"Las anomalías", un relato de "Querida Guadalupe:"
El próximo 12 de mayo, los autores
del colectivo Club Marina presentan en Madrid su tercer libro de relatos, Querida Guadalupe:,de Stonberg
editorial.
Café Comercial.Presentación de "Querida Guadalupe:"
El libro consta de nueve cartas
dirigidas a una mujer, Guadalupe Ferrer, de personas que, en alguna etapa de su
vida, han tenido relación con la destinataria. Es una correspondencia
discontinua, siempre unidireccional, con variedad de enfoques y de estilos.
Cada uno de los emisores expresa una deuda pendiente con Guadalupe y aporta material
capaz armar la identidad de todos los personajes.
Querida
Guadalupe: es
un libro espejo, ya que en cada relato, el emisor nos ofrece su imagen de la destinataria,
se erige como protagonista de su carta y en ella justifica sus acciones,
selecciona recuerdos, sugiere o se emociona para reconstruir momentos de su
relación con Guadalupe.
En “Las anomalías”, la voz la pone Enrique Marés (Figueras, 1948), pintor y grabador de formación autodidacta. Él y Guadalupe se conocieron en la universidad y entablaron una relación, allá por 1968, pero la amistad ha perdurado en el tiempo, con varios encuentros esporádicos y clandestinos a principios de los años 80.
La carta de Enrique está fechada en 1984 cuando,
tras unos años sin contacto, siente la necesidad de escribirle sobre un
acontecimiento “que nos concierne a los dos”. Han sido amigos especiales y
amantes fugaces, pero la carta proyecta una voz a ratos quebrada, una voz en
plena crisis existencial, con una escritura de carácter autorreferencial,
monológico, que necesita a Guadalupe como interlocutora.
“Pero no te escribo para hablar de
mí, Guada querida. Por cierto, tengo que precisar una primera anomalía. Tal vez
te preguntes por qué me presento así, con esta carta estrafalaria, que parece
un borrador, compuesta por holandesas con notas al pie, con dibujos, esbozos y
apuntes del natural. Te pido que disculpes este despropósito de páginas, pero
al final he decidido no renunciar a ninguna de sus partes y he ordenado las
hojas, para que lleguen tal como fueron escritas.”
Enrique utiliza un código restrictivo y privado, que solo conocen ellos dos. Como artista plástico, conoce bien la capacidad creativa del lenguaje y recurre a referencias de intimidad y a códigos de saber compartido con ella para hacer del lenguaje un mundo. Recurre para ello a los apelativos, los juegos de palabras: Guadamamá, Lu, Guadaluna, Guadausente, Guadamusa. Son nombres cariñosos que desprenden varias connotaciones.
Es un narrador marcado por el insomnio y el alcohol, prematuramente lúcido, que revela un estado de desasosiego ante los asuntos que ha descubierto y que cambia por completo su percepción de los recuerdos ante unas certezas que asume como un fracaso más.
“En duermevela, Guadaluna, te dibujo
como te extraño y aparecen nuevos elementos: letras, signos y números que
envuelven el perfil de tu cuello. Trazo tus líneas sin ti, Guadausente. Debo ir
al asunto que nos incumbe en esta carta. ¿Te apetece todavía leer lo que he
venido a hablar contigo, querida mía? Ha ocurrido algo que nos concierne a los
dos…”
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