Lo que no sabemos de la vida de los padres
Lengua dormida, de Franco Félix
Editorial Sexto Piso. 2023
El autor mexicano Franco Félix (Sonora, 1980) realiza en Lengua dormida un ejercicio de introspección, lo hace buceando en su intimidad entre recuerdos de su infancia para armar con ellos las claves de su novela.
Con una serie de
materiales narrativos heterogéneos (cuadernos, relatos oníricos, episodios
biográficos, apuntes filosóficos o recuerdos con trazas de autoficción) Félix
aborda la vida y la muerte de su madre, Ana María, una vida que oculta, como enigma, otra vida anterior. Al modo de las novelas de detective, el narrador va
uniendo las piezas, recupera indicios diseminados por distintas vivencias que
solo ahora cobran sentido: una hermana mayor con distintos apellidos, la visita
a un “lugar siniestro” de la mano de su tío materno, borracho, donde le muestra
“la primera de mil muertes”; o el hallazgo de una fotografía:
“Era uno de esos retratos de primera
comunión. En la parte de atrás había una dedicatoria: “Para mí mamá Ana. Atte.:
Manolito”. ¿Por qué ese charrito le llamaba mamá a mi mamá?”
Y
es que el autor y su hermano, Adrián, no son los primeros hijos de Ana María,
ni esta es su primera familia. Antes tuvo y sufrió otro marido y cuatro hijos a
los que abandonó en la Ciudad de México a finales de los años 70. Ana María
huyó y solo llevó consigo a la mayor, Aracely, (tal vez para salvar del peligro
a la única chica). No sabemos las razones de aquella huida del hogar que
convirtió a Ana María en una madre disidente, en un verdadero monstruo para la
sociedad patriarcal del México de la época. En la novela, el motivo del
abandono va a ser el enigma a descubrir, el motor que hace avanzar la
narración, dotándola de sentido al final, cuando finalmente se rellenan todos
los vacíos.
Lengua dormida es un artefacto narrativo
que contiene, además, el duelo por la pérdida, el sentimiento de orfandad o la
gestión del dolor. Así, el narrador compara la ausencia de la madre con la
sensación de vivir con un miembro amputado. La novela pertenece al género de lo
que se ha dado en llamar “literatura del duelo” porque describe la etapa de
asimilación de la pérdida de alguien cercano. Es un reconocimiento a la figura
de los padres, pero con un estilo cargado de humor, que permite al autor no
caer en idealizaciones o incluso llevar a cabo cierta desacralización de la
figura materna. Franco Félix elabora un ejercicio de escritura y de memoria que
me lleva a pensar en la obra de Patricio Pron, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia. Es el
intento de rescatar del olvido la figura de los padres para entenderse a sí
mismo como producto resultante de su existencia.
No
estamos ante una lectura fácil, tal vez por el corto periodo de tiempo que
media entre los hechos y el proceso de escritura (la muerte de la madre fue en
agosto de 2019). La novela presenta una estructura no lineal, compuesta por
dieciocho partes o capítulos que narran la vida de Ana María en distintas
etapas de su vida. Se alterna en la narración la mera anécdota, que descubre
rasgos de carácter, con diálogos cargados de humor y párrafos de gran
sensibilidad lírica con digresiones acerca del lenguaje, los sueños, la enfermedad,
el deterioro o los motivos para la escritura.
Pero no siempre queda bien resuelto
el encaje de piezas tan dispares ya que, como lectores, podemos acceder hasta a
tres planos cronológicos heterogéneos que se engarzan en el avance del relato.
El primero es la narración del presente, cuando la madre acaba de morir y
seguimos todo el proceso posterior, con el ritual del velatorio, el entierro y
el reencuentro del hijo con objetos ya deshabitados. Leemos también el diario
de la enfermedad y deterioro de la madre (titulado en cinco capítulos “Retratos
de mamá durmiendo” entre los años 2016 y 2020), con las visitas continuas al
hospital hasta el día 24 de agosto de 2019, cuando Ana María muere.
El tercer plano de Lengua dormida lo forman los capítulos
dedicados a narrar los recuerdos de la infancia, la memoria de episodios que
revelan rasgos importantes sobre la convivencia y los lazos familiares. Aquí,
sin duda, aparecen los ecos de la novela de Natalia Ginzburg, Léxico familiar (1963), un libro escrito con la memoria
y las voces de la familia. con frases que tejen los recuerdos a partir casi de
la oralidad y el registro singular que nos acompaña siempre.
Franco Félix consigue con Lengua dormida, su quinta novela, llevar a la superficie una continua introspección sobre el dolor por la pérdida, la orfandad, la violencia, la muerte, los silencios; sin duda temas universales en los que el lector es capaz de reconocerse.
“He aprendido mucho sobre ella para el libro que escribo,
pero también he aprendido una que otra cosa sobre mí. Que la soledad no es tan
legítima o tan brutal, sino hasta que pierdes a tu madre. (...) Que quiero
poner un montón de palabras al servicio no de su historia ni de su muerte ni de
su vida, sino de la omisión, esa parte oscura que la vieja se llevó y que hay
que descargar de los huesos que aún se mueven discretamente debajo de la
tierra.”
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