CCCB Lecturas sobre Shakespeare (6): The Winter´s Tale
Nuevo espacio, blanco
aséptico y demasiada luz. Se hace el silencio.
Buenas tardes. Hoy
terminamos con un cuento, con una fábula. El propio Andreu Jaume ha mirado
hacia los focos (excesivos) al entrar y ha arrugado la nariz. Cuento de invierno (1611) corresponde a
la denominación de “romances”, creada para aislar una serie de obras muy
singulares, del último periodo creativo de Shakespeare. Es un híbrido entre
comedia, tragedia y alegoría. Es también una fábula y una aproximación al mito.
Pero es ante todo la muestra del estilo tardío, el estilo intenso que coincide
con el final de su vida.
Apunta el profesor que la
obra contiene muchas referencias al trasfondo político de la época (reinado de
Jacobo I), pero que debemos acercarnos a Cuento
de invierno con inocencia, para tratar de encontrar nuestra lectura. Es una
historia fantástica para ser contada alrededor del fuego, en invierno. Es un
cuento de muertos, de reencuentros, de amor, de celos con elementos trágicos y
con ecos de la comedia pastoril. Pero de nuevo Shakespeare va más allá y
revela, implicaciones psicológicas sobre la condición humana.
Vuelve el juego de
parejas, de dobles y vuelven los celos: Leontes, rey de Sicilia casado con
Hermione, sospecha que su amigo Polixenes le ha traicinado y que es suyo el
hijo que espera su esposa. El rey ordena a Camilo asesinar a Polixenes, pero
este se niega, se resiste a cumplir esta orden y abandona la corte. El bien
puede funcionar como acto de gracia. Leontes ordena separar a Hermione de su
hijo Mamilio, el heredero, y condena a la madre a ser encarcelada por alta
traición. En prisión nace una niña a la que el rey repudia y es abandonada.
Los celos han
desencadenado la tragedia: las muertes de Mamilio, el hijo de los reyes y
después de la propia reina, Hermione. Pero la trama pasa entonces por otras vicisitudes
que la convierten en una comedia pastoril para terminar en una comedia de
reencuentros, de arrepentimientos.
A partir del acto IV, con el parlamento del
tiempo, que cumple la función narrativa de hacer avanzar la obra: “Yo soy el Tiempo”, Shakespeare nos deja
su interpretación de la trascendencia y sus reflexiones sobre el comportamiento
humano, sobre el arte, la naturaleza y el amor. “Estamos hechos de tiempo, es nuestro medio, es nuestra agua”.
Perdita, la niña
abandonada, tiene ya 16 años y vive con un pastor. Conoce en el bosque a Florisel
y se enamoran. Son los jóvenes amantes, el principio del mundo, un amor que
está descrito con gran belleza.
En el acto V, Paulina (la
dama de la reina) custodia una estatua tras una cortina, una obra de arte. Es
la escena culminante de la obra. Ante Leontes, la estatua de Hermione presenta
su actitud natural pero con los años pasados, más envejecida.
“Tocad
música, despertadla. Ya es tiempo. Desciende. Deja de ser de piedra”
En el descenso, la estatua
cobra vida gracias al arte, a la música, a la poesía y al teatro. Es la
celebración del amor solo humano.
La lectura de Jaume Andreu
termina con una reflexión sobre nuestra capacidad para leer y contemplar el
arte. Ahí se esconde para Shakespeare la esencia de nuestra condición. “Somos mucho más que razón. Lo sagrado ha
transmutado en poesía, en arte. No hay otros mundos, por eso hemos de aprender
a vivir en este”.
Aplausos.
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