Borges, el autor ausente.







Pensar que la última letra de un texto pertenece al autor tiene que ver con que este pase a ser un testigo. Narrar significa alejarse hasta desaparecer, entonces el autor es un fantasma de sí mismo, no es nada en sí mismo.

Conferencia de Juan Villoro

UPF Barcelona. 17/04/2012

Notas.



El escritor mexicano analiza la obra de Jorge Luis Borges a partir del papel que este otorga a la autonomía literaria y que representa “la forma en que el texto se desprende del autor y adquiere vida propia.” Villoro reflexiona sobre el estilo literario borgiano a partir de obra como Pierre Menard, autor de El Quijote, Historia Universal de la Infamia, El milagro secreto, La Biblioteca de Babel y El Aleph.
“Yo es otro”, la cita es de Arthur Rimbaud. En todo manuscrito el autor desaparece, la vigencia de un libro depende entonces de los demás, del deseo de mantener vivo un texto. Se da la extrañeza literaria cuando un texto se desprende del conjunto y es capaz de asombrar a su propio autor. Es el extrañamiento que produce la propia relectura. Borges vertebró todo un sistema de artificios literarios basado en la idea de simulacro, la falsificación, y la creación y superposición de la creación de diferentes realidades que pertenecen al mundo de lo imaginario. “Lloro porque entiendo”, le dice a su madre después de un terrible accidente que refiere en el cuento “El Sur”, de Ficciones. Pero, ¿qué es el entendimiento de la literatura en clave borgiana? Somos los libros que nos han hecho mejores.
El entendimiento y la realidad son siempre un enigma en la figura de Borges y la interpretación del relato se presenta ante el lector como una fuente inagotable, abierta a diversas disyuntivas. Una obra objetivada, así es el programa de trabajo de JL. Borges. Pierre Menard, autor de El Quijote es un relato sobre un autor a modo de reseña de libros. Es una teoría sobre la recepción literaria. Como ha observado Alan Pauls, Borges se asume como alguien que corrige a un autor precedente: escribe después de otro. Pierre Menard muestra que el sentido de una obra depende del contexto en que es leída; a partir de ese momento, Borges perfecciona su teoría de la recepción pero también encuentra un sistema creativo: entiende cada texto, incluso uno inédito, como derivado de una escritura precedente. 
Otro artificio que utiliza es el de hablar de un capítulo de Las 1001 noches, el 602, como el nudo central de la obra. Pero ese capítulo no existe. Son trucos y procedimientos que va perfeccionando, un proceso de creación que proviene de un texto anterior. “Original siempre es el otro”: Todo se define a partir de lo que no fue, renunciar a las otras vidas que podíamos llevar, Así se forja un destino. Borges encomia todas las múltiples interpretaciones que puede tener un clásico. Él escribe sus propios textos como si fuera apócrifo, retorna al texto lejano, al antecedente, a su origen remoto. Lo transcurrido tiene aún otra oportunidad. El fabulador se postula como traductor, comentarista o copista de un autor que lo antecede. Considera que la originalidad siempre es ajena. Un texto logrado transforma al autor en otro, desconocido de sí mismo. Decía Schopenhauer: Leer es vivir el libro del mundo mientras que ojear ese libro es soñar. ¿Qué sueños le interesan a Borges? Asume lo onírico como uno de los nombres de la lucidez, no escapa a la racionalidad pero reclama otra nota. En Inquisiciones, su primera obra en prosa, escrita a los 26 años, tiene ya la intención de ser tomado en serio por encima del texto. Utiliza una adjetivación insólita, adelanta el adjetivo y los adverbios, el objeto ironizado ocupa un lugar distinto.

Desde el Borges que escribe poemas y ensayos al que busca las claves de la realidad para adaptarlas en la realidad, en ese traslado se nutre con una depuración del lenguaje. Representar el mundo no sirve para sustituirlo sino para vivirlo. La experiencia es siempre más fuerte. En los cuentos, la historia nunca termina en la historia misma. Los temas van del barrio al universo. Para Borges, la felicidad es lo único que no hace falta descifrar. Es una promesa cuyo cumplimiento es la interpretación del lector. Pensar que la última letra de un texto pertenece al autor tiene que ver con que este pase a ser un testigo: Narrar significa alejarse hasta desaparecer, entonces el autor es un fantasma de sí mismo, no es nada en sí mismo.


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