Cuaderno de todo
Este título no es mío, es de Carmen Martín Gaite. Cuenta ella misma la anécdota en su Cuento de nunca acabar (1983) sobre el origen del nombre. Su hija, que tenía cinco años, bajó a la papelería y le compró un bloc de anillas cuadriculado, con tapas de color garbanzo y en cuya primera hoja escribió "Cuaderno de todo". La escritora lo concibió como una invitación a escribir allí toda reflexión o apunte sin ordenación previa, tal y como fuera llegando: divagaciones, comentarios a lecturas, notas sobre la narración... El texto como artefacto (dijo alguien), como producto lingüístico de una autoconsciencia. A partir de estas cavilaciones he anotado ya varias ideas: La primera: que el “cuadernista” narrador-emisor sea una persona ficticia, pongamos, yo; al fin y al cabo, todo diario tiene que estructurar lingüísticamente un modo de realidad en la cual se imita la manera como un individuo, ante la imposibilidad de comunicarse, escribe un cuaderno de