CCCB 2. Philip Roth. La mancha humana
Martes,
24 de marzo. “El Arte de la novela
europea s. XX. 2”
He
llegado con tiempo y me he sentado junto a la ventana. La ciudad se pone tierna
con la lluvia nueva de primavera. Mientras espero al profesor, elijo mirar el
silencio tras los cristales, y ahí me quedo hasta que en la sala también se
acalla el ruido. Buenas tardes.
Andreu
Jaume habla hoy de Philip Roth, uno de los escritores norteamericanos más
influyentes de los últimos tiempos. Destaca su sentido de la arquitectura de la
novela, la maestría en la creación de personajes y de registros y lo ensalza
como el gran renovador de la narrativa tras el agotamiento experimentado en las
vanguardias europeas. Luego nos propone una nueva reflexión de esas que se
quedan sostenidas en el aire durante unos segundos y no podemos escuchar nada
más. Dice que Roth es un ejemplo de los que puede hacer la literatura, y solo
la literatura (insiste), y en particular la novela: ser un instrumento de
indagación para tratar todos los temas y lenguajes sin limitación. Le niega
entonces esta capacidad a las series televisivas, género que algunos ven como
heredero de la novela.
La mancha humana (2000) aborda un aspecto de la
sociedad americana y consigue iluminar toda la historia de un país a través de
la anécdota, de los personajes, de situaciones. Cuenta una historia fácil de
leer pero con muchas capas de lectura, que desconcierta y desafía al lector. El
protagonista, Coleman Silk, es un profesor universitario obligado a jubilarse
al ser acusado de racista. La historia está narrada por un vecino, el escritor
Nathan Zuckerman, quien se fascina al escuchar la historia y, a partir de un
manuscrito biográfico, indaga en la vida desconocida de Coleman Silk.
Narra
la tragedia de un contemporáneo que se desmorona y entra en una espiral de
autodestrucción. Abandona la universidad e inicia una relación carnal con
Faunia Farley, (37 años más joven que él) y con el mundo, rompiendo todas las
convenciones. Representa el reverso de lo que es él mismo. Pero el secreto y el
desconcierto llega cuando el lector se entera de que Coleman, el blanco acusado
de racismo, ha llegado a los 70 años habiendo escondido sus orígenes
afroamericanos para poder formar parte de la élite helenística del país. Es una
crítica también a la deriva de la universidad y a las Humanidades en general.
Además
del virtuosismo técnico, la obra presenta toda una teoría de la novela
(documentos, averiguación e imaginación), con escenas sublimes como el monólogo
de Faunia en el que hace una actualización del pensamiento griego sobre los
dioses.
La
escena final tiene ecos de Moby Dick en
ese blanco que oculta el horror: tras la muerte de Coleman y Faunia, Nathan entrevista
al marido de esta, un excombatiente del Vietnam y posible responsable, mientras
está pescando sobre un lago helado:
Mientras le miraba sentí el terror de aquella barrena, aunque él ya había vuelto a sentarse en el cubo: la gélida blancura del lago rodeando una manchita que era un hombre, el único ser humano en la naturaleza, como la X de un alfabeto a modo de firma en una hoja de papel.
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