George Steiner. El retorno a lo literal
"En los juicios estéticos siempre hay algo efímero, profundamente efímero."
George Steiner
El
rigor y la excelencia de George Steiner (París, 1929) le señalan
como referencia obligada en todo análisis sobre crítica y estudios
literarios. Heredero de la cultura centroeuropea de entreguerras,
extiende sus teorías sobre la crítica a lo largo de toda su
carrera, ya desde los primeros ensayos en el New
Yorker,
recogidos en 2009 por Siruela*, y en cuyo prólogo Robert Boyers
señala en él esta capacidad para distinguir lo mejor de lo óptimo.
Desde sus inicios, se opuso a la corriente crítica norteamericana de
la época, el New
Criticims,
que precedió al Estructuralismo y que defendía una crítica
inmanente, formal, y limitada al texto.
En
“Crítico”/”Lector”,
escrito a finales de los setenta, nos hallamos ante un texto que ha
conseguido la categoría de clásico, por cuanto despliega una teoría
del conocimiento, con rigor científico; además de la honestidad y
la lucidez con la que traza la disyunción entre ambas categorías
abstractas: la crítica y la lectura.
El
autor parte de una caracterización de la tarea del crítico en su
relación antitética con el texto. Así, se aplica sus propias
recetas y lleva a cabo una labor epistemológica para crear a su vez
una distancia “fértil y problemática” con su ensayo, convertido ahora en objeto de nuestro análisis.
Estructurado
en tres capítulos sin títulos ni epígrafes, en la primera parte,
Steiner enumera hasta seis parejas de contrastes en la relación
“crítico” frente a “lector”, las cuales quedan perfectamente
diseccionadas: mientras la crítica es epistemóloga y legislativa,
hurseliana, teleológica, discursiva, ordenadora e inmanente; la
lectura se identifica ontológica, heiderggeriana, teológica,
silenciosa, interiorizada y trascendente. De todas ellas, posiblemente la idea principal que ha perdurado en el tiempo y
en el colectivo de lectores y/o críticos es la imagen de la crítica
como una “visión ordenadora”.
En
la segunda parte caracteriza al lector con el mismo rigor y
minuciosidad y en el tercer apartado, Steiner establece las
conclusiones del ensayo: realiza una síntesis de las distinciones
entre crítico y lector; para terminar con unas reflexiones sobre el
estado actual de entonces (finales de los setenta), de la crítica y
concluye con una reivindicación de una vuelta a lo literal, a una
lectura antropológica, a la manera de “grandes lectores” como
los de la nómina que cierra el texto, destacando a lectores
magistrales en nuestro tiempo como Walter Benjamin y Martin
Heidegger, de quien el propio Steiner ha sido lector.
Por
lo que se refiere al estilo del texto, no olvidemos que nos
encontramos ante un ensayo, con lo que esto conlleva de abstracción,
rigor y erudición. En su categoría de género, el texto ensayístico
cumple con una voluntad de estilo que en el caso que nos ocupa se
plasma en la función directiva del lenguaje: acompañar al lector a
través de los vericuetos del razonamiento, aun con cierto
distanciamiento afectivo propio de los textos científicos.
A pesar
de que la traducción no siempre es fluida y cae en ocasiones en una
sintaxis intrincada, el lector sabe perfectamente en qué lugar del
discurso se halla en todo momento.
Mención
aparte merece una lectura implícita que subyace en este ensayo: la
causa de la “degradación del concepto de investigación en los
estudios literarios deriva de la confusión entre la crítica y las
prácticas de lectura exegética”. Siempre que se le ha preguntado
a Steiner sobre la función del crítico ha apuntado contra los post
estructuralistas, que han mezclado la importancia de la creación con
el comentario literario.
"El comentario es un obstáculo para la obra, constituye una suerte de pantalla que transforma la obra original en producto retórico."
* George Steiner en The New Yorker
Edición de Robert Boyers
Traducción de María Condor
Siruela. 390 páginas.
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