CCCB A vueltas con el Ulises de Joyce

A vueltas  con el Ulises de Joyce  El arte de la novela en el  CCCB




Martes, 4 de marzo, 19h. Un cielo rosado asoma por la ventana del primer piso en el aulario del CCCB. Asisto a un curso sobre novela que patrocina el Instituto de Humanidades de Barcelona. Sala en forma de L, suelo de madera ideal para una tarde de baile. El techo abovedado en cuatro cuadrantes. En el Aula 1 una multitud se está acomodando en sus asientos para escuchar la lección que inaugura el curso: Ulises, de James Joyce, dentro del título «El arte de la novela. La novela europea del siglo XX». La media de edad del público, altita, o mejor, muy alta o altísima. No sé qué hago aquí, suele tener razón siempre quien me frena. En tiempos de crisis, los jubilados son clientela segura y, la cultura se vende a un público preparado, lector de gusto educado antes y ahora. He de reconocer que una mayoría nada silenciosa somos aquí señoras, de media de edad alta, o mejor, muy alta.

Me siento en un silla con brazo-mesa, en un lugar discreto, a distancia media de la tribuna de oradores y orientado estratégicamente hacia la salida (es una prevención que suelo tomar en estos casos). Me rodea un murmullo de ecos temblorosos, a nadie le gusta esta sala, ya han estado antes. El sonido no es bueno, oigo decir a mi derecha. Es multitudinario este curso, oigo decir a mi izquierda. No sé qué hago aquí, sola entre señoras que seguro tienen la cena ya apañada en casa, que han salido una tarde en grupo a escuchar una lección sobre el Ulises. ¿Dónde cenáis mañana?, oigo decir. Yo no puedo el 15, por eso propuse el 14, pero yo; mira, yo, si no quieren el 14, pues yo no voy. Ay mira, ya entran.

Entra Jordi Llovet, el director del curso. Casi treinta años han pasado desde que fue mi profesor en la facultad. Ojeo el programa y caigo en la cuenta de que él impartirá un martes de estos la lección sobre Rilke y sus Cuadernos de Malte. ¡Igual que entonces!, Rilke en la facultad y ahora en esta sala. No sé qué hago aquí. Jordi Llovet se ve de pronto envuelto por un corrillo de mujeres que le saludan y casi no puede quitarse el abrigo, primero tendría que dejar el maletín.

Entra a los pocos minutos Andreu Jaume, editor y crítico literario, quien nos hablará sobre el Ulises. Jaume entra  y me parece guapo, elegante con abrigo y fular, y sobre todo, joven. Se sientan ambos en la tribuna y comentan algo entre dientes, puede que algo así como ¡cuánta gente! Al primer intento de chiste de Jordi Llovet, todos ríen. Presenta a Andreu Jaume como editor de Auden y de Elliot. Cuánto me recuerda Llovet a otro Jordi, a Jordi Pujol, con ese tonillo todo de corrido, casi sin vocalizar. Lo presenta como haría un padre con un hijo aplicado. Cita a Benjamin, «Yo soy un estudiante» y se lo aplica a Andreu, un buen chico, casado, ávido lector. Cierra con otra broma  sobre el éxito que tiene la novela como género en estos cursos y más risas del auditorio. Aplausos, y se va. Mientras se pone el abrigo, el joven editor empieza  a hablar de James Joyce.

Una hora después

La sala me parece ahora un aula de la facultad, la voz de Andreu Jaume nos ha impregnado de literatura. Ya sé qué hago aquí. Ha presentado el Ulises como una obra de encuentro, de expresión y emoción humana. Es la historia de dos personajes que no se queda en experimento de estilo o en estructura sinfónica, sino que encarna toda una tradición literaria, desde Homero, Dante, Shakespeare hasta el mismo siglo XX, pasando por Flaubert y Henry James.
Tomo mis notas y apunto al margen algunas de las frases que marco como importantes para la reflexión. Una es «La gran novela es siempre una desviación de la historia», como en el caso del Quijote. Otra del propio Joyce «Toda novela es un mar que se va regenerando».

Anoto también todos los referentes, elementos, ingredientes: la muerte, la isla, el mar, el padre, Dante,  Irlanda, Dedalus, Bloom, Molly…, la bella imagen del acantilado imaginario.
He traído conmigo el grueso ejemplar de la edición de bolsillo, con la impecable traducción de J. María Valverde. Sí, el de la cubierta de color del mar griego, ese verde azul mar que pidió el propio Joyce. Lo he traído conmigo porque sé que a Andreu Jaume le gusta leer en voz alta fragmentos que ilustren su exposición. Tiene la misma edición de color del mar griego y he podido seguir la lectura de los momentos culminantes de la novela. No he aprendido nada nuevo, mis apuntes destacan los mismos capítulos que otros apuntes más antiguos, los mismos análisis. Apenas hay variación en la teoría, pero el tiempo se ha detenido en el sí de Molly Bloom de las últimas líneas de la novela, el sí como una letanía, el sí que alumbra.

Aplausos al final de la intervención me despiertan del embrujo, me sacan de este paréntesis en medio del peso de lo cotidiano. Ya sé qué hago aquí.

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