Contrasta cuando
se habla de ese pueblo y todo está calificado, impregnado de sensaciones. El
viento está personificado. Las flores se llaman dulcamaras, un nombre eufónico que sugiere y evoca sensaciones en el lector.
Luvina
es el cuento más metafórico, con una atmósfera fantasmagórica. Este pueblo parece una metáfora política. Allí no hay consuelo de religión, ni hay gobierno, ni
patria. Es el abandono total. Sus habitantes están al margen de la historia. Lo
único que les ata a esa tierra son sus muertos que están enterrados ahí. Ahí está la conexión con Pedro Páramo.
Imaginar
un espacio (pueblo, ciudad) y dotarlo de emociones. Esto es lo que hace Rulfo
en “Luvina”. El personaje ya ha estado allí.
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