I WOULD PREFER NOT TO o el enigma de una frase

 


«Bartleby, el escribiente. Una historia de Wall Street», 

(1856)


En mis paseos por las librerías de la ciudad he podido observar que, además de libros, se vende merchandising literario, objetos y accesorios inspirados en la literatura y que gozan de un espacio propio, normalmente junto a la caja o alrededor de un rincón de lectura naif con sillón y mesita. Nada que objetar, entre gustos no hay disputa. Pero sería muy triste ver que la frase del pálido escribiente Bartleby pervive únicamente como icono literario, un mero eslogan para camisetas, bolsas o tazas. ¡Nada más lejos de la realidad! Seguro que la bibliografía que han generado las cinco palabras de la frase que dejó Melville no cabría en una Billy de 80 x 100 cm de Ikea que, por cierto, quedaría perfecta junto al silloncito naif.

    El cuento de Melville narra las peripecias de un copista recién contratado por un abogado de Wall Street, que es el narrador sin nombre de la historia. En la oficina trabajan dos escribientes más, Turkey y Nippers; y un auxiliar, Ginger Nut. Todos son personajes bastante disparatados. El abogado instala a Bartleby cerca de su mesa junto a un ventanuco desde donde solo se pueden ver muros de los edificios más altos. Al principio se muestra muy aplicado pero cuando el abogado le pide que le dicte para el cotejo,  a esa petición Bartleby responde discretamente: “Preferiría no hacerlo”. A partir de entonces empieza el desconcierto para su jefe y lo gracioso para el lector. Y es que a toda reclamación de sus servicios, él responde impasible “Preferiría no hacerlo”. El abogado no lo entiende, porque no constituye ni siquiera una negativa. Un día descubre que Bartleby se ha quedado a vivir en la oficina. Eso aumenta la pena y la compasión que siente por él. A partir de un momento dado, Bartleby decide no escribir más, por lo que es despedido pero se niega a irse de la oficina. El abogado se siente incapaz de echarlo y decide trasladar todo su negocio a otro lugar, y deja al escribiente allí, donde solo se limita a estar, prefiriendo no hacer nada. Cuando finalmente es detenido por la policía y encarcelado, el abogado decide ir a visitarlo y soborna a un guardia para que alimente a Bartleby, pero él prefiere no hacerlo, ocupa todo su tiempo sentado frente a un muro. Un día lo encuentra tumbado, acurrucado en el patio de un modo extraño. El guardián le dice que está durmiendo, pero en realidad está muerto. En los últimos párrafos, a modo de epílogo, el narrador dice que el escribiente había trabajado antes en el departamento de Cartas Muertas de Washington, aquellas que no han encontrado su destinatario y que son destruidas al fuego. Parece que Melville necesita justificar el enigma del personaje que ha creado. La exclamación es un lamento ¡Ay, Bartleby! ¡Ay, humanidad” es clave para una lectura del texto en clave alegórica. Bartleby somos todos nosotros.

Más allá del argumento, todos conocemos la famosa cláusula original, I would prefer not to, y su traducción más extendida: Preferiría no hacerlo. Cuando la frase sale de sus labios la primera vez, se dispara la incertidumbre. ¿Qué ha querido decir con esto? ¿Qué pretende?

A lo largo de los años, han sido muchos los intentos de aproximación al enigma y se han dado distintas interpretaciones desde distintos ámbitos de conocimiento. Algunas de ellas son:

       Metáfora del escritor moderno

       Símbolo de la resistencia pasiva

       Rebelión contra el mercado de Wall Street

       Metáfora de los efectos patológicos en los trabajadores

       Suspensión voluntaria de la actividad

       Expresión de la nada fruto de la toma de decisión

      Metáfora del ser humano mecanizado del s. XIX

    Metáfora de la soledad y el aislamiento como una forma superior de conciencia.

    Metáfora del último hombre libre que se resiste a ser aplastado por la sociedad capitalista. Es inmune a cualquier requerimiento.

     Reflexión sobre las consecuencias del aislamiento deshumanizador del trabajo moderno.

       Precursor de lo absurdo de Kafka

       Precursor del existencialismo

       Una rebelión contra el determinismo inherente a la modernidad

       Figura de santidad laica

       Inspiración de un cristianismo libertario

 

Algunas impresiones de lectura:

       El efecto de la frase no se limita a rechazar aquello que Bartleby prefiere o no prefiere, sino que llega a hacer imposible lo que hasta entonces hacía, lo que hasta entonces se suponía que prefería hacer. Va cayendo en la inactividad de manera progresiva: al principio copia pero no verifica, el proceso es gradual; luego ya no copia, no escribe, no lee, no come ni bebe, no pasea, no habla, no se queja. Solo se limita a estar físicamente. Esta progresión puede que le haga caer en su propia trampa. Cuando ya ha decidido, preferir no hacer, entonces está condenado a dejar de preferir y queda fuera de todo. Bartleby entra en una espiral de autodestrucción. ¿Se deja morir por inanición?

       En algunas primeras impresiones lo que puede sorprender, además de la actitud de Bartleby, es la del narrador anónimo, el abogado de Wall Street. Es extraña su preocupación y solidaridad extrema con su empleado, que le facilite soluciones, que lo compadezca, que le ayude siempre, hasta el final y que lo justifique con su empleo anterior. Sufre una evolución y llega a pedir indulgencia también en la cárcel. Esta conducta no es la esperada ¿Qué sentido tiene?

 

Esta fórmula I would prefer not to es analizada por Gilles Deleuze en Bartleby o la fórmula y señala que, aunque es gramatical, es extraña ya que con el uso del condicional "ni afirma ni niega".

Citas del narrador al respecto: “Extrañas palabras”, “Suena como una anomalía”

La frase aparece formulada diez veces en el cuento, prolifera y se ramifica, con algunos cambios. Esta frase la dice sin inquietud, sin impaciencia, sin faltar el respeto, con un tono suave, con lentitud, con serenidad. No dice que sí ni que no. Si dijese que no, sería vencido. El copista solo puede sobrevivir en la suspensión, en la detención del tiempo. Esta actitud impide reaccionar al abogado, le enternece y se queda sin capacidad de reaccionar.

Deleuze, Bartleby o la fórmula:

Lo desolador de la fórmula consiste en que elimina tan despiadadamente lo preferible como cualquier no-preferencia particular. (...)

Ya tiene a dos copistas que, un poco como los botones de Kafka, son dos dobles invertidos, uno normal por las mañanas y borracho por las tardes, el otro en estado de perpetua indigestión por las mañanas pero casi normal por las tardes. Al tener necesidad, pues, de un copista suplementario, contrata a Bartleby, sin ninguna referencia, tras una breve conversación, porque su aspecto lívido le parece dar fe de una constancia capaz de compensar la irregularidad de los otros dos. Pero desde el primer día coloca a Bartleby en una curiosa disposición (arrangement): este se sentará en el mismo despacho que el abogado, junto a las puertas del fondo que le separan del despacho de los amanuenses, entre una ventana que da a la pared vecina y un biombo verde como un prado, como si fuera importante que Bartleby pudiera oír, pero no ser visto.

Se trata de distintos ejercicios de experimentación narrativa, ante una obra muy difícil de descifrar. Con una sola frase de cinco palabras queda abierta para siempre la interpretación de un relato y lo eleva a la categoría de lo insondable, lo pone en fuga.

    Para cerrar el círculo recordamos que un clásico es un libro que se presta a incesantes revisiones e interpretaciones; nos permite una indagación en el conocimiento del ser humano, no caduca, es moderno; es un libro, en palabras de Italo Calvino, que nunca termina de decir lo que tiene que decir, de ahí que su potencial recorrido se antoje infinito.




 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Los niños tontos (2). Sobre los cuentos

"En memoria de Paulina". Un cuento de Bioy Casares

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

SOLENOIDE, la novela traslúcida

Los niños tontos (1). Sobre el libro.