Escribir es conversar
Carmen Martín Gaite “Escribir es conversar. Es un sucedáneo de la conversación. Quien escribe lo hace
porque no encuentra un interlocutor, alguien con quien poder hablar bien, con pausa,
con tiempo, con plazo narrativo.”1
Se
trata de seducir al receptor con la palabra. El punto de partida es la soledad del narrador, convertido en
interlocutor de sí mismo primero, en busca de un destinatario espejo
que comparta una misma actitud ante el lenguaje, como aquel capaz de interpretar el texto de manera análoga a la del
autor que lo generó.
Y el narrador inicia esa búsqueda creando
emoción en el interlocutor, haciéndolo único, sentir que es él el
elegido. Busca la complicidad con el lector, más que su
asentimiento. Lo arma, lo dota de contenido y de función, lo hace
único y necesario.
Para tal fin, el narrador se erige en una especie
de “encantador”.
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