Franz Kafka. Cartas a las mujeres
Literatura y amor
Franz Kafka, entender el siglo XX
24
de enero de 2024
Cartas a las mujeres. Literatura y amor
Adan Kovacsics
Kafka
es un universo, quien se adentra en su obra tiene la sensación de que no acabará
nunca. Abramos un libro suyo donde lo abramos, sean relatos, aforismos,
apuntes, diarios, o cartas, estaremos siempre en el núcleo, siempre en el
centro, lo cual significa no llegar nunca al final. Es un universo. Es un autor
del que se destacan los aspectos cómicos, que los hay y muchos; pero también
aquel del que Hannah Arendt dijo:
“El mundo de Kafka es sin duda terrible. Hoy
sabemos que ese mundo es algo más que una pesadilla y que, por el contrario,
encaja estructuralmente con inquietante exactitud con la realidad que se nos
obliga a vivir. Lo grandioso de la obra de Kafka radica en que hoy resulta tan
estremecedora como entonces.”
Es
importante señalar que el autor en el que más se reconoce el siglo XX es,
precisamente, Kafka. Los hombres del siglo XX se identificaron con esos
personajes suyos, expuestos a una maquinaria fría que los tritura, sometidos a
leyes que desconocen y asumiendo también esas leyes que desconocen. En su obra
se tambalea por primera vez, de forma visible, el proyecto ilusionante que
empezó con el Renacimiento. En Kafka, el individuo activo y creativo, el sujeto
que pone el mundo a su imagen y semejanza, el sujeto triunfante se ha
transformado en una forma de vida repelente, en un cuerpo que es el de un
bicho, en un ser hostigado por fuerzas interiores y exteriores que lo
atormentan.
Para Kafka el artista no vive en las
alturas sino en las profundidades. Él, que previó el siglo del poder
totalitario, de la tortura sistemática, de la desorientación del hombre en una
sociedad burocrática; quizá, en el fondo, no escribía sobre eso, sino sobre sus
fantasmas, sobre las emanaciones oníricas de su mundo subjetivo, que acabaron
coincidiendo con el mundo objetivo del siglo XX.
Cartas y biografía
Cabe resaltar que a las muchas
interpretaciones de la obra de Kafka, de carácter político, sociológico,
teológico o filosófico, que hubo al principio, luego se sumó la interpretación
biográfica, que establecía nexos claros entres su vida y su obra. Y esta
corriente debe su vigor a la aparición, casi 30 años después de su muerte, de
sus diarios y de sus cartas. Los diarios de Kafka y las cartas a Milena Jesenská
publicaron en los años 50, y las cartas a Felice Bauer, en los 60.
La
publicación de los diarios y las cartas dio un vuelco decisivo a la
interpretación de la obra kafkiana: emergió como central la figura del soltero,
y apareció como nuclear el conflicto entre la dedicación a la literatura por un
lado, y la inserción en la comunidad a través del matrimonio, la paternidad o
la familia, por otro. Se dio la paradoja de que él, que se movía en un círculo
estrecho de familia y amigos, de pronto mostraba hasta los detalles más nimios
de su vida. Franz Kafka se convirtió en personaje de Franz Kafka. Él siempre
está en el centro. El deseo de liberación es la clave para entender su obra. Porque
es, según Canetti, el “gran conocedor del poder”. Aparecen en todos sus textos
las mismas estructuras de poder (grande-pequeño, arriba-abajo,
altura-profundidad) que aparecen en sus obras, en las cartas también aparecen,
incluso el mismo papel. Siempre actuaba el mismo impulso. La forma de trabajar
era esa, la misma hoja le servía para un apunte, una carta, o para empezar un
relato.
Franz Kafka trabajaba como
funcionario de un instituto de seguros de accidentes de trabajo. Escribió
relativamente poco en su vida. Tuvo una vida en la que destacan ciertas grandes
escenas:
La primera escena importante tuvo
lugar el 13 de agosto de 1912, cuando conoció a Felice Bauer en casa de la
familia de Max Brod, su gran amigo y
editor. Allí encontró a una mujer desconocida, que estaba de paso. Dos días
después anota en su diario: “He pensado mucho en F.B. (…) Cuando llegué a casa
de los Brod, estaba sentada a la mesa. No sentí la menor curiosidad por saber
quién era, porque enseguida fue como si nos conociéramos de toda la vida”.
Kafka tenía entonces 29 años; Felice, 25. Él trabajaba en una empresa de
seguros, vivía en Praga y estaba a punto de publicar su primer libro de
relatos, Contemplación. Conocemos la
escena a través del propio Kafka, que la describe minuciosamente en otra carta
a Felice, dándole a entender que no se le ha escapado nada del primer
encuentro.
Así
empieza una relación epistolar entre Kafka y Felice, una relación de cinco años
de intensa correspondencia y con muy pocos encuentros personales. En los
primeros meses, entre la primera y la del 31 de diciembre del mismo año, Kafka
le escribió a Felice unas cien cartas. Y el escritor vivía entonces un periodo
productivo literariamente.
La segunda escena es una escena
eminentemente literaria. El 23 de septiembre de 1912 le habla en una carta sobre
La condena. Hay un nexo evidente
entre la eclosión amorosa y la eclosión literaria, de encuentro con el otro y
consigo mismo. “Esta historia la he escrito de un tirón durante la noche del 22
al 23”. Kafka ha escrito La condena, el
primer relato en el que ve verdaderamente plasmado su arte. Sabe que solo se
puede escribir así y trata de cumplirlo
a rajatabla, no hay escritura que valga sin la “total apertura de cuerpo y
alma”. En noviembre de 1912 escribió La
metamorfosis.
Establece
entonces un ritmo de vida que él mismo califica de “servicio militar”.
Escritura por la noche y en medio del ritmo de trabajo, las cartas. Hay una
exigencia a Felice de cartas diarias. Se producen amagos de viajar a Berlín,
donde vivía ella; pero Kafka no lo hace, no lo necesita, ha encontrado la
situación ideal: concentración de deseo, una correspondencia que lo alimenta, y
alimenta la creatividad, eso tan ligado al deseo. No viaja a Berlín y además
previene a Felice de sí mismo. Le escribe que su forma de vida depende de la
escritura, que ha pasado por diversos sanatorios, que nunca tendrá un hijo. Son
cartas de amor, aunque un amor algo peculiar.
En
enero de 1913 hace entrada la irritación, el estado ideal ya no funciona. Se
propone viajar a Berlín. Ha enviado ya más de doscientas cartas. Le va diciendo
que es un inútil y que desea la soledad.
“La
verdad es que no soy nada, lo que se dice nada”, le escribió. Inmediatamente
después le explicaba que no conocía a nadie tan desastroso en las relaciones
humanas como él y que tenía la impresión de que “no hubiera vivido nada”. Por
si acaso añadía: a) que era incapaz de pensar y b) que tampoco sabía narrar,
“ni siquiera hablar”. Poco antes, tras informarle de que estaba enfermo, le
había preguntado: “¿Querrás reflexionar (…) y llegar a una conclusión respecto
a si quieres ser mi mujer?”.
Kafka
empieza con Grete Bloch una relación epistolar a la vez que se compromete con
Felice. Describe la fiesta de compromiso con la palabra “atado”. Felice era
ejecutiva en Carl Lindström S.A., una empresa dedicada a la fabricación y
distribución de dictáfonos y residía en Berlín. Era lectora y poseía una
biblioteca importante.
La
tercera escena tiene lugar en Berlín, en el hotel donde Kafka solía alojarse.
Es la escena del “tribunal”. En octubre de 1914 (31 años) y en presencia de
Grete, que ha entregado a Felice las cartas que le ha enviado Kafka, el
compromiso se da por roto. Esa escena la describe en su diario como “El
tribunal en el hotel”. La asunción de la culpa también es la clave de lo que
estaba escribiendo en ese momento: El
proceso. Para Elias Canetti[1], esta
novela es una consecuencia directa de la relación: del compromiso y de la
ruptura con Felice. Tras un segundo intento y un segundo compromiso, se produce
la ruptura definitiva cinco años después.
Las
cartas son una celebración de la escritura, de la palabra, y a la vez, son una
celebración de la ausencia, con tres mujeres: Felice Bauer, Grete Bloch y
Milena Jesenská, que fueron seducidas a través de la correspondencia. Son una
celebración de la escritura y expresan los periodos productivos de Kafka. Son
un género esencial en su obra literaria. Recordemos la célebre “Carta al padre”.
Las
cartas dirigidas a Milena Jesenská coinciden con la escritura de El castillo. La enfermedad es ya el
tercer personaje en las cartas. En 1919, Milena leyó algunos cuentos de Franz
Kafka y le escribió pidiendo su autorización para traducirlos al checo. Esta
carta será el comienzo de una apasionada correspondencia entre ambos que durará
dos años (1920–1922), en los que solo tendrán dos encuentros personales: cuatro
días en Viena y un día en Gmünd. Es a partir de 1920 quizá su etapa más feliz a
pesar de todo. ¿Quién era Milena? Una mujer de 24 años, conocida como “la
enamorada de Kafka”. Fue escritora, periodista y traductora checa; de talante
liberal. Murió en 1944 en un campo de concentración.
Hay
parecidos entre las correspondencias de Milena y la de Felice, pero también
diferencias temáticas: aparecen ahora reflexiones sobre el judaísmo de Kafka,
sobre su condición de judío desarraigado y hay también más alusiones
literarias; Otra diferencia es el lenguaje, porque ambos hablan el mismo
alemán, el de Praga, que era un alemán más puro y pulcro, muy clásico. Milena,
sin embargo, le escribe las cartas en checo y él responde en alemán. En esta
correspondencia hay más confianza y más inmediatez (lo llama Franz).
El castillo traduce la relación con Milena. Es una novela llena de
cartas, de escribientes, de escribanos, de escritores, de secretarios, de
funcionarios que no paran de escribir.
Las mujeres de la vida de Kafka se han convertido en personajes de la literatura, pertenecen ya a la literatura. Pero falta un último nombre: Dora Diamant, una actriz polaca, conocida por ser la compañera en los últimos días de Franz Kafka, al que conoció en un balneario alemán en 1923. Fue una etapa de miseria en la que, ya muy enfermo, cumplió el sueño de vivir en Berlín antes de morir de tuberculosis en Kierling, Austria, en 1924. No se ha encontrado la correspondencia de Kafka con Dora Diamant. Los editores siguen buscando esas cartas y documentos con los que se quedó tras la muerte del escritor, pero se sabe que fueron requisados por la Gestapo. Es un enigma todavía por resolver.
Kafka es un universo y un universo
siempre tiene sus enigmas.
Adan Kovacsics (Santiago de Chile, 1953) se dedica a la
traducción literaria. Su obra se centra, fundamentalmente, en Karl Kraus, Arthur
Schnitzler, Stefan Zweig, Elias Canetti, Imre Kertész y Lászlo Krasznahorkai.
Es uno de los mayores expertos en Kafka del país, además de ensayista y
escritor. Ha traducido las cartas de Kafka, que son un corpus esencial para
entender la vida y la obra del autor checo.
[1] Elias
Canetti, Sobre Kafka, el otro proceso.
Galaxia Gutenberg
Traducción de Adan Kovacsics y Juan
José del Solar. Colección: Ensayo. 2023
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